26 December 2016 ~ 10 Comentarios

PINOCHET Y LA TRAGEDIA CHILENA

Por Antonio Sánchez García
@sangarccs

Transcurridos cuarenta y tres años y algunos meses del golpe de Estado protagonizado por las fuerzas armadas chilenas, las heridas parecen no haber cicatrizado. Ni las enseñanzas haber echado raíces en el comportamiento político de los chilenos. Los frentes continúan estabilizados, el pinochetismo enfrentado al antipinochetismo y ni siquiera el perdón expresado por los presos políticos que arrastran sus culpas y condenas por graves violaciones a los derechos humanos en aquellos lejanos acontecimientos encuentra resonancia en quienes no parecen dispuestos a seguir el consejo de Jorge Luis Borges: “no hay más perdón que el olvido”. Como en el tango de Gardel, al parecer no habrá perdón ni olvido.

Son tantas las aristas y las dimensiones de los hechos, tan complejas las motivaciones y tan variadas sus justificaciones, que resuelta difícil, si no imposible, alcanzar un acuerdo en torno a la razón del golpe y la legitimación de los sucesos. En mi particular percepción del más grave acontecimiento sociopolítico vivido en su historia por los chilenos, queda una certeza y una incertidumbre. La certeza parece indiscutible: la intervención militar se hizo imperativa para zanjar la grave crisis existencial que se estaba viviendo en el Chile de Salvador Allende ante el fracaso de la política. Las fuerzas partidistas y sociales enfrentadas habían alcanzado un trágico y muy precario equilibrio y carecían ambas – gobierno y oposición, sus respectivos partidos y sus respaldos de masas – del poder suficiente como para definir la situación en uno u otro sentido, mientras que la dinámica social empujaba inexorablemente hacia un enfrentamiento de facto que tenía todas las posibilidades de degenerar en una guerra civil. El conflicto había alcanzado un critico nivel de ideologización y el enfrentamiento, como insistieran en señalarlo las fuerzas políticas más radicalizadas de uno y otro bando, se había hecho inevitable.

La incertidumbre se refiere a la amplitud y la hondura alcanzada por dicha intervención militar, las graves violaciones a los derechos conculcados, la espantosas injusticias cometidas en el control y ejercicio del Poder por parte de la dictadura militar y el saldo de espanto, muerte y desolación que causara en el gangrenado cuerpo de la República. Esa violencia que alcanzara la estremecedora forma de un desatado terror de Estado con un saldo de muerte y desolación imperecederos, ¿era necesaria, era justificada, era legítima?

La justificación y su legitimidad sólo pueden ser analizadas y plenamente comprendidas desde los puntos de vista enfrentados. Y valorados en los resultados que unos y otros esperaban de la resolución del crítico impasse. En Chile, por cierto exactamente como en la Venezuela actual, no se enfrentaban dos fuerzas inmanentes al sistema, perfectamente compatibles, complementarias y alternativas, como sucede en todos los regímenes democráticos. En los cuales los grupos sociales encuentran sus formas tradicionales de ejercer presión sobre el poder y la dirección del Estado, sea a través de los partidos, los sindicatos o los organismos gremiales, conquistar las mayorías y asumir el gobierno sobre el conjunto de la sociedad, de manera limitada, sujeta a las determinaciones de control general prestablecidas constitucional, orgánicamente  y alternada en el ejercicio del poder temporalmente. Se enfrentaba una fuerzas política e ideológica que pretendía la aniquilación absoluta y total, sin miramientos ni consideraciones, tanto de las fuerzas opositoras como del sistema político, social y cultural vigente sobre las que todas ellas se asentaban y que había hecho posible, así fuera profundamente contradictorio, que alcanzara el gobierno quien pretendía hacer tabla rasa de su institucionalidad.

Más que una fuerza constructiva, que podía tener razón o no tenerla, equivocarse o acertar, mostrar éxitos o fracasos desde una óptica general, la que respaldaba al gobierno de Salvador Allende era una fuerza intrínsecamente destructiva. Pretendía abiertamente, incluso ganaría las elecciones de septiembre de 1970  proponiendo arrasar con el status quo para montar sobre sus ruinas un nuevo sistema social, bajo una dictadura de naturaleza proletaria, de índole soviética que supusiera el fin definitivo del Chile conocido hasta entonces. Siguiendo, por cierto, el ejemplo cubano, en donde la república fuera apartada y desaparecida para siempre, de modo a dar nacimiento al sistema dictatorial que impera en Cuba desde el triunfo de la revolución, en enero de 1959. La Cuba anterior no existe. Nunca existió. Siguiendo el modelo, el Chile que vivíamos en septiembre de 1973 era un Chile condenado a muerte. Su historia estaba en trance de ser reescrita, su estructura de clases ser drástica, dramáticamente transformada, sus relaciones de poder, reconvertidas a favor del un Estado centralizado y centralizador, su economía estatizada, sus relaciones internacionales redefinidas. En suma: Chile, aquel en el que nacimos y nos criamos todos los chilenos, que llevábamos en nuestra sangre y en nuestras tradiciones, con el que nos identificábamos esencialmente en todas nuestras festividades patrias, el de nuestras glorias navales y militares, de nuestras creaciones artísticas, musicales y poéticas, de nuestros logros y progresos espirituales y materiales estaba a un paso de desaparecer. La república socialista de Chile, a punto de nacer. Sería otro Chile: un Chile en el que Salvador Allende ocuparía el sitial de Bernardo O´Higgins y los líderes que conducirían la lucha final los nuevos valores de la nacionalidad.

A medio siglo de distancia, me pregunto si quienes pensaban y actuaban como yo lo hacía, un militante de una organización de la extrema izquierda chilena, teníamos plena conciencia de la aberración que suponía imponerle a nuestra sociedad ese agresivo, destructivo y aniquilante proyecto histórico. Haber tabula rasa de nuestra única realidad y comenzar la construcción de una nueva sociedad desde cero. ¿Sabíamos que se trataba de un experimento social genocida, intrínsecamente fascista, de un suicidio y una amputación colectivos, como los vividas en la Rusia de los zares con Lenin y Stalin, en la China de Mao y los mandarines y en la Cuba de los hermanos Castro y del Che Guevara?  ¿Teníamos conciencia de la naturaleza criminal, homicida de nuestro proyecto histórico o actuábamos impulsados por una voluntad desquiciada que creía obedecer al sentimiento revolucionario puesto de moda tras la revolución cubana – que nos enardecía y nos impulsaba a cometer el parricidio – y el espíritu revolucionario de la época: China, Vietnam, Corea del Norte, Cambodia, Cuba?
Visto desde el interior de esta perspectiva, se entiende, en primer lugar, la frontal reacción de la oposición democrática chilena, obra y creación del sistema capitalista y su empresariado, empujados factualmente a entregarse, perecer o a rebelarse. Se entiende, incluso, que en perfecta conciencia de las tendencias imperantes y la desquiciada voluntad que nos animaba, sus sectores más conscientes pretendieran impedir la asunción de mando de Salvador Allende, previendo la radicalización del proceso y la agudización de las contradicciones. Con su inevitable derivado confrontacional.  Extraviados en sus divisiones internas – la DC, de un lado, la derecha, del otro – perdieron las elecciones por escasos puntos, que de haber ido unidos según la lógica natural, hubiera arrasado en el proceso electoral Presionaran para obtener un acuerdo que encauzara el proceso y no le permitiera sobrepasar los marcos de la sociedad de derecho, impidiendo la ruptura del hilo constitucional y el desborde revolucionario. Y comprendieran, al constatar que la ciega voluntad revolucionaria que animaba a los espíritus de la época ya había trasminado a la Democracia Cristiana, quebrándole el espinazo al sistema político de partidos, se aprontaran a un enfrentamiento mortal en defensa de sus intereses que eran, en rigor, los intereses de todo un sistema, una historia, una tradición, una República y hubieran evitado la explosión tumultuaria de la crisis histórica que arrasó con todo.  Y de que al comprender en el curso de los tres primeros años del proceso de socialización revolucionaria que ni el gobierno ni la oposición contaban con las fuerzas suficientes como para dirimir democráticamente la grave crisis que afectaba mortalmente a la república – de su más grave crisis histórica desde la Independencia la calificó Mario Góngora, el más importante historiador chileno del siglo XX – decidió poner en juego a las fuerzas armadas, convertidas en juez y parte de la circunstancia histórica. Puso, en consecuencia, luego de fracasados todos sus intentos por obligar al gobierno y su proceso a mantenerse estrictamente apegado a las instancias inmanentes al sistema, toda la institucionalidad garante de la estabilidad democrática – mayoría parlamentaria, contraloría, tribunales de justicia y Tribunal Supremo al servicio del derribamiento del gobierno de la Unidad Popular. Y una vez creadas las condiciones que legitimaran una acción definitoria de la intervención de las fuerzas armadas, dio luz verde al golpe de Estado.

Es en ese punto en que hace crisis la crisis dentro de la crisis. Las leyes de la guerra desplazan drásticamente las leyes de la política y el uso de las armas suplanta los medios convencionales de la negociación y el acuerdo. Es más: la tarea asignada a las fuerzas armadas sobrepasa las intenciones meramente intervencionistas iniciales, a la espera de la entrega del poder a la civilidad, para implantar una crisis de excepción, desplazar a las fuerzas propiamente políticas del escenario del conflicto y entregarle la totalidad del poder, en todas sus instancias, a los jefes de las fuerzas armadas y en particular al oficial de mayor rango y antigüedad, que asume el pleno poder político convirtiéndose en el soberano que crea y resuelve el estado de excepción. De acuerdo a la clásica fórmula del constitucionalista alemán Carl Schmitt: “soberano es quien resuelve el estado de excepción”. En la circunstancia, el general Augusto Pinochet Ugarte.

Lo que sobreviene a partir del violento cese del gobierno, el suicidio presidencial y el aplastamiento de las eventuales fuerzas populares que podrían haber intentado asumir el enfrentamiento, en condiciones absolutamente desiguales, es un nuevo ciclo sociopolítico y económico que apunta a y consigue al cabo de diecisiete años la reconstrucción de la república, refundada sobre las bases de un nuevo orden histórico.

Dadas las condiciones señaladas, la inmensa gravedad y profundidad de la crisis y el fracaso de los factores político partidistas, se hace pertinente preguntarse si cabía otra opción que la asumida por el jefe de la rebelión militar, a saber:  librar una guerra final, sucia, violenta, sangrienta y total  contra las fuerzas socialistas hasta despejar el terreno ante eventuales obstáculos, proceder como ante un enemigo en un territorio arrasado, practicar el terror de Estado y asegurar las posesiones obtenidas. O retirarse del terreno del enfrentamiento, hacerle entrega del poder a las fuerzas políticas civiles, restaurar al plazo más inmediato la vigencia de la vieja institucionalidad democrática y volver a los cuarteles.

Esa era la esperanza que alimentaba los deseos y las ambiciones del único factor capaz de negociar con las fuerzas derrotadas de la izquierda socialista, en particular el Partido Comunista y la derecha confesional un retorno satisfactorio a la normalidad institucional y democrática al más corto plazo: el Partido Democratacristiano y el ex presidente Eduardo Frei Montalva. Dada esa perspectiva y los posibles respaldos nacionales e internacionales, Augusto Pinochet no sólo decidió fortalecerse al interior de la Junta, derrotar al único general que parecía apostar a dicha solución, el miembro de la Fuerza Aérea y segundo hombre de la Junta de gobierno, general de aviación Gustavo Leight, y ordenar el asesinato del ex presidente de la República y hombre de inmenso respaldo en las filas de la democracia internacional para despejar el terreno de cualquier tipo de obstáculos. Es entonces cuando aparece el verdadero propósito de la intervención militar y el gobierno presidido por Augusto Pinochet: implementar una serie de profundas transformaciones en todas las estructuras del país. Literalmente: refundar la República. Costare lo que costase, al precio que fuese y sin mayores preocupaciones por el tiempo que demandaría hacerlo. La dictadura trascendía la remoción del gobierno popular y se convertía en el factor revolucionario de la circunstancia.

Ya allí se está ante la incógnita a ser resuelta: ¿hubiera sido posible implementar las profundas transformaciones llevadas a cabo al nivel del Estado, recuperar la economía tal cual se lograra, hasta situar a Chile a la cabeza del desarrollo regional,  tras un período tan tormentoso como el de la grave crisis que echara a la miseria y a la máxima pobreza a millones de chilenos y terminara en un balance tan oprobioso y siniestro de persecuciones, torturas y asesinatos como los que llevaran a cabo las distintas instituciones represoras que acompañaron las ejecutorias de la Junta Militar, cuyo saldo fatal comprobado supera los tres mil homicidios, sin contar a desaparecidos, reprimidos, torturados y encarcelados?

¿Cabía impedir la entronización de una dictadura constituyente, socialista y totalitaria, como la cubana ayer y la venezolana hoy, restablecer el hilo constitucional, restaurar el orden profundamente quebrantado, sanar el dañado tejido social y obtener tales logros macroeconómicos alcanzando tan profundas reformas al aparato productivo chileno y a la organización del Estado hasta lograr la refundación nacional, sin someter al país a una cota tan alta de vejaciones, sufrimientos y traumas? ¿Era posible recurrir a la razón sin recurrir a la fuerza?

Siendo el desiderátum, cabe intentar una respuesta. ¿Será posible encontrarla? Para nosotros, los venezolanos, situados en una situación aún más crítica y devastadora que la vivida por los chilenos, intentar la respuesta teórica y práctica no es un ejercicio ocioso. En la correcta respuesta y en el acierto en el tratamiento puede descansar el futuro de nuestros hijos.

10 Responses to “PINOCHET Y LA TRAGEDIA CHILENA”

  1. Ramiro Millan 26 December 2016 at 3:02 pm Permalink

    Hay preguntas que no tienen respuestas.
    Y cuando no se resigna a esta realidad, pueden surgir respuestas peligrosas.
    Y todas las preguntas que se hace el autor son de las que no tienen respuestas.
    Solamente queda evaluar los hechos históricos.
    De lo que no hay dudas es que Chile es uno de los pocos, sino el único país de latinoamérica que muestra serias posibilidades de llegar a formar parte del privilegiado grupo de los países desarrollados.
    Y, ya todos saben, el secreto para llegar a este status pasa por la CULTURA.
    Cuanto más apegada es la cultura cívica de los pueblos al cumplimiento de las normas y reglas, más eficientes son las instituciones.
    Y con INSTITUCIONES eficientes, las políticas funcionan (económicas, salud, educación, etc.) y el progreso se hace una verdadera realidad.
    Como no conozco personalmente Chile ni a los chilenos, me gustaría leer opiniones de ciudadanos de este querido país vecino las respuestas a estas preguntas.
    ¿Es el ciudadano chileno en general predispuesto a cumplir las normas, reglas y leyes?
    ¿Es el ciudadano chileno celoso de la honestidad de sus gobernantes?
    ¿Son, en general, un pueblo honesto o corrupto?
    ¿Tiene consciencia colectiva, es decir, son responsables con los demás y el estado porque sé es conocedor de que finalmente es beneficioso para todos y uno mismo?
    Si la pregunta se dirigiera a mi país o Venezuela para dar un ejemplo más paradigmático, la respuesta será siempre negativa.
    Y si la respuesta es afirmativa, surgen preguntas interesantes como ¿tuvo alguna injerencia en estas características culturales el gobierno de Pinochet?
    ¿O son costumbres, hábitos, conductas típicas de antaño de los chilenos?
    La pregunta surge porque hay dos pueblos que se codean con el desarrollo y son unos de los muy pocos que han logrado semejante paso hacia adelante, de la mano de dictaduras duras como Singapur y Korea del sur.
    Si bien es muy probable que sólo la suerte haya acompañado a estos pueblos que progresaron desde una dictadura, no deja de ser interesante su análisis si podemos incluir a Chile en este selecto y afortunado grupo.

    • Maximiliano Herrera 26 December 2016 at 5:32 pm Permalink

      La verdad no es asi’, mira, Corea del Sur durante la dictadura militar no tenia ningun milagro economico, era un pais con un nivel de corrupcion espantoso y lucia bien solo a la par de un desastre como Corea del Norte.
      Su milagro economico empezo’ DESPUES de que los militares salieron de la politica a finales de los 80s. Muchos de esos ex generales terminaron presos, el ultimo dictador Roo hasta condenado a muerte luego amnistiado a cadena perpetua porque se robaban a manos limpias.
      Lo mismo podemos decir de Taiwan, durante la dictadura lucia bien solo porque estaba a la par del infierno maoista, pero su despgue economico empezo’ justo cuando el pais conocio’ la democracia con su primer presidente electo democraticamente Lee Teng Hui.
      Birmania, Tailandia , Pakistan, Bangladesh en cambio son paises donde los militares siguen metidos en las politicas y vemos los resultados.
      Corrupcion, malmanejo, violencia, un desastre….
      Japon que ha sido una democracia por decenios , ha sido el primer pais asiatico en alcanzar niveles de vida como los occidentales.
      Las dictaduras siempre da resultados espantosos, lo unico que podemos admitir es que las dictaduras de derecha generalmente lucen bien solo a la par de los sistemas perennemente fracasados de extrema izquierda, pero de ahi a decir que son el mejor sistema es una falacia total desmentida por un sinnumeros de ejemplos en cada rincon del planeta.

  2. Maximiliano Herrera 26 December 2016 at 5:05 pm Permalink

    La situacion de Venezuela es diferente. Los militares no solo son parte del problema, en efecto SON EL PROBLEMA.
    Pues en Venezuela lo unico que cabe ahora es una fuerte sublevacion popular al estilo de 1958 y el restablecimiento de la democracia.
    A lo sumo despues de un periodo de transiccion.
    No hay cabida para mas dictaduras en Venezuela ? Por parte de quien ?

    En cuanto al caso de Chile, yo creo que si se hubiera podido resanar al estado chileno sin los excesos violentos al cual se ha llegado y que aun dejan heridas sin sanar, para no hablar de cicatrices que tal vez jamas desapareceran,por lo menos durante esta generacion.

  3. Manuel 26 December 2016 at 9:03 pm Permalink

    Todas las dictaduras acaban.
    En 2017 seguiremos avanzando sobre todas las dictaduras. Ellas le temen al libre flujo de la información por un buen motivo. Y ese flujo creciente se puede enlentecer pero seguirá creciendo y con ello las ideas de libertad-desarrollo-democracia. Todas las dictaduras tienen sus días contados en esta era. Lo saben.

  4. nestorpvictore 27 December 2016 at 8:25 pm Permalink

    Desgraciadamente solamente se conoce parcialmente la historia,el resultado es espantoso como analisis,en realidad el general Pinochet fue lo mejor que le pudo pasar a Chile,Allende fue un titere de los Castro….no hay la menor duda ni entre los mas excepticos
    La imagen de lo que hubiera sido Chile con Allende y sin el golpe de estado de Pinochet, es la Venezuela de Chavez y Maduro , una neocolonia cubana,saqueada ,empobrecida,humillada,esclavizada sin libertad y sin dinero,carente de division de poder y en constante sosobra por la delincuencia comun y gubernamental.
    El General Pinochet no solamente derroco ejemplarmente al titere de Castro , Allende sino aniquilo el terrorismo que por miles eran entrenado en Cuba y enviado a Chile,la historia oculta de la guerra de Castro contra Chile es algo desconocido,barcos mercantes repletos de armas para instaurar una tirania comunista por los Castro era el escenario en el cual el General Pinochet lucho con muy bajos recursos belicos y economicos.
    Pinochet dejo a solo 14 years un pais prospero y en democracia,con libertad de prensa,partidos politicos y con division de poderes,el pais mas prospero de las Americas mientras que la pandilla de los castros despues de 60 yeas en el poder han hecho de Cuba un pais miserable,sin libertad de prensa,sin partidos politicos y controlan todos los poderes….Pinochet estaba completamente justificado en sus acciones,y aqui le dejo para terminar unas palabras recientes de Maduro sobre Pinochet.

    EFE Caracas 9 dic 2016
    Estamos ante una amenaza imperialista, estamos ante una amenaza de que le quiten todo al pueblo, donde ellos son gobierno, represión, y le roban todos sus derechos, lo que está haciendo Michel Temer en Brasil no lo hizo ni Pinochet en Chile”, dijo.
    Reiteró que Pinochet “no se atrevió” a quitarle al pueblo “el derecho al empleo, al aumento salarial, al aumento de pensiones, a la salud pública, a la educación y a la vivienda” como supuestamente lo ha hecho Temer.

    Si esto lo dijo Maduro a solo unos dias sobre Pinochet,apaga y vamonos.

    • Hector L Ordonez. 30 December 2016 at 11:51 am Permalink

      Es cierto,que pinochet evito la caida del comunismo en Chile,ahi tiene 100 puntos,pero lo que acontecio despues,no fue nada bueno,una ferrea dictadura con miles de crimenes,donde murieron los comunistas y no comunistas,fusilamientos de crimenes ,torturas y cuantas cosas mas !,si hubiera atacado las cabezas,Pinochet no hubiera pasado a la historia,como un asesino,COMO LO FUE!e incluso los que no eran comunistas pasaron hacer comunistas,por que un 90 % fueron golpeados por la dictadura,poe esa misma razon en Chile hay un gran numero que definen la izquiierda para la solucion de los problemas del pais,o sea Pinochet multiplico a los comunistas por millones,TODO ACTO TRAE CONSECUENCIA ADVERSAS! QUE FUE LO QUE PASO EN CHILE,NINGUNA DICTADURA ES BUENA SEA DERECHA O IZQUIERDA.

  5. Manuel 28 December 2016 at 10:17 am Permalink

    En una tierra de imposibles, de mil dictadores y un demócrata (Martí); pide Eusebio Leal lo imposible “que se levante la producción, que se levante el campo, que se levante el trabajo, que avergüence el robo, que se sienta orgullo en hacer en esta República, que no emigren, que permanezca, que trabajen, …”
    Lo que ocurrió en URSS previo al descalabro económico q arrastró al resto de los países socialistas y los hizo a todos abrazar el capitalismo sin retorno.
    Y termina Leal, que quiere decir fiel y fidel:
    “que se unan, y entonces, estoy seguro que, como dice la canción, ese caballo blanco que ahora va descabalgado (!) permanecerá eternamente y sobre él irá, invisible, pero cierta, su figura”

    Dice Leal que Cuba va descabalgada y que necesita cambiar para merecer al jinete eterno (Fidel Castro) sobre ella.

    Juega con el mito popular de que fidel es El Caballo. Ese mito seguirá. Los primitivos se llenan de mitos; los atrasados; los que tienen la precaria y viciada educación (es por ello q la educación permanece precaria, para q más primitivos sigan creyendo en los mitos)

    Solo la educación puede salvarnos. La buena. Pero ¿cómo lograrla?. He ahí el secreto del atraso de nuestros países sin educación (maestros, programas educativos, prensa, cine, television, etc; en libertad y de calidad), y por tanto sin la adecuada cultura para el desarrollo.

    Tal vez Chile pueda romper este mito.

    • Ramiro Millan 28 December 2016 at 11:49 am Permalink

      Manuel, tan cierto como que la educación es una de las claves para el progreso y desarrollo, como cierto es que sin instituciones adecuadas, la buena educación es una utopía.
      Sin INSTITUCIONES y fundamentalmente, sin una institución CIUDADANO eficiente para la auto organización, las escuelas no funcionan, los maestros son un desastre, las políticas se dedican a ver como engañar con índices falsos más un largo etcétera de trabas para lograr los objetivos propuestos.
      Sin dudas, la cuestión pasa por cambiar la cultura cívica de los latinoamericanos y lamentablemente ésta es una tarea titánica.
      Es por eso que los países pobres se mantienen pobres por siglos sin chance alguna de progresar.
      Sus culturas los condena al eterno ostracismo.
      Aparentemente, Chile está fortaleciendo una cultura en su pueblo y haciéndola apegada al cumplimiento de las normas y reglas.
      Requisito fundamental para el buen funcionamiento de las instituciones.
      Y si finalmente lo logra y se suma al privilegiado grupo de los países desarrollados, tengo la firme convicción que ello significará, más tarde o temprano, el progreso para toda Latinoamérica.
      Lo digo porque la historia muestra que una de las muy pocas maneras en que se producen los cambios CULTURALES es mediante la imitación de una cultura vecina exitosa.
      Si bien son experiencias aisladas y difíciles de producirse, estoy convencido de que es la mejor (y probablemente única) oportunidad para los demás pueblos cambien cuando se vean presionados por el éxito de un vecino mientras se permanece en el atraso y el caos.
      El proceso de imitación seguramente se producirá.
      Por eso, la mejor de las suertes les deseo a los hermanos chilenos.
      Es una lástima que el Sr Montaner no exprese opiniones en los comentarios, pero sería interesante su opinión al respecto.
      “Instinto y cultura, nuestros verdaderos soberanos”
      razonvsinstinto.blogspot.com

      • Manuel 28 December 2016 at 3:47 pm Permalink

        Gracias. Oremos por Chile y porq el resto no continúe siguiendo malos ejemplos. La tarea parece imposible para este siglo, a lo mejor para el siglo que viene sí lo bueno suceda sobre todo de la mano de los avances científicos y de la democracia y fortalecimiento de instituciones como dice ud. Digo para el siglo q viene porq este será muy corto para rebasar los obstáculos q tienen. Incluso para los países más avanzados llevar educación de calidad a todos es tambien una quimera, como sucede con el acceso a la salud. La prensa y medios masivos (radio, TV, Internet) son otro desastre. Son medios fabulosos si se emplearan al servicio de las mejores inteligencias y no al de los mayores bolsillos, o de los más grandes patanes e impostores. Nada q lo q podría resolverse en 50 0 100 años, tomará el doble si no nos borramos antes del planeta en una guerra nuclaer

  6. Manuel 28 December 2016 at 3:45 pm Permalink

    Gracias. Oremos por Chile y porq el resto no continúe siguiendo malos ejemplos. La tarea parece imposible para este siglo, a lo mejor para el siglo que viene sí lo bueno suceda sobre todo de la mano de los avances científicos y de la democracia y fortalecimiento de instituciones como dice ud. Digo para el siglo q viene porq este será muy corto para rebasar los obstáculos q tienen. Incluso para los países más avanzados llevar educación de calidad a todos es tambien una quimera, como sucede con el acceso a la salud. La prensa y medios masivos (radio, TV, Internet) son otro desastre. Son medios fabulosos si se emplearan al servicio de las mejores inteligencias y no al de los mayores bolsillos, o de los más grandes patanes e impostores. Nada q lo q podría resolverse en 50 0 100 años, tomará el doble si nos borramos antes del planeta en una guerra nuclaer


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