De Obama a Biden, al menos en Cuba las rosas no crecen en los marabusales
por Vicente Morín Aguado
(A propósito de la polémica DeLaurentis Vs. Reich en el Miami Herald)
Cuba renueva su presencia en la controversia electoral estadounidense, reflejada por The Miami Herald. Este 30 de junio, Jeffrey DeLaurentis, ex encargado de negocios de los Estados Unidos en La Habana se lamentó que “Cinco años después, las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba son un desastre.”
El cubano americano Otto Reich, quien fuera embajador en Venezuela y Sub Secretario de Estado para el hemisferio occidental le respondió 9 días después: “Si las relaciones bilaterales son un desastre, exija a La Habana cambiar su comportamiento, no los apacigüe.”
Conociendo la ambivalencia del bipartidismo norteamericano respecto al castro comunismo, el 28 de septiembre pasado Otto Reich me respondió:
“Obama les dio el reconocimiento diplomático, algo que siempre ellos procuraron por ser un gobierno de forajidos que viola los derechos humanos. Pronunció un discurso bonito, brillante, en La Habana, pero nada más. Soltaron algunos presos políticos, Fidel siempre hizo esto antes para decir yo soy bueno, suelto a los presos políticos, para luego arrestar a otros. “
“El propio Obama dijo aquí en Miami: yo no voy a hacer nada hasta que haya libertad en Cuba. No dijo la Verdad.”
El discurso del pico de oro del partido demócrata es recordado al citar los versos del apóstol de nuestras libertades, José Martí:
Cultivo una rosa blanca/ en julio como en enero/ para el amigo sincero/ que me da su mano franca/ y para el cruel que me arranca/ el corazón con que vivo/ cardo ni oruga cultivo/ cultivo una rosa blanca.
Por entre un jardín idílico de rosas blancas nos invitó a caminar el entonces presidente, empeñado en pasar a la historia con letras doradas, costase lo que costase a su país.
En La Habana vagabundos y disidentes fueron internados, eran rostros indeseables para mostrar al ilustre visitante. Estos y otros actos represivos pasaron sin reclamo alguno del mandatario de la democracia más poderosa del mundo. Tal vez desconocía que el poeta de la rosa blanca había concebido el sueño de lograr, con la independencia de España, un estado de derecho similar al que conoció en su exilio norteamericano.
DeLaurentis, embriagado en el rosal de Obama, relata en su artículo del Herald cómo le iban las cosas frente al malecón habanero entre 2015 y 2017:
“Llegaron delegaciones comerciales, educativas y culturales grandes y pequeñas, lo que condujo a un mayor comercio, intercambio y comprensión. Los estadounidenses aprovechaban las nuevas oportunidades que les habíamos brindado.”
“El sector privado de Cuba, que ahora representa el 15 por ciento del PNB, fue dinámico y en crecimiento. Las condiciones de vida para el pueblo cubano, especialmente aquellos lo suficientemente valientes como para aventurarse en empresas privadas florecientes, estaban mejorando. Las mentalidades estaban cambiando. Los cubanos más jóvenes estaban entusiasmados con el futuro, algunos pusieron su energía en el futuro de la isla en lugar de planear irse. Sus contrapartes en los Estados Unidos venían para volver a conectarse con su herencia, conocer a sus contrapartes y explorar oportunidades.”
“Hoy, todo este progreso se ha detenido. ¿Dónde está el diálogo sobre derechos humanos que lanzamos? ¿Dónde están las negociaciones que comenzamos sobre las propiedades expropiadas?”
Turismo político hubo de sobra, y turismo disfrazado de intercambio cultural, educativo, deportivo, también. ¡Oh! Magia de las palabras, el graduado de la universidad George Washington, Mr. DeLaurentis, debiera contrastar con los hechos tres asuntos:
DERECHOS HUMANOS. CREDITOS COMERCIALES. PROPIEDAD PRIVADA.
Al replicarle, lleva ventaja el cubano americano, conoce bien el paño, por eso pone el dedo en la llaga al objetar la política de Obama:
“En lugar de mejorar los derechos humanos en Cuba, la represión aumentó.”
“Los disidentes cubanos no fueron invitados a la ceremonia de apertura en la Embajada de los Estados Unidos en 2015, incluso cuando el Air Force One aterrizó en La Habana en marzo de 2016, docenas de Damas de Blanco fueron brutalmente golpeadas en su camino a los servicios religiosos.”
“En lugar de abrir mercados para los exportadores estadounidenses, Cuba redujo drásticamente las importaciones norteamericanas con el fin de obtener concesiones aún mayores, como los créditos, que están prohibidos por la ley porque Cuba no paga a sus acreedores.”
“En lugar de ayudar a moderar la política exterior de Cuba, La Habana intensificó la asistencia de su policía militar y secreta a la Venezuela de Nicolás Maduro.”
“En lugar de favorecer al pequeño sector privado, la entrada masiva de dólares del turismo y las remesas de EE. UU. fue capturada principalmente por el conglomerado militar-comercial GAESA, dirigido por el ex yerno de Raúl Castro.”
El consenso de los economistas reconoce que el estado controla absolutamente el flujo de recursos que entra al país, las remesas directas se conciben solo para gastos en bienes de consumo personal o doméstico en la red de comercio interior, propiedad del estado totalitario.
Respecto al fraseo “negociaciones que comenzamos sobre las propiedades expropiadas”, el diplomático demócrata ha de enfrentar una réplica sin opciones porque su autor, personaje omnímodo de la política cubana, se auto tituló Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.
El máximo líder había despejado cualquier duda sobre la respuesta a los inquilinos de la Casa Blanca. Con marcada ironía publicó en todo el universo mediático bajo control de su partido único, la reflexión “El hermano Obama.” Citamos de aquel panfleto, firmado el 27 de marzo de 2016:
“Obama pronunció un discurso en el que utiliza las palabras más almibaradas para expresar: “Es hora ya de olvidarnos del pasado, dejemos el pasado, miremos el futuro, mirémoslo juntos, un futuro de esperanza…”
La escena (22 de marzo), el Gran Teatro de La Habana, rebautizado con el nombre de la bailarina comunista Alicia Alonso, heredera de las bondades del sistema norteamericano, desde donde se catapultó a la fama.
En su palco, al estilo medieval, Raúl Castro no pudo evitar una mueca descortés ante los atronadores aplausos que acompañaron siempre al excelente orador. ¿Envidia? Tal vez comparaba su torpeza ante el público, considerando las probadas habilidades de su hermano mayor y las de aquel afroamericano educado en la Universidad de Columbia.
Sigamos con el Comandante:
“Se supone que cada uno de nosotros corría el riesgo de un infarto al escuchar estas palabras del Presidente de Estados Unidos. Tras un bloqueo despiadado que ha durado ya casi 60 años, ¿y los que han muerto en los ataques mercenarios a barcos y puertos cubanos, un avión de línea repleto de pasajeros hecho estallar en pleno vuelo, invasiones mercenarias, múltiples actos de violencia y de fuerza?
“Nadie se haga la ilusión de que el pueblo de este noble y abnegado país renunciará a la gloria y los derechos, y a la riqueza espiritual que ha ganado con el desarrollo de la educación, la ciencia y la cultura.”
Ni una disculpa por el robo del patrimonio ajeno, cero arrepentimiento por promover y permitir la instalación de ojivas nucleares en el territorio bajo su dominio, recomendando inclusive disparar primero hacia territorio de los EEUU en caso de conflicto.
Convicción absoluta de eterno salvador del pueblo de Cuba.
Si fue perdonable la confusa percepción de Nixon sobre Fidel en abril de 1959 al dudar de su filiación al comunismo, creer ahora, hecho estado el dogma marxista-leninista, que sus herederos estarían dispuestos a ceder el patrimonio confiscado hace seis décadas, equivale a complicidad con su sistema político.
Otto Reich había advertido en la conversación con quien escribe:
“En Cuba el gobierno no produce nada, por eso hay hambre. Todos los esfuerzos del gobierno, del partido, de los militares, se dedican a no perder el poder, es decir, no permitir la elección del pueblo, de otra cosa fuera del Partido Comunista de Cuba.”
Desde el Miami Herald el embajador ha reafirmado sus convicciones: “Si los negociadores de Obama hubieran considerado el historial de duplicidad de 60 años de Cuba, podrían haber evitado errores fatales.”
Quedamos nosotros, los cubanos, 11 millones presos en el gran archipiélago y 2 millones adicionales escapados, dispersos por el mundo.
Oswaldo Payá Sardiñas murió asesinado en un hospital de la dictadura después de llegar vivo tras un accidente de tránsito de factura aún no esclarecida. Premio Sajárov de la Unión Europea, había recurrido a un artículo de la constitución comunista vigente, SI DE LA PROPIA CONSTITUCION HECHA POR FIDEL CASTRO, para promover un debate sobre cambios en Cuba.
Su hija, Rosa María, acaba de decirle cara a cara al presidente Donald Trump:
“Cuba está en crisis. El régimen no tiene otra cosa que ofrecer al pueblo que represión y violencia.”
“El sistema comunista de los Castro ha impuesto la cultura de la discriminación contra cualquier cubano que tenga una expresión divergente. Abolieron nuestras libertades civiles, y han intentado borrar nuestra historia, nuestra fe y nuestra cultura. El régimen de los Castro nos hizo pobres y dependientes porque el comunismo mutila el alma humana para poder controlar la sociedad.”
Supongo que cualquier graduado universitario de ciencias sociales en los Estados Unidos, haya aprendido estas verdades incontrovertibles de la historia.
Un campesino pinareño devenido Doctor en Biología, denunció en fecha reciente los crímenes de lesa humanidad de la dictadura que oprime a su país. Ariel Ruiz Urquiola es víctima de la inoculación del VIH SIDA durante su permanencia en una cárcel cubana.
Ante la Comisión de Derechos Humanos, el científico enfrentó cinco veces la interrupción de sus 90 segundos de exposición, boicoteado por esbirros diplomáticos de Cuba y varios aliados, China entre ellos.
Al salir del salón, libre al fin, Ruiz Urquiola exclamó: “No se puede vivir muriendo. Yo nunca he querido ser un Zombie. Esta lucha no es de la Europa, no es de los Estados Unidos, es de nosotros los cubanos.”
Ariel ha sumado una peculiar reclamación a las ya conocidas sobre Fidel Castro, evaluándolo “el enemigo número uno del medio ambiente en su patria.” Entre sobrados argumentos, cita la incapacidad de su prolongado gobierno ante la proliferación del Marabú, planta invasora considerada entre las especies de mayor peligro en el mundo.
Datos oficiales dan cuenta de 1.141.550 ha invadidas (10% del territorio cubano, lo que es cerca de 18% de las tierras agropecuarias). Afirma el científico que “Muchos lugares naturales y seminaturales han sido ocupados abrumadoramente por el marabú y han perdido sus formaciones vegetales nativas.”
Hay diplomados diplomáticos incapaces de comprender que las rosas no pueden crecer en los marabusales.
El principal derecho es comer y tener vivienda,no la propiedad privada- que en la mayoria de los casos es un privilegio heredado-es malo que al hablar de derechos ustedes se identifiquen con el 0.3 de la poblacion mundial que es la dueña del capital.
y quien va fabricar esas casas y producir esos alimentos?
el estado?
mira que bien le fue al estado en esos menesteres a lo largo del siglo pasado, y en este.
Ud señala como culpable de los males justamente lo único capaz de remediarlos: la propiedad privada en sociedades donde funcionan adecuadamente las instituciones.
el culpable de la miseria es el estado corrupto hijo de circulos viciosos en los que el poder enorme de sus instituciones podridas no contribuye, y no contribuirá a solucionarlos
A Ariel Urquiola le inocularon el virus del SIDA esos criminales castristas, valga la redundancia. a eso nos tienen acostumbrados cuando golpean a indefensas damas de blanco que caminan hacia la Iglesia todos los domingos. Esos que desde una posición privilegiada como tu Vicente, los defienden, son mucho peores que esos asesinos. No tendrán nunca un dia tranquilo esos que un dia defendieron a los Stalin, a los Mao, a los Hitlers, a los Castros, todos son despiadados idolatras cubriéndolos con un manto de benefectaros de los pobres, cuando en realidad, hacen a todos pobres, Uds son los que sostienen a esos criminales. Vergüenza para gente como tu vicente, que sin haber vivido en un régimen despiadado y asesino como ese te atreves a defenderlo. Sabes eres peor que ellos. No te saludo, porque no mereces ni el aire que respiras.
Mis respetos y admiración por el vasco Urquiola. Pero mi experiencia con ese gremio fue un poco frustrante. Anduve metido en asuntos de permacultura y ambientalismo hace unos años, y traje algunos grupos a hacer talleres de campo. Todos politizados y como elemento común la marihuana, además el que no era oruga era mariposón. Posiblemente a don Ariel le tocó ser un científico auténtico en un nicho del socialismo LGBT. Saludos.
Yo no se nada de ese tal Urquiola,yo lo que digo es que libertad de capital sin derechos sociales produce pobreza,criminalidad y exclusion,tanto hablar de los crimenes de Stalin y Mao,el capitalismo mata todos los dias.
Lo leí por ahí:
“porqué es mezquindad querer el dinero que me he ganado honestamente, y no es mezquindad querer y quedarme con el dinero que ganó otro?
Porque el individuo es codicioso y sus fines no son necesariamente honestos,el colectivo tiene que buscar la justicia y la igualdad.
Pero acaso lo que “el colectivo” quiere, no es quedarse con la plata de otros?
Me cuesta entender eso de “iguales” y “justicia”, Héctor. Entonces como es, mitad para el ladrón y mitad para el robado?
https://youtu.be/KlO2vAxHzqE
Este video es un banquete.
https://www.prageru.com/video/what-is-social-justice/
Y este otro se lo dedico a Vicente 🙂
https://www.prageru.com/video/capitalism-vs-socialism/
Oh, oh. ¿Esto de pegar links será una pandemia? Quizás no usé máscara en mi interacción con Manuel Castro o no mantuve la distancia de 6 pies 🙁
el ebro vs goya
(esto se calienta) 🙂
“la comida hispana enlatada que prefiero es ‘el ebro’. los frijoles negros, frijoles colorados, garbanzos, fabada, caldo gallego y tamal en cazuela del ebro son los mas deliciosos del mercado enlatado por encima de otras marcas que producen lo mismo. sera el sazon, el cocinero, la receta, vayase a ver. goya es una mierda mucho antes de que le hicieran este boicot de hoy los latinos porque el ceo de goya alabara a trump con limites divinos. incluso yo no consumo nada de goya desde que en los 90s salio un reportaje impresionante del herald en miami, de una reportera amiga mia, donde con fotos muestra los almacenes goya en la florida con ratas e insectos tan exoticos como pulgas, garrapatas y acaros de la sarna. ahora trump, en medio de una pandemia, muestra productos goya encima de su buro presidencial, es decir, vendiendolos. lo mismo hace su hija ivanka, asistente presidencial en la casa blanca. es un problema de etica, pues la ley americana prohibe vender mercancia privada usando la presidencia o la casa blanca como mostrador (quizas en alguna que otra republica bananera sea algo normal). e implica corrupcion administrativa. pero ya el otro dia trump rompio otra ley mas cuando anuncio una conferencia de prensa en el rose garden de la casa blanca para hablar sobre sanciones a china y se metio una hora atacando a biden, su rival presidencial. totalmente fuera de la ley, hacer un mitin de campaña politica en los predios de la casa blanca. en fin, que trump y familia rompen muchas leyes. para ellos, esta es la hora de romperlas, mientras estan en el poder. ya llegara la otra hora, fuera del poder, cuando tengan que pagar por romper esas leyes. que no es lo mismo que romper estatuas de esclavistas o banderas confederadas en la calle, porque ellos estan usando la casa de gobierno.
the canned hispanic food that i prefer is ‘el ebro’. the black beans, red beans, chickpeas, fabada, galician broth and tamal casserole in the ebro are the most delicious in the canned market above other brands that produce the same. it will be the spices, the chef, the recipe, go and see. goya is a piece of shit long before it got this latinos boycott of today, because the goya ceo praises trump with divine limits. even i have not consumed any goya product since in the 90s came out an impressive report of the herald in miami, from a female reporter friend of mine, where with photos shows the goya wharehouses in florida with rats and insects as exotic as fleas, ticks and scabies bugs. now trump, in the midst of a pandemic, shows goya products on top of his presidential bureau, that is, selling them. the same does his daughter ivanka, presidential assistant in the white house. it’s an ethics problem, as american law forbids selling private goods using the presidency or the white house as a counter (perhaps in some other banana republic it’s normal). and involves administrative corruption. but already the other day trump broke another law when he announced a press conference in the white house rose garden to talk about sanctions on china and broke an hour attacking biden, his presidential rival. totally outlawed, holding a political campaign rally on the grounds of the white house. anyway, that trump and family break many laws. for them, this is the time to break laws while they are in power. the other hour will come, out of power, when they have to pay for breaking those laws. which isn’t the same as breaking slaver statues or confederate flags on the street, because they are using the government house.”
Realmente no compraba frijoles porque, como soy diabético, minimizo o elimino ciertos alimentos (como echo de menos los helados :(:(:( ) pero mortificar a los afectados por el TDS es una tentación demasiado fuerte 🙂 Además, el Metformín compensa ciertos deslices.
Ojalá Trump diga que el helado es bueno para que los nevertrumpistas digan que es malo y eso me de un buen pretexto para comerme algunos.
alfredo vs roca
Roca dirigía el periódico Hoy, de cobertura nacional, un panfleto repleto de consignas antinorteamericanas, noticias de logros alcanzados en la producción y la defensa, exhortaciones al trabajo voluntario y propaganda de exaltación a lo bien que se vivía en los países socialistas de Europa.
Su contrincante fue Alfredo Guevara, presidente fundador del Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográficos (ICAIC), un ensayista cercano al poder más alto, que disponía de una posición de peso en los círculos intelectuales de la época.
Todo comenzó el jueves 12 de diciembre, cuando la sección “Aclaraciones” del diario Hoy dio la respuesta de Blas Roca a unas preguntas de Severino Puente, actor y director de programas de televisión que se había hecho popular por su interpretación humorística de un guajiro llamado El Niño de Pijirigua. Puente, por entonces muy integrado a la revolución, cuestionó la pertinencia de que el ICAIC exhibiera en los cines un tipo de filmes realizados en países capitalistas que él consideraba nocivos para la construcción de la mentalidad socialista del pueblo.
Y a partir de aquella publicación, la liebre se soltó.
Preguntas sobre películas
Severino Puente, el conocido actor de la Radiodifusión Nacional, quisiera, según nos dice en su carta, que se le aclarara un tema que es motivo de grandes discusiones entre compañeros del sector artístico.
«Me refiero —expone— a ese nuevo tipo de películas que se exhiben en nuestras salas cinematográficas, en las que se muestra la corrupción o la inmoralidad de algunos países o clases sociales, pero donde nunca se resuelve nada.»
«Sabemos —agrega— que es difícil que en una película del cine capitalista se dé solución justa a la denuncia que pueda presentar.»
«Las cintas que particularmente me parecen negativas son las que tienen argumentos como La dulce vida y Accatone —italianas—, El ángel exterminador —española— Alias Gardelito (argentina) y otras que ahora no recuerdo.»
Termina: «Mi pregunta concreta es la siguiente: ¿Es positivo ofrecerle a nuestro pueblo películas con ese tipo de argumentos derrotistas, confusos e inmorales sin que tenga antes, por lo menos, una explicación de lo que va a ver?»
Nuestra respuesta:
No hemos visto las películas que relaciona, así que no podemos dar una opinión concreta acerca de ellas, aunque por los diversos comentarios que hemos oído a trabajadores que fueron a verlas no nos parecen recomendables para nuestro pueblo, en general, ni, en particular, para la juventud.
El cine es un arte o entretenimiento que llega a las grandes masas. La imagen en movimiento, el diálogo, la sensación de realidad que es capaz de presentar en la pantalla penetra fácilmente en el espectador, le impresiona, provoca sus reacciones, despierta sus sentimientos, mueve su razón.
El cine puede entretener con temas más o menos ligeros, graciosos, de mero divertimiento.
El cine puede instruir con cintas documentales, históricas o científicas.
El cine puede propagar ideas, costumbres, modos de actuar, sentido de la vida.
En la obra de arte cinematográfica —comedia o drama, epopeya o sátira— puede llevarse al espectador a desear la guerra de agresión o a odiarla, a amar el trabajo productivo o a despreciarlo, a preferir la ligereza y la banalidad en lugar de la responsabilidad, a sentirse atraído por la generosidad o por la crueldad y el desprecio hacia los demás, a los otros seres humanos.
Eso, desde luego, es común a toda obra artística, ya se trate de literatura, de poesía, de teatro, de música, de pintura o de escultura.
Pero en el cine la posibilidad de influir sobre los que lo disfrutan es mayor por su forma más vívida, más real, más convincente de comunicarse con el espectador.
En el teatro —lo que más se acerca al cine—, el diálogo, la palabra, describe lo que no puede presentarse en escena. El espectador imagina mucho de lo que pasa, pero no lo ve.
En la literatura es necesario el esfuerzo de la lectura. El lector se entera a través de ello de lo que el novelista o el poeta quieren decirle por medio de imágenes descriptas.
En el cine la escena es presentada directamente, con todos los rasgos de una realidad fotografiada en su movimiento.
El cine no dice; muestra.
El cine no explica; expone la imagen.
El cine no actúa sobre el individuo aislado; se presenta a centenares de personas reunidas.
Conocido es el efecto dañoso de las películas de gangsters norteamericanas con sus escenas de riñas, crueldades, robos, asaltos, atracos, tiroteos, que han inducido a millares y millares de jóvenes a seguir los caminos de la delincuencia, de la perversidad, del crimen, de la violencia «sin causa».
Teniendo en cuenta la poderosa influencia que ejerce el cine sobre millares de espectadores es que deben considerarse las películas.
Nuestro pueblo vive un momento de su historia que reclama la contribución de su heroísmo, de su laboriosidad, de su ingenio, de su esfuerzo, de su espíritu de sacrificio.
Estamos en la defensa constante de la Patria ante las agresiones y amenazas del imperialismo yanqui, sus lacayos y sus gusanos.
Estamos en la construcción de una economía DESARROLLADA, de abundancia, para dar a TODO nuestro pueblo condiciones de vida verdaderamente humanas, bienestar y seguridad.
Estamos en la edificación de una nueva sociedad en la que el individualismo deje el sitio al colectivismo, en la que impere, en lugar del «cada uno para sí», el «todos para uno y uno para todos»; una nueva sociedad en que el orgullo sea el trabajo, la producción, el contribuir al bien de los demás, el compañerismo.
Entendemos nosotros que el arte —el cine incluido— debe participar de la batalla por esos trascendentales objetivos.
Esa participación es a veces directa, a veces indirecta.
Digamos que puede ser por acción o por omisión.
Por acción cuando la obra artística —película, novela, pintura, canción— despierta el afán de trabajo, el ideal elevado, el heroísmo valiente, la fraternidad, el compañerismo, la abnegación.
Por omisión, cuando la obra artística o de entretenimiento evita hacerle propaganda al vago, al proxeneta, al egoísta o presentarlo simpático, atrayente, es decir, cuando evita portar ideas e incitaciones contra la Revolución, contra los objetivos y los ideales de la Revolución.
Una obra de divertimiento, de recreo alegre, ligero, que ayuda al descanso, da nuevos bríos para el trabajo, nuevas fuerzas para la acción.
No son los Accatones ni los Gardelitos modelos para nuestra juventud.
Nuestro cine debiera tenerlo en cuenta.
El sábado 14, la muy leída sección “Siquitrilla”, que escribía Segundo Cazalis en el periódico Revolución, publicó lo siguiente:
¿QUÉ PELÍCULAS DEBEMOS VER?: LAS MEJORES
¿Qué películas debe ver el pueblo? ¿Películas como La dulce vida o El ángel exterminador, premiadas en festivales del mundo entero, deben llegar al pueblo de Cuba? La sección «Siquitrilla», contra su costumbre, va a llevarle hoy la contraria, amigablemente, a otra sección seguramente mucho más importante.
SEVERINO PUENTE, actor de la radiodifusión, a quien no conocemos, escribió a la sección «Aclaraciones», señalando como «negativas», las películas Accatone, La dulce vida, El ángel exterminador, Alias Gardelito y otras que no recuerdo».
El señor Severino Puente, dice que: «¿Cómo es posible ofrecer a nuestro pueblo películas con ese tipo de argumentos, derrotistas, confusos e inmorales, sin que tenga antes, por lo menos, una explicación de lo que va a ver?»
El señor Severino Puente se siente, por lo visto, más inteligente que el pueblo, y considera que al pueblo hay que explicarle las cosas como a un retrasado mental.
Es el punto 1 con el que no está de acuerdo la sección «Siquitrilla». Nosotros creemos en la inteligencia del pueblo. Severino Puente, no.
El asunto tiene importancia, porque la sección «Aclaraciones», que es importante, le da la razón a Severino Puente. Y porque el arte es importante: La imaginación creadora, la inventiva, la alegría y la productividad, dependen de la cultura. Y porque el ICAIC, este año, ha importado las mejores películas del mundo, contrastando con dos años de terrible aburrimiento cinematográfico. Y entre esas películas de excepción, están juntas La dulce vida, italiana; Nueve días de un año, soviética; El ángel exterminador, mexicana; El Bravo, japonesa, y otras que SÍ recordamos.
COMO LA DISCUSIÓN es enriquecedora, la sección «Aclaraciones» seguramente no se ha de molestar por esta discrepancia. Durante dos años padecimos de un criterio como el que defiende esa carta. Los cines se llenaron de películas, en las que se daba una «lección» diaria a los espectadores. Y el pueblo, cansado de ser tratado como un niño tonto, llegó a hacer cola para ver algo tan insignificante como Can Can. Eran películas producto de una época ya superada en el proceso revolucionario. Exhibidas en una época, también superada por nuestra Revolución.
Exactamente como dice la sección «Aclaraciones», estamos «en la construcción de una economía desarrollada…» Esa no es tarea para ignorantes. Ni las películas sin calidad nos ayudarán a llegar al desarrollo. Por el contrario, cultura, imaginación, creatividad, productividad, abundancia, son palabras que andan cerca una de otra.
El autor de esa carta podría concentrar sus energías en mejorar la calidad de la radiodifusión y la TV, en general bastante baja. Hacer buenos programas —calidad y cantidad también se tocan—, es una forma práctica de ayudar a la abundancia y a difundir las ideas revolucionarias. Hacer programas aburridos, es todo lo contrario.
La SECCIÓN «Siquitrilla» se dio por aludida en esta cuestión por tres cosas:
1)Porque la importación del ICAIC para este año, ha sido un gran esfuerzo, caro e importante.
2)Porque «Siquitrilla» recomendó esas películas a sus lectores.
3)Porque nuestra cultura debe ser también de ABUNDANCIA.
La REVOLUCIÓN CUBANA ha aportado muchas cosas al proceso revolucionario mundial.
Y entre sus características más importantes, está ese gran respeto por la calidad, por el arte, por la cultura, por la discusión, por la imaginación. Es decir: Su carácter anti-dogmático.
El martes 17 Cazalis recogía en su “Siquitrilla” un comunicado de un grupo de directores de películas del ICAIC que reaccionaban a lo publicado por Roca el jueves anterior.
Los directores cinematográficos del Dpto. de Programación Artística del ICAIC, queremos, por este medio, manifestar ante la opinión pública nuestro desacuerdo con los puntos de vista expresados por el redactor de la columna «Aclaraciones», periódico Hoy, número del día 12 de este mes.
La falta de seriedad que significa enjuiciar películas sin haberlas visto, sería suficiente motivo de desacuerdo si en dicha columna no se hubiesen expuesto, además, juicios infundados acerca de las funciones del cine (y del arte, en general), y sobre la política que debería seguirse en la exhibición de películas.
¿Cuál debe ser la función del cine? «Enseñar al pueblo, educarle, recrearle, divertirle.» «Forjar caracteres, desarrollar el verdadero ideal e inculcar rectos principios, bajo la forma de relatos atrayentes, proponiendo a la admiración del espectador hermosos ejemplos de conducta.» «Una obra de divertimiento, de recreo alegre, ligero, que ayuda al descanso, da nuevos bríos para el trabajo, nuevas fuerzas para la acción.»
La primera de estas tres respuestas es del Papa Juan XXIII. La segunda, del célebre Código Hays, que en los años 30 sirvió de censura a la producción cinematográfica de Hollywood y de guía espiritual a instituciones tales como la Liga de la Decencia, el Ejército de Salvación, etc. La tercera respuesta es del compañero redactor de la columna «Aclaraciones».
La similitud de ideas entre Juan XXIII, el Código Hays y el compañero redactor de «Aclaraciones», nos provoca estupor. Por cierto que esta similitud no es bastante profunda y, por esto, la analogía no puede considerarse rigurosa. Sin embargo, no estamos de acuerdo con que se pretenda definir las funciones del cine (y del arte, en general), sobre principios comunes al pensamiento de la Iglesia Católica y del Código Hays, y calificamos esta comunidad de ideas como una deformación dogmática de la filosofía marxista-leninista.
El arte es un reflejo de la vida; a su vez, el arte actúa sobre ésta, determinándola, en un juego dialéctico, mediante un diálogo crítico entre el espectador y la obra de arte, siendo la vida, el espectador y su contexto histórico, la influencia determinante fundamental. Los estímulos externos a la conciencia (en este caso, las películas), actúan según las condiciones internas de la conciencia (en este caso, según el grado de lucidez crítica del espectador y la correlación de fuerzas en las circunstancias sociales en que vive y de las cuales forma parte). Por esto, nos parece absurdo insinuar, como hace el compañero redactor de «Aclaraciones», que la vida es un reflejo del arte, atribuyéndole al arte mágicos poderes, facultades de transformación en la conciencia del público que el cine jamás podría tener. No existe ni podrá existir una obra de arte, una película, que induzca al pueblo cubano a «desear una guerra de agresión» o a sentir «desprecio hacia los demás». Si el cine (y el arte, en general), tuviera esa capacidad de exorcismo, la penetración de la «cultura de masas» imperialista que padeció nuestro país durante tantos años, hubiera hecho imposible la Revolución.
Es el ser quien determina la conciencia y no al revés.
Estamos en desacuerdo, además, con la actitud maniqueísta que domina el espíritu de dichas «Aclaraciones». Al sugerir la prohibición de películas de innegables valores culturales y artísticos, esta actitud tiende a restringir a ultranza el desarrollo de nuestra cultura, a deformar unilateralmente la información, a negar, por último, la libertad que nuestras pantallas cinematográficas conquistaron el Premio de Enero de 1959.
Sépalo así la opinión pública.
¡Patria o Muerte, Venceremos!
JOSÉ MASSIP, EDUARDO MANET, JORGE FRAGA, TOMÁS GUTIÉRREZ ALEA, ALBERTO ROLDÁN, JULIO GARCÍA ESPINOSA, ROBERTO FANDIÑO, MANUEL OCTAVIO GÓMEZ, FERNANDO VILLAVERDE, FAUSTO CANEL.
El mismo día 17, Hoy daba cabida en su página 2 a las opiniones del presidente del Instituto del Cine sobre el tema.
Alfredo Guevara responde a las Aclaraciones
Las notas aparecidas el jueves 12 de diciembre en la columna «Aclaraciones» de la página editorial del periódico Hoy revelan hasta qué punto es profundo el abismo que separa las opiniones de su redactor sobre la significación de la cultura y el trabajo artístico, y las que, sobre este mismo asunto, sostiene y ratifica la Dirección del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos. Éste es el hecho que más nos importa y preocupa, tanto porque la página editorial del periódico Hoy, órgano oficial del Partido Unido de la Revolución Socialista, es atendida seguramente por el compañero Blas Roca, miembro de la Dirección Nacional, como porque aun si se tratase del criterio de un redactor, la forma en que aparecen, en una columna de «Aclaraciones» que aborda regularmente problemas del desarrollo revolucionario en sus tareas inmediatas, y orientaciones de orden ideológico referidas a los principios marxistas de nuestra Revolución, puede prestarse a interpretaciones que no podemos aceptar sin reservas y desacuerdo.
Si es posible o no juzgar el valor y significación de La dulce vida, de Federico Fellini; o de Accatone, de Pier Paolo Pasolini; de El ángel exterminador, de Luis Buñuel, o de Alias Gardelito, de Lautaro Murua, sin haber visto las obras en cuestión, es cosa que no nos concierne. No se trata ahora de medir la autoridad de opiniones que no responden al conocimiento directo. Alrededor de cada film de importancia se producen siempre comentarios y polémicas, discusiones cargadas unas veces de pasión y subjetivismo, y otras que son el producto de la reflexión y el más serio pensamiento crítico. Éste es en parte su objetivo: hacer pensar, provocar en el espectador, y aun en el que juzga de oídas, la inquietud por los problemas que plantea, por la forma en que éstos son abordados, y por los medios expresivos que le sirven para llegar más hondo y lejos. Estamos seguros de que la atención que presta la columna «Aclaraciones» y la mención que hace de estos films, incitará a verlos a partir de una actitud más alerta y crítica; y también de que provocará no ya en el espectador, sino también en los lectores, una igualmente crítica actitud ante una columna que aborda tan superficialmente los problemas de la cultura, y del arte cinematográfico en particular, reduciendo su significación, por no decir su función, a la de ilustradores de la obra revolucionaria, vista por demás en su más inmediata perspectiva.
El artista es un testigo, pero es también protagonista y combatiente, y además profeta. Debe avizorar y descubrir, adentrarse en el mundo por todos sus resquicios y develar la realidad más inmediata, pero también la más secreta o ignorada, mediata o lejana. No es revolucionario, o más revolucionario el artista, o el artesano, que canta la acción diaria, es artista revolucionario, a nuestro modo de ver, aquel que, con su ingenio y sensibilidad, con su saber y con su audacia, con su penetración y su imaginación, descubre el hilo de las cosas, o un hilo, o un hito del mundo real, hasta entonces inalcanzado, o no suficientemente explorado, y encuentra el modo de expresarlo. Esto no quiere decir, ni es lo que pretendemos subrayar, que el artista revolucionario no pueda o deba contribuir con todo su oficio y talento a abordar los temas de una inmediata urgencia. Esto lo podrá hacer, y en muchas ocasiones lo debe hacer, el artista revolucionario y puede hacerlo y en otras ocasiones le corresponde específicamente hacerlo, al especialista de la agitación política, de la propaganda revolucionaria. La propaganda puede servirse del arte, debe hacerlo. El arte puede servir a la propaganda revolucionaria, debe hacerlo. Pero el arte no es propaganda, y ni en nombre de la Revolución resulta lícito el escamoteo de sus significaciones.
La visión de un artista sobre el deterioro moral o psicológico de un personaje en la sociedad capitalista, y aun en la sociedad socialista —que no es ni tiene porque ser ni un paraíso ni un limbo sino, muy por el contrario, el territorio de la autenticidad y de la plenitud: donde el hombre no es más simple sino más complejo, donde la alegría es más verdadera, y donde también puede serlo el sufrimiento—, no puede ser considerada en modo alguno enseñanza o propaganda de una forma de alienación o incitación a la destrucción o a la autodestrucción. Y si el mundo real, motivo de la observación y vivencias del creador, materia y ámbito de su actividad, no se limita a estos problemas, situaciones y personajes, tampoco será justo y ni siquiera posible, excluirlos.
Sabemos de qué se trata, y no es la primera vez que escuchamos «cantos de sirenas»: el héroe positivo, la necesidad del final feliz, la moraleja constructiva, la elaboración de arquetipos, el llamado realismo socialista, en una palabra, socialismo, de una época en la que el artista resulta armado de un método crítico, profundización y análisis, que le abre posibilidades ilimitadas; de una época en que los creadores quedan en condiciones de realizar su obra sin cortapisas ni presiones reaccionarias —entiendo por reaccionario cuanto trata de paralizar la vida engendradora de lo nuevo, y siempre por ello creadora: y creo por eso que también en el socialismo pueden surgir, y han surgido, y surgen, tendencias reaccionarias— si ése es el realismo socialista (y si para el realismo socialista la realidad es el mundo real, y no un segmento de él —infinito por lo tanto— podremos describir la tesis del realismo socialista).
Pero no es ése el que conocemos, el que algunos sostienen y propagan sistemáticamente como vía y meta del arte. Lejos del arte que resultaría de las reflexiones anteriores se presenta como realista y socialista un arte muchas veces reaccionario, arte-opio, adormecedor o excitante, en el que se proponen a los espectadores y lectores, arquetipos abstractos —realmente abstractos— que pueden competir en falsedad e irrealidad con los mejores personajes de Corín Tellado, o la imagen habitual de supermanes de todo tipo. Es un cine adulto, complejo, dirigido al hombre integral, y por lo tanto también al intelecto, el que tratamos de programar en las salas cinematográficas. ¿Es que pretendemos fijar como sus más altas manifestaciones contemporáneas, o como las obras de mayor importancia a presentar en nuestras pantallas, los films señalados por el redactor de «Aclaraciones»? Lejos estamos de ello. No se trata de considerar tales films como ejemplo vivo del arte cinematográfico en su más lograda expresión. Se trata de reconocerles una dimensión y una significación, y de reconocerla a sus autores, o lo que es más importante y necesario: se trata de reconocerle al público, al pueblo, a los trabajadores que lo forman, el derecho y la posibilidad de juzgar por sí mismos, de apreciar, a partir de ciertos niveles de calidad, el conjunto de obras cinematográficas de todos los países.
Si como se pretende o recomienda nos limitáramos a exhibir obras de agitación o tranquilizadoras, la obra artística, y la multiplicidad de caminos que ella supone abiertos a la conciencia, a la percepción, quedarían sustituidos por los de una propaganda acaso edulcorada con fórmulas estetistas, y el público quedaría reducido a una masa de «bebés» a los cuales maternales enfermeras administrarían la «papilla-ideológica» perfectamente preparada y esterilizada, garantizando de este modo su mejor y más completa asimilación. (Es posible que así pueda lograrse divertir y recrear alegremente, y con gran ligereza ayudar al descanso, para con nuevos bríos atender el trabajo y la acción en el día o período subsiguiente.) Pero si así abordáramos los problemas de la cultura, y si con tal engendro confundiéramos su significación, quedaríamos expuestos a un general proceso de embrutecimiento y en realidad provocaríamos, no una revolución cultural ni una revolución en la cultura, sino simple y llanamente un retroceso en el hombre, y también en la Revolución.
Sabemos, claro está, que las opiniones de un redactor no hacen una política, pero como ellas coinciden con algunas otras, y con pronunciamientos que se califican a sí mismos como «política cultural del Gobierno Revolucionario» en general —véanse sino los puntos del informe del Consejo Nacional de Cultura al Primer Congreso Nacional de sus activistas, y los acuerdos de éste— queremos aclarar que no sabemos de otros lineamientos culturales que los que emanan del discurso de Fidel en la Reunión con los Intelectuales, y que la dirección del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, a la par que rechaza no ya los juicios críticos sobre determinados films —sobre los cuales debatirán seguramente los críticos cinematográficos, los creadores y personalidades de la cultura y de la vida pública— sino sobre todas las concepciones que sobre la cultura y el arte cinematográfico propone el redactor de «Aclaraciones», deja constancia de que no acepta ni practica los que suelen presentarse sin serlo como puntos de la política cultural del Gobierno Revolucionario. Esto es necesario decirlo de una vez por todas, porque lo que ahora se propone para las programaciones cinematográficas, ha sido puesto en práctica en otros campos, y va lentamente creando si no una política, una práctica que contradice las ideas que resume el discurso de Fidel al que hacemos referencia, y el que a todos nos hace reflexionar y estudiar, pronunciado recientemente por el Presidente Dorticós en la graduación de las Escuelas de Instrucción Revolucionaria.
Esperamos que el debate que han abierto los compañeros redactores de la columna editorial «Aclaraciones», conduzca a aclaraciones de fondo. Estas líneas, un tanto precipitadas por la urgencia de fijar posiciones, pretenden ser una pequeña contribución a que se aclare lo confuso, y a que las Aclaraciones sean más claras.
Alfredo Guevara.
El miércoles 18, “Aclaraciones” volvía sobre el tema.
¿Cuáles son las mejores películas?
Al llegar a La Habana, después de unos días de viaje por Oriente, nos encontramos con una polémica.
«Siquitrilla», una sección que regularmente leemos, discrepa fraternalmente —sin molestarnos— de las opiniones que dimos en torno a una carta de Severino Puente.
La carta trataba de películas.
Y las opiniones también.
«Siquitrilla», por tanto, pregunta: «¿Qué películas debemos ver?» Y contesta:
«Las mejores.»
Respuesta muy lógica y de la que no se puede, honradamente, discrepar.
Estamos de acuerdo en que cada quien querrá ver las mejores películas, sin duda.
Y todos queremos que se vean las mejores entre todas las cintas cinematográficas.
Pero ¿cuáles son ellas?
¿Qué reglas o criterios se siguen para calificar una película de mejor?
¿Quiénes deciden cuáles son las mejores películas?
¿Pueden, los espectadores, dar su opinión sobre las películas y calificarlas de buenas o malas, según su criterio?
Porque se trata de que una película considerada por unos como la mejor, otros la conceptúan como la peor.
Entonces se nos presenta el problema ¿es mejor o peor? O, siquiera, ¿es mala o buena?
Unos espectadores forman un concepto y otros el contrario, seguramente porque tienen distintos criterios para juzgar la película.
¿Cuestión de gustos?
Los espectadores tienen distintos gustos fílmicos y no puede ser de otra manera. No puede ser que todo el mundo tenga los mismos gustos y no es obligatorio tampoco que sea así. Lo lógico es que a unos nos guste una película y a otros les guste otra.
Unos pueden apreciar en una cinta unos valores y otros pueden considerar otros, al formarse sus respectivos conceptos sobre ella.
Un entendido apreciará, por ejemplo, sus valores formales, la calidad de su fotografía, la sincronización de los sonidos, el ritmo de su desarrollo, etc. Es posible que encuentre alguna película que, desde ese punto de vista, considere que es la mejor y que, no obstante, su contenido le resulte desagradable o contrario a sus ideas.
Otro, digamos, puede considerar que una cinta, por la calidad de su argumento, por la audacia y complejidad del tema que trata, es una gran película, aunque entienda que por su fotografía, sus tomas, su montaje, etc., resulta mala.
Unos pueden admirar la película por su música, otros por sus colores, algunos por los paisajes o por las bellezas femeninas que la protagonizan, etc.
Otros pueden preocuparse no sólo de esos aspectos de la película, sino, además, de su probable o posible efecto, en un sentido o en otro, en los espectadores, de una u otra edad, de una u otra actitud ante los problemas actuales de nuestra sociedad en transición.
En lo que a nosotros se refiere no es una cuestión de gustos.
Al juzgar sobre este asunto no nos guiamos por nuestros gustos o preferencias personales.
Puede que algo no nos guste y lo consideremos positivo; puede que algo nos guste y lo consideremos negativo o inconveniente.
¿Cuál es nuestro criterio para juzgar acerca de películas… y no sólo de películas?
Nuestro criterio toma su punto de partida de los siguientes conceptos básicos:
Para nosotros lo más importante de todo es la Revolución, su marcha, su destino, su éxito en la construcción de la nueva sociedad socialista.
Nada hay más importante que la Revolución porque su suerte decide la de nuestro pueblo, y en lo que tiene de universal, el de los trabajadores del mundo.
Nada contrario a la Revolución, nada que dañe o perjudique a la Revolución puede ser bueno, es el primer precepto que guía nuestro criterio.
En el presente período de la construcción del socialismo tres son los aspectos principales de la actividad revolucionaria: 1) la defensa de la patria frente a las agresiones y amenazas constantes del imperialismo yanqui y sus lacayos; 2) la elevación, multiplicación y mejoramiento de la producción para satisfacer las necesidades de nuestro pueblo, y 3) la afirmación de la conciencia revolucionaria socialista como uno de los elementos de la defensa, de la construcción económica, de la cultura y de las nuevas relaciones que presidirán la nueva sociedad.
Estos no son los únicos aspectos de la actividad revolucionaria, pero sí son los básicos, los que deciden los demás.
En consecuencia:
Nada que afloje el espíritu combatiente, de sacrificio y pelea de nuestro pueblo, nada que lo contamine de blandenguería burguesa o de despreocupación frente a los imperialistas, sus lacayos y sus gusanos contrarrevolucionarios es bueno. Tal es el segundo precepto que guía nuestro criterio.
Nada que incline a no trabajar o a no esforzarse en el trabajo, nada que tienda a aflojar la disciplina en el trabajo, nada que propague —en cualquier forma que sea— la vagancia, nada que tienda a disminuir el esfuerzo, la producción —cantidad y calidad— puede ser bueno.
El tercer precepto que guía nuestro criterio es, pues, que no debe fomentarse, difundirse ni tolerarse nada que dañe el esfuerzo en la producción, sea una ventaja sectorial del pasado, sea un vicio superviviente, sea una película o una canción; un artículo o una novela, un defecto o un error; sea la ignorancia, la incultura o la falta de conocimientos técnicos; sea la incorrecta organización o el mantenimiento de viejas rutinas.
Nada que deprima la conciencia revolucionaria socialista, que la combata o la niegue, que vaya contra ella, puede ser bueno. Ese es el tercer precepto que guía nuestro criterio al juzgar sobre hechos y cosas.
No somos partidarios de las películas aburridas, sin conflictos, sin interés, sin alegría, sin arte ni creación.
No creemos que cada película deba dar una «lección» a los espectadores.
No creemos en la mojigatería, aplicada al cine.
No creemos que las películas deban venir sólo de los países socialistas.
Sí creemos que las películas que se exhiban en Cuba, escogidas entre las mejores, con los temas más variados y los géneros más diversos, no deben en ninguna forma influir en alejar a núcleo alguno de los espectadores de las tareas históricas que tiene ante sí nuestro pueblo.
El jueves 19, en “Aclaraciones”, Blas Roca da a conocer la que sería la primera de sus cinco respuestas públicas directas a Guevara.
Respuesta a Alfredo Guevara
Un profundo abismo separa sus opiniones de las nuestras acerca de la cultura y el trabajo artístico, declara en tono agresivo Alfredo Guevara, Director del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos, con motivo de lo que expresamos acerca de películas; en respuesta, como es norma de esta columna, a la carta de un lector.
Algo de arte nos habló un campesino de 78 años de edad, hace dos días, en un rincón del Realengo 18, escenario histórico de un combate que la pluma de Pablo de la Torriente Brau nos dejó descrito para siempre con apasionada prosa.
Se trata de Vicente, un viejo luchador de esos que nunca dieron la espalda a sus ideales, ni cambiaron sus convicciones, ni intrigaron contra nadie, ni rehuyeron el encuentro con los compañeros, cualesquiera fueran los vientos que soplaran o los rumores que se hicieran correr.
A su casa, en lo profundo de un barranco —no tan hondo, desde luego, como el abismo abierto por Guevara— fuimos, con los compañeros comandante Raúl Castro, Ramón Nicolau, comandante Armando Acosta, capitán Jorge Risquet y otros a entregarle el honroso carnet de militante del Partido Unido de la Revolución Socialista, que recibió emocionado.
No obstante su enfermedad, se sentó a conversar con nosotros y, en respuesta a algunas preguntas, refirió cómo ocultó sus libros de las búsquedas de los esbirros de la tiranía y cómo, después, los prestaba a un joven combatiente del Ejército Rebelde en los años de la dura lucha. El joven quería libros sobre la guerra y él le daba novelas (obras de arte) rusas o soviéticas.
Al oírlo, recordábamos al miliciano que al regreso de Playa Girón nos hablaba con fervorosa admiración de Los hombres de Panfílov que le «habían ayudado» en la pelea con los mercenarios enviados por los imperialistas norteamericanos.
¡Magnífico arte el de esos escritores soviéticos, autores de novelas que ayudaron a nuestros combatientes en la lucha contra la tiranía y contra los mercenarios del imperialismo!
¡Admirable comportamiento del ya anciano campesino que se arriesga a la presión por conservar una novela, que será como un arma más contra los que le persiguen!
¡Fecunda decisión de Fidel que mandó a imprimir en grandes cantidades las novelas combatientes que ayudaron a no pocos héroes de Playa Girón!
Estas novelas, ¿serán obras del realismo socialista?, ¿serán obras de agitación, tranquilizadoras?, ¿sus personajes serán arquetípicos?, ¿serán obras de propaganda edulcorada con fórmulas estetistas para dar a un público de «bebés», al cual, ya el viejo campesino, ya el jefe de batallón, le administrarían la «papilla-ideológica» preparada y esterilizada?
Confesamos nuestro profundo aprecio por esas novelas que nos han ayudado a conseguir y a mantener la libertad —libertad para nuestra Patria, libertad para nuestro pueblo—, cualesquiera que sean las opiniones que sobre ellas tenga la Dirección del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos.
¿Género único o procedencia única? No, porque en todo el mundo hay clase obrera y hay pueblo y porque en la vida hay de todo: hay combate y paz, hay trabajo y descanso, hay terneza y rencor, hay alegría y dolor, hay amor y odio, hay honradez y sinvergüencería, hay sinceridad e hipocresía, hay firmeza y veleidad, hay convicción y oportunismo, hay amigos y enemigos.
«El artista es un testigo, pero es también protagonista y combatiente, y además profeta.» Eso nos repite Alfredo Guevara.
Bien.
Si es protagonista y combatiente, testigo y profeta, debe ser, sin duda, un gran artista, capaz, además, de descubrir las cosas ocultas, incluso las que están tras los alborotos sin aparente causa.
Pero Guevara no se limita a esa conclusión.
Del hecho de que el artista es testigo y profeta —además de protagonista y combatiente— deriva que: «No es revolucionario, o más revolucionario, el artista que canta la acción diaria.»
A nuestro modo de ver sí es revolucionario el artista que canta la acción diaria, la acción de la Revolución, la acción del pueblo.
Se dolía Fidel, ante el espectáculo del ciclón y del heroísmo de los hombres que se enfrentaron a él, de que nuestros escritores no hubieran emprendido, en contacto directo con la realidad entonces actual, la narración artística del suceso. Algunos, de pronto, resintieron sus palabras, sin acertar a ver en ellas la expresión de quien ante el espectáculo grandioso y desusado de la naturaleza y del hombre, en toda su belleza viril, siente el ardiente deseo de ver allí al pintor, al escritor, al artista que capte y refleje en toda su grandeza el singular acontecer. Luego esto se entendió, como quedó expresado en una declaración de la UNEAC. Vimos, nosotros, en esas palabras, el afán de que el artista, el escritor, se meta en los hechos, penetre en sus entrañas, conviva en la granja, acompañe a la brigada, se hunda en la trinchera, observe el círculo infantil, se identifique con la fábrica y saque de todo ello el material de las obras en que ha de reflejarse, con veracidad y pasión, la epopeya de un pueblo que transforma sociedad, economía y naturaleza y que se transforma a sí mismo. Era, nos parece, una reclamación a que se cantara la «acción diaria», que los artistas tendrían o no medios de hacer en aquella oportunidad, pero cuya necesidad se siente con vehemencia.
Es revolucionario, también, el artista que sin cantar «la acción diaria» canta la vida en toda su demisión.
No pretendemos escamotear la significación del arte confundiéndolo con la propaganda.
Pero entendemos que el arte, además de forma, tiene contenido, expresa algo.
Guevara dice que la propaganda debe servirse del arte. Estamos de acuerdo.
«El arte —reitera— puede servir a la propaganda revolucionaria.»
De acuerdo, también.
Que nadie entonces se escandalice ni alborote cuando discutimos el uso del arte en la propaganda revolucionaria ni nos acuse, por ello, de pretender reducir todo el arte a propaganda.
Dice Guevara que «la visión de un artista sobre el deterioro moral o sicológico de un personaje en la sociedad capitalista, y aun en la sociedad socialista […] no puede ser considerada en modo alguno enseñanza o propaganda de una forma de alienación o destrucción o la autodestrucción.»
Considérela como quiera: tales visiones de los artistas que las tienen influyen precisamente en ese sentido cuando son expresadas de modo que mueven simpatía hacia los personajes.
Agrega: «Y si el mundo real, motivo de la observación y vivencias del creador, materia y ámbito de su actividad no se limita a estos problemas, situaciones y personajes, tampoco será justo y ni siquiera posible, excluirlos.»
Esto resulta bastante confuso.
Si lo que proclama es que tenemos que aceptar toda obra de arte de cualquier contenido —revolucionario o contrarrevolucionario, socialista o anti-socialista, progresista o reaccionario— sentimos disentir de su opinión.
En el arte, como en lo demás, somos contrarios a lo contrarrevolucionario, a lo anti-socialista y a lo reaccionario.
El viernes 20, en “Bateando bolas” del diario Hoy se hacía alusión a un tiqui tiqui protagonizado por una tal Ana María Bello que metía en el ajo nada menos que al presidente de la república. Algo totalmente inaudito en la prensa de la época, tan estirada y oficial, el comentario parecía una nota propia de una sección de chismes de la farándula.
Bateando bolas de afuera
Generalmente, nuestra sección batea bolas de afuera. Hoy ha querido darle, en la misma costura, a una de adentro.
Aunque quizá no venga de tan adentro como de algo afuera.
De todos modos, de esta manera esta bola queda fuera de ese juego (afuera-adentro-afuera) que algunos gustan jugar.
Compañera Ada María Bello: eso que usted ha estado diciendo, en base de lo que dice le dijeron, de que la respuesta de Alfredo Guevara a “Aclaraciones” no se iba a publicar en HOY y que si salió publicada se debió a una intervención del Presidente Dorticós, es sencillamente una bola.
Pregúntele a quien se lo dijo por qué lo hizo.
A su lado, una crítica mordaz de Leonel López-Nussa (que firmaba con el seudónimo de Alejo Beltrán) al cine de Michelangelo Antonioni, aparecida en Hoy, tenía el evidente propósito de reforzar los criterios expresados días antes por el director del periódico.
Miguel Ángel Antonioni es un director muy respetado internacionalmente por la crítica, tanto que se le considera un «filósofo» del cine. Sus películas han recibido premios y han sido objeto de largas discusiones en cine-debates, en la prensa y en los corrillos de aficionados. Desde que en 1950 dirigió Crónica de un amor (obra por la cual se le concedió la Cinta de Plata, premio anual de los periodistas cinematográficos) hasta El desierto rojo, su última realización (1963), pasando por La noche (1961), «el drama de la soledad», y por La aventura (premio especial en el Festival de Cannes, 1960), «la película que más impresionó a los críticos», Antonioni se ha paseado por el mundo del cine como un señor muy serio al que hay que respetar y a cuyo paso es menester inclinarse ligeramente en señal de admiración.
La gran falla de Miguel Ángel Antonioni, sin embargo (hasta ahora su pretendida virtud), es que él no hace películas, sino «discursos»; Antonioni utiliza el cine como un pretexto para proclamar ante el mundo sus conceptos filosóficos o, lo que es lo mismo, su posición ante la vida.
Y bien, ¿cuál es esa posición? ¿Cuál es esa filosofía? Está en sus películas y todo el mundo vio un fragmento de ese discurso en La aventura y ahora puede ver otro fragmento en El grito, premio de la crítica en el X Festival Cinematográfico Internacional de Locarno en 1957.
A Miguel Ángel Antonioni no le interesan las anécdotas, lo que a él le interesa es «la soledad humana». En sus películas de amor «el amor ya no tiene razón de existir» debido a que «el hombre está solo». Esta tesis parece haber sido desarrollada al máximo en La noche, según se desprende del argumento: «Dos personas que están convencidas de quererse todavía, descubren, en el transcurso de pocas horas, que ya no tienen nada que decirse; están separadas por una invisible muralla de cristal, contra la cual es inútil cualquier rebelión… Los dos protagonistas se mueven, casi aplastados por la enormidad de las cosas, por la extrañeza de las cosas; se buscan y ya no consiguen encontrarse.»
Efectivamente, de Miguel Ángel Antonioni puede decirse que es «un caso». ¿Un caso perdido o un mal caso? En todo caso, «un caso». Veamos El grito.
Como quiera que la historia importa poco, poco importa que Aldo viva con una mujer casada a la que se le muere el marido: cuando él quiere a su vez casarse con ella se entera de que hay un tercero y Aldo decide marcharse con la hija, buscando el contacto de otras mujeres con las que no consigue «comunicarse». Después de muchos fracasos regresa al punto de partida, suicidándose ante «el grito» de la que fuera su compañera. ¡Bonita historia para ser contada!
Lo que no relata esta sinopsis es la catarata de lugares comunes a la peor italiana que se han reunido en El grito, acumulando una tal cantidad de melodrama vulgar, de ramplonería y de mal gusto como sólo a un «genio» del cine se le puede ocurrir, en plan de filósofo. ¡Y que se diga luego que los argumentos son «pretextos» para Miguel Ángel Antonioni! ¿Pretextos de mal gusto para su decadente filosofía?
Que la realización no sea de Antonioni si no de Franco Cancellieri no modifica en nada la situación, puesto que el «film» es de Antonioni. Además, la fotografía es excelente. Realizada ex-profeso en gris mortal (el «gris mortal» es un gris deliberadamente confeccionado para deprimir a los mortales) la cinta transcurre entre la pesadilla de una filosofía de barrio y un argumento de culebrón, capaz de estremecer en su asiento al más insensible. ¡Y todo para demostrar que el hombre está solo! ¿No hubiera sido mucho más sencillo demostrar que «algunos» hombres están solos? Antonioni, por ejemplo.
El viernes 20 de diciembre del 63, Vicentina Antuña, presidenta del Consejo Nacional de Cultura, organismo rector del ramo, entra en la polémica con este escrito publicado en el periódico Hoy.
El Consejo Nacional de Cultura contesta a Alfredo Guevara
En su respuesta a las opiniones emitidas en la sección «Aclaraciones» del periódico Hoy, sobre determinadas películas exhibidas en 1963, el presidente del ICAIC, compañero Alfredo Guevara, consideró necesario dejar constancia de que el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos «no acepta ni practica los que suelen presentarse sin serlo como puntos de la política cultural del Gobierno Revolucionario», precisando que esos puntos son los expuestos en el informe del Consejo Nacional de Cultura al Primer Congreso de Cultura, celebrado el pasado año.
Este Congreso, por cierto, no fue sólo de activistas del CNC, como afirma el presidente del ICAIC, sino que en él participaron, con voz y voto, los dirigentes y amplias representaciones de las organizaciones de masa, así como de los organismos estatales que en alguna forma tienen que ver con el quehacer cultural, habiendo pronunciado el discurso de clausura el Presidente de la República, Dr. Osvaldo Dorticós Torrado.
Estas declaraciones de Guevara nos obligan a recordar que tanto el Informe de referencia como las conclusiones del Primer Congreso de Cultura, fueron votadas y aprobadas, sin abstenciones, por los concurrentes al mismo entre los que se encontraba una nutrida delegación del ICAIC, encabezada por su Presidente, y en ningún momento, ni durante la preparación del Congreso, ni en éste, ni posteriormente se manifestaron las discrepancias que ahora se exponen en el artículo de
Guevara. En cuanto a éste, es preciso recordarle también su presencia en las sesiones de trabajo del Congreso Nacional de Cultura en que se dio forma a los diez puntos que en estos momentos desconoce tan decididamente, y su participación en la reunión del Consejo con el Presidente de la República y con el Primer Ministro en que se discutieron y aceptaron los mencionados diez puntos, sin que tampoco en esas oportunidades diera a conocer el compañero Guevara las hondas discrepancias que ahora manifiesta.
Resulta bien insólito que un funcionario del Gobierno Revolucionario exprese en la forma en que lo ha hecho el Presidente del ICAIC, su absoluto desconocimiento de las orientaciones y decisiones de un Organismo del Estado al que la ley confiere de modo preciso las funciones, que él pretende negarle, de «dirigir y orientar la política cultural», y la elaboración de los planes que considera y aprueba el Consejo de Ministros, y que han de estar siempre inspirados en los principios básicos de la política estatal. Este desconocimiento del compañero Guevara demuestra, lo que es muy grave, una profunda incomprensión de las funciones del Estado y de cada uno de sus organismos, así como de la disciplina y la relación que ha de existir entre ellos.
Como en el artículo de Guevara se aclara, además, que la Dirección del ICAIC no sabe de «otros lineamientos culturales que los que emanan del discurso de Fidel en la reunión con los Intelectuales», contraponiéndolos a los diez puntos del Informe del CNC al Primer Congreso de Cultura que no acepta ni practica, nos parece oportuno, para evitar que se pretenda confundir con tanta ligereza a la opinión pública, reproducir lo que al respecto se dice en el mencionado Informe:
“Antes que otra cosa, se imponía definir la política a seguir y ésta fue formulada ampliamente durante el año 1961 y expuesta en las conversaciones del Primer Ministro, compañero Fidel Castro, con los intelectuales y, posteriormente, en el discurso del Presidente Dorticós al Primer Congreso de Escritores y Artistas.
El Gobierno de Cuba, a través de sus más altos exponentes, adoptaba en materia de cultura la postura del más amplio respeto y reconocimiento a todas la expresiones literarias y artísticas que por su contenido no entran en conflicto con los fines de la Revolución, propiciando a la vez un arte y una literatura que reflejen los problemas, inquietudes y sentimientos de nuestro pueblo y que sirvan de medio de comunicación con el mismo.
Por otra parte, se trazaron los objetivos más urgentes que tenía que proponerse el Gobierno Revolucionario y que han quedado expuestos en los diez puntos que figuran en el Anteproyecto y que a continuación exponemos:
1. Estudiar y revalorizar nuestra tradición cultural y muy especialmente la del siglo XIX, en que surgió la nacionalidad cubana. Divulgar sus más positivas manifestaciones.
2. Estudiar e investigar nuestras raíces culturales. Reconocimiento del aporte negro y la significación que le corresponde en la cultura cubana.
3. Despojar las expresiones folclóricas del campo y de la ciudad y las manifestaciones populares de nuestra cultura, de las mistificaciones de los elementos ajenos a su propia esencia, creando las condiciones necesarias para que puedan expresarse en toda su pureza.
4. Trabajar porque se reconozcan sin reservas el talento, la capacidad del cubano, y se valorice adecuadamente a nuestros creadores, ofreciéndoles las oportunidades necesarias para que puedan producir en condiciones propicias.
5. Formar, a través de las Escuelas de Arte y Seminarios, una nueva intelectualidad surgida de la propia masa obrero-campesina.
6. Propugnar un arte y una literatura en consonancia con el momento histórico que vive Cuba. Esto, a través de una labor educativa que propicia cada vez en mayor grado el contacto íntimo de nuestros creadores con el pueblo, su convivencia directa con los hombres del campo y los obreros de las fábricas.
7. Dar a las ciencias el lugar que le corresponde en la actividad cultural en el proceso de superación de nuestras condiciones de país subdesarrollado.
8. Propiciar la superación cultural de las grandes mayorías, desarrollando intensamente actividades encaminadas a interesarlas en el buen arte y en la lectura de los libros de valor literario o científico.
9. Hacer desaparecer el gran desnivel que hoy existe entre la vida cultural de la capital y la del resto de la Isla, propiciando las actividades culturales en las provincias, tanto en las localidades urbanas como en los medios rurales.
10. Desarrollar, aprovechándolas al máximo, las posibilidades del intercambio cultural con todos los países, de manera que ello permita que el pueblo de Cuba, sus intelectuales y científicos, tengan la oportunidad de conocer las expresiones culturales de diferentes escuelas y continentes.
Aunque no deja de parecer ridícula la pretensión del compañero Guevara, de ser quien decida cuándo se actúa o no de acuerdo con «las ideas que emanan del discurso de Fidel a los Intelectuales», consideramos que afirmaciones como las que hace el Presidente del ICAIC exigen una explicación, con argumentos y con hechos esclarecedores. Por ello, lo emplazamos a que, por los mismos medios que ha elegido para expresar sus anteriores criterios, explique:
1º. En virtud de qué principios se arroga el derecho de ignorar las funciones otorgadas por el Gobierno Revolucionario a uno de sus organismos, en este caso el Consejo Nacional de Cultura.
2º. Con qué razones y elementos cuenta para aseverar que los diez puntos que figuran en el Informe del CNC y en la resolución aprobada por el Primer Congreso Nacional de Cultura suelen presentarse sin serlo como puntos de la política cultural del Gobierno Revolucionario.
3º. En qué hechos se basa para sostener que el Consejo Nacional de Cultura, en la orientación de la política cultural, ha entrado en contradicciones con las ideas expresadas por los compañeros Fidel y Dorticós al respecto.
4º. Las razones de sus discrepancias con los diez puntos enunciados como objetivos más urgentes de la política cultural del Gobierno Revolucionario, así como los motivos que lo han llevado a manifestarlas ahora públicamente «de una vez y para siempre», sin que hasta este momento las hubiera expuesto en las oportunidades de su discusión y aprobación.
Por el Consejo Nacional de Cultura.
Vicentina Antuña
Presidente
18 de diciembre de 1963
El día 19, el periódico El Mundo publicó un editorial que lo ubicaba en la misma línea de pensamiento expresada por Blas Roca. En su parte final afirmaba:
En el momento presente, va contra la Revolución: 1) Todo lo que debilite de algún modo la defensa de la patria o la determinación de nuestro pueblo de hacer todos los sacrificios para defenderla; 2) todo lo que perjudique el esfuerzo de nuestro pueblo por elevar la producción y mejorar la calidad de los productos; por satisfacer las necesidades de la población; por llevar adelante con entusiasmo las grandes y difíciles tareas de la construcción del socialismo; y 3) todo lo que en alguna forma perjudique el desarrollo de la conciencia revolucionaria socialista, sin la cual fallarán los resortes morales de que depende en medida considerable el triunfo de la Revolución.
Según eso, y atendiendo a la influencia del cine sobre las masas, toda película que de alguna manera afecte esos principios, resulta negativa como mensaje, por alta que sea su calidad artística.
¿Cuáles son, pues, las mejores películas para el pueblo en el momento actual de Cuba? A nuestro modesto juicio, aquellas que, siendo interesantes y atractivas, técnica y artísticamente distinguidas, sirvan al mismo tiempo las tres necesidades fundamentales que señala nuestro colega Hoy en sus «Aclaraciones»: a) elevar el espíritu combatiente del pueblo cubano frente a la agresión imperialista; b) favorecer el esfuerzo revolucionario por elevar y multiplicar la producción —por trabajar, en una palabra; y c) reafirmar y elevar la conciencia revolucionaria de nuestro pueblo.
El 20 de diciembre, Roca lanza la segunda parte de su respuesta a Guevara.
II parte de respuesta a Alfredo Guevara
En el párrafo en que Alfredo Guevara critica poco oportunamente al Consejo Nacional de Cultura, apela, para reforzar sus palabras con una frase, al discurso del compañero Fidel en la reunión de los intelectuales.
No sabemos si Guevara recuerda en toda su extensión las Palabras a los intelectuales de nuestro jefe y guía, y las circunstancias que promovieron las reuniones, al final de las cuales fueron pronunciadas.
Ante la duda sobre su memoria, vale la pena recordarlas, porque esas palabras son una verdadera e invariable guía para nosotros y deben serlo para todos.
Primero hablemos de las circunstancias.
Se trataba, casualmente, como hoy, de películas.
Alfredo Guevara, en su condición de autoridad máxima del Instituto del Cine propuso concretamente (1) la prohibición de una película documental (2), que con el pretexto del folclor presentaba una imagen completamente falsa de La Habana de diciembre de 1960 y denigrante para nuestro país.
Notas:
1. En una fe de errata publicada en su artículo del día siguiente, Blas Roca señaló que donde decía “concretamente” debió decir: “correctamente”, pues entendía que la proposición hecha entonces por Guevara fue correcta.
2. Se refiere al cortometraje “PM”, creado en el ICAIC por los jóvenes cineastas Orlando Jiménez Leal y Sabá Cabrera Infante, cuya exhibición fue prohibida.
Falsa, porque cuando nuestro pueblo tomaba el arma, se hundía en el fango de las trincheras y mantenía a la fría y lluviosa intemperie el ojo abierto de la vigilancia y presto el brazo a la respuesta de hierro y fuego, que materializó tres meses después en Playa Girón, la película presentaba a una Habana de cabarets y vicios.
Denigrante porque mostraba, como único, lo que queda de un pasado que la sociedad superará.
Alfredo Guevara no quiso tomar la responsabilidad personal por aquella decisión que proponía, e invitó a miembros del Consejo de Cultura y del Gobierno a ver la cinta.
El alboroto en ciertos medios intelectuales —similar a éste de ahora—, que se consideraron afectados por la prohibición de la exhibición cinematográfica, condujo a que se celebraran las tres reuniones de la Biblioteca Nacional de cuyas discusiones Fidel hizo el resumen.
El compañero Fidel, aunque no había visto la película en cuestión, defendió la decisión tomada sobre ella y, sobre todo, el derecho del Gobierno a revisar las películas.
«Para nosotros, en este caso», dijo textualmente Fidel, «lo fundamental es, ante todo, precisar si existía o no existía ese derecho por parte del Gobierno; se podrá discutir la cuestión del procedimiento, como se hizo; determinando si no fue amigable, si pudo haber sido mejor un procedimiento de tipo amistoso; se puede discutir hasta si fue justa o no justa la decisión. Pero hay algo que yo no creo que discuta nadie y es el derecho del Gobierno a ejercer esa función, porque si impugnamos ese derecho entonces significaría que el Gobierno no tiene derecho a revisar las películas que vayan a exhibirse ante el pueblo.»
Fidel se refirió también a la importancia que tiene el cine en la educación y en la formación ideológica del pueblo, lo que hace más necesaria su adecuada dirección.
«Hay además», añadió Fidel, «algo que todos comprendemos perfectamente: que entre las manifestaciones de tipo intelectual o artístico hay algunas que tienen una importancia, en cuanto a la educación del pueblo o a la formación ideológica del pueblo, superior a otros tipos de manifestaciones artísticas. Y no creo que nadie puede discutir que uno de esos medios fundamentales e importantísimos es el cine, como lo es la televisión. Y, en realidad, ¿pudiera discutirse en medio de la Revolución el derecho que tiene el Gobierno a regular, revisar y fiscalizar las películas que se exhiban al pueblo? ¿Es acaso eso lo que se está discutiendo?
»Y ¿se puede considerar como una limitación o una fórmula prohibitiva el derecho del Gobierno Revolucionario a fiscalizar esos medios de divulgación que tanta influencia tienen en el pueblo?
»Si nosotros impugnáramos ese derecho del Gobierno Revolucionario estaríamos incurriendo en un problema de principios porque negar esa facultad al Gobierno Revolucionario sería negarle al Gobierno su función y su responsabilidad, sobre todo en medio de una lucha revolucionaria, de dirigir al pueblo y de dirigir a la Revolución; y a veces ha parecido que se impugnaba ese derecho del Gobierno y en realidad si se impugna ese derecho del Gobierno nosotros opinamos que el Gobierno tiene ese derecho».
Eso expresó el compañero Fidel en sus Palabras a los intelectuales al referirse, precisamente, a la película y al cine.
De ellas hemos subrayado las que definen dos cuestiones para nosotros capitales:
1.- La función y responsabilidad del Gobierno Revolucionario de fiscalizar lo que se exhibe al pueblo, como parte de su función y responsabilidad en la dirección del pueblo y de la Revolución.
2.- La gran importancia del cine, por la influencia que tiene en el espectador, como medio de educación o de formación ideológica del pueblo.
24 horas más tarde, Roca continuaba disparando.
III parte de respuesta a Alfredo Guevara
«Para recordatorio de unos y conocimiento de otros», como nos recitaban en el Castillo del Príncipe cuando formábamos filas para recibir las visitas del público, no parece ocioso reproducir algunos otros pasajes del discurso del compañero Fidel a los intelectuales que, probablemente, ayuden a «aclarar lo confuso», como quiere Alfredo Guevara.
«El problema que aquí se ha estado discutiendo —dice Fidel— y vamos a abordar, es el problema de la libertad de los escritores y los artistas para expresarse.
»El temor que aquí ha inquietado es si la Revolución va a ahogar esa libertad, es si la Revolución va a sofocar el espíritu creador de los escritores y de los artistas.
»Se habló aquí de la libertad formal. Todo el mundo estuvo de acuerdo en que se respete la libertad formal. Creo que no hay duda acerca de este problema.»
Son palabras precisas y claras, éstas de Fidel, que no admiten confusión posible.
Todo el mundo estuvo de acuerdo en que se respete la libertad formal.
La forma en que ha de expresarse el artista, literato o poeta, músico o pintor, teatrista o cineasta, la decide él mismo, en la seguridad de que nadie intentará dictarle normas, imponerle estilos.
La forma puede gustar o no, puede hacer comprensible o no el sentido de la obra, pero no es estorbada, no es condenada, no es excluida.
«La cuestión se hace más sutil —continúa Fidel— y se convierte verdaderamente en el punto esencial de la discusión cuando se trata de la libertad de contenido. Es el punto más sutil porque es el que está expuesto a las más diversas interpretaciones. El punto más polémico de ésta cuestión es: si debe haber o no una absoluta libertad de contenido en la expresión artística. Nos parece que algunos compañeros defienden ese punto de vista. Quizás por temor a eso que estimaron prohibiciones, regulaciones, limitaciones, reglas, autoridades, para decidir sobre la cuestión.
»Permítanme decirles, en primer lugar, que la Revolución defiende la libertad; que la Revolución ha traído al país una suma muy grande de libertades; que la Revolución no puede ser por esencia enemiga de las libertades; que si la preocupación de algunos es que la Revolución vaya a asfixiar su espíritu creador, que esa preocupación es innecesaria, que esa preocupación no tiene razón de ser.
»¿Dónde puede estar la razón de ser de esa preocupación? Sólo puede preocuparse verdaderamente por este problema quien no esté seguro de sus convicciones revolucionarias. Puede preocuparse por este problema quien tenga desconfianza acerca de su propio arte; quien tenga desconfianza acerca de su verdadera capacidad para crear. Y cabe preguntarse si un revolucionario verdadero, si un artista o intelectual que sienta la Revolución y esté seguro de que es capaz de servir a la Revolución, puede plantearse este problema; es decir, el si la duda cabe para los escritores y artistas verdaderamente revolucionarios. Yo considero que no; que el campo de la duda queda para los escritores y artistas que sin ser contrarrevolucionarios no se sientan tampoco revolucionarios.
»Y es correcto que un escritor y artista que no sienta verdaderamente como revolucionario se plantee ese problema; es decir, que es un escritor y artista honesto, que sea capaz de comprender toda la razón de ser y la justicia de la Revolución sin incorporarse a ella se plantee este problema. Porque el revolucionario pone algo por encima de todas las demás cuestiones; el revolucionario pone algo por encima aún de su propio espíritu creador: pone la Revolución por encima de todo lo demás y el artista más revolucionario sería aquel que estuviera dispuesto a sacrificar hasta su propia vocación artística por la Revolución.»
Claridad absoluta en las palabras de Fidel.
Para el artista que no es revolucionario, pero que es honrado, es para el que existe el problema del contenido de su obra en el medio revolucionario, en el país en que la Revolución triunfó y trabaja para lograr los cambios históricos económicos y sociales que determinan su contenido, que constituyen sus fines.
Para el artista que es verdaderamente revolucionario, que está, en la intimidad de su conciencia, identificado a plenitud con la Revolución, con sus fines y objetivos, no habrá problema de contenido —ni de forma— pues éste estará determinado por sus convicciones, coincidentes en todo con la Revolución.
Para ese artista no habrá nada por encima de la Revolución y juzgará a todo, incluyendo su obra y su arte, según el interés de la Revolución.
Ese artista tendrá un objetivo: servir a la causa de la redención del hombre, a la causa de la redención de los explotados, a la causa de la redención de los trabajadores y no tendrá ningún conflicto al servir a esa causa con su arte, con su creación, con su obra, con su quehacer.
«Si a los revolucionarios nos preguntan qué es lo que más nos importa, nosotros diremos: el pueblo y siempre diremos el pueblo. El pueblo en su sentido real, es decir, esa mayoría del pueblo que ha tenido que vivir en la explotación y en el olvido más cruel. Nuestra preocupación fundamental siempre será las grandes mayorías del pueblo, es decir, las clases oprimidas y explotadas del pueblo. El prisma a través del cual nosotros miramos todo, es ése: para nosotros será bueno lo que sea bueno para ellas; para nosotros será noble, será bello y será útil, todo lo que sea noble, sea útil y sea bello para ellas.»
Así piensan los revolucionarios, así enfocan los revolucionarios, todos los problemas.
«Quién sea más artista que revolucionario —insiste Fidel— no puede pensar exactamente igual que nosotros. Nosotros luchamos por el pueblo y no padecemos ningún conflicto porque luchamos por el pueblo y sabemos que podemos alcanzar los propósitos de nuestra lucha. El pueblo es la meta principal. En el pueblo hay que pensar primero que en nosotros mismos, y ésa es la única actitud que puede definirse como una actitud verdaderamente revolucionaria.»
El 21 de diciembre, el presidente del ICAIC, ya convencido de que era a Blas Roca y no a un redactor de su periódico a quien se enfrentaba, envió el siguiente artículo a Hoy. Fue publicado en la edición del domingo 22.
Declaraciones de Alfredo Guevara
Aspiramos a responder con la mayor precisión conceptual los artículos de Blas Roca publicados durante estos últimos días en la columna «Aclaraciones», del periódico Hoy, bajo el título común de «Respuesta a Alfredo Guevara» (I, II, y III hasta ahora). Con este esfuerzo pretendemos contribuir a establecer un tono más serio y ajustado a las cuestiones de principio que en torno al arte cinematográfico, a la cultura en general, y a los derechos y respeto que el público merece, se vienen debatiendo.
En la declaración que a modo de respuesta hizo llegar al periódico Hoy la Dirección del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos con fecha 13 de diciembre, y que apareció publicada el martes 17 de este mes, destacábamos que el hecho más importante, el que nos llenaba de preocupación, quedaba definido por la participación, directa o indirecta, de un miembro de la Dirección Nacional del Partido Unido de la Revolución Socialista, en la redacción y aprobación de las opiniones críticas que resume la columna «Aclaraciones», publicada en la página editorial del periódico Hoy, órgano oficial del PURS [Partido Unido de la Revolución Socialista], con fecha 12 de diciembre.
El artículo de Blas Roca publicado el miércoles 18 de diciembre, también en la columna editorial «Aclaraciones», establece de manera inequívoca que en efecto, los textos anteriormente insertados no fueron aprobados, sino redactados por él.
Esto podía dejar entender o hacer aparecer ante la opinión pública, y ante los militantes del Partido Unido de la Revolución Socialista, que se desautorizaba la línea de trabajo del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos en cuanto a las programaciones, y lo que es más grave, que se iniciaba un cambio limitador y reaccionario, en contradicción con los principios que establece el discurso del Comandante Dr. Fidel Castro pronunciado en la Reunión con los Intelectuales, documento al que nos ajustamos en su texto y espíritu, y que, lejos de resolver los complejos problemas de la cultura con una serie de fórmulas simplificadoras, abre al creador infinitas posibilidades de abordar la realidad, y reconoce al público el derecho a enriquecer y aguzar su conciencia y sensibilidad con todos los tesoros del arte; del arte del pasado, del arte actual, en proceso de creación, y de cuanto el hombre avizora del futuro.
Es por eso por lo que nos preguntamos:
¿Tiene el Director del periódico Hoy, en una página y columna editorial, cuyos textos se insertan posteriormente en un folleto que bajo el título genérico de «Aclaraciones», se distribuye entre los militantes del Partido Unido de la Revolución Socialista; tiene el Director del periódico Hoy, miembro de la Dirección Nacional del PURS, el derecho a establecer desde esa columna editorial por su cuenta y riesgo, y sin previo acuerdo del Órgano de Dirección política de que forma parte, un ataque sin base real, contra la línea de programación que orienta y realiza el Instituto creado por el Gobierno Revolucionario para atender este trabajo?
Estamos seguros de que no.
Sabemos que no es correcto ni permisible en un Partido revolucionario violentar las decisiones o forzar los juicios críticos desde una columna editorial sin previas discusiones y acuerdos precisos, de principio.
En todo caso solo estamos dispuestos a aceptarlo cuando parta de nuestro Comandante en Jefe.
En nuestra «Declaración» de diciembre 19, evitamos toda referencia a otros países. Los problemas de la cultura forman parte, permanentemente, del debate ideológico, y de las búsquedas y estudios a que los creadores hacen dedicación. No podemos aceptar la identificación de nuestros juicios sobre una versión primitiva y común del realismo socialista, con la literatura y el arte soviéticos contemporáneos en general. En la Unión Soviética y en Cuba, como en todos los países, se producen obras que representan las corrientes populistas o el esquematismo; arte del más elevado nivel; y búsquedas que debemos apreciar por la aventura que comportan. Estas experiencias, múltiples, y muchas veces encontradas, aseguran dialécticamente el desarrollo del movimiento cultural, porque son la condición primera de su vida. No es posible regimentar la creación artística a partir de un punto de vista inmediatista y utilitario como no es posible reducir la conciencia, el hombre, al cumplimiento de sus metas diarias. Solo avizorando el porvenir, comprendiendo la vida en su conjunto o buscando comprenderla, el hombre puede encontrar fuerzas para realizarse, superar su propio ser, y contribuir a que igual fenómeno se produzca en la sociedad en que vive. ¿De qué otro modo puede hablarse de una conciencia socialista? El hombre pleno sólo puede serlo en el conocimiento, en su acceso a las fuentes de información, y en el combate frente a la ideología y a la práctica reaccionaria. Cuanto le hace más informado y profundo, serio, coherente en sus juicios, cuanto asegura una más compleja y calificada actitud crítica, hace del hombre, un hombre verdadero. Creo que éste es el objetivo del socialismo, del comunismo: restituir al hombre su condición de tal, y desencadenar las fuerzas que el hombre, en plenitud, guarda y desarrolla. No creo que la suerte de cuatro films pueda frustrar ese objetivo, y es más, no creo que nada pueda hacerlo inalcanzable, pero no es justo que conceptos estrechos resulten avalados por las páginas editoriales del periódico de nuestra Revolución, y que el equívoco que esto supone permita que una aclaración, que no es tal, resulte fuente de confusión y preocupaciones.
Es evidente que su redactor siente un cierto, acaso profundo desprecio por los intelectuales. Cada opinión o manifestación es considerada un «alboroto» y esas referencias a «ciertos medios intelectuales» nos hacen meditar al respecto. No queremos ser prejuiciosos, pero, históricamente, hay que subrayar que ese estilo peyorativo suele reflejar más que desprecio, temor. Entiéndase bien: temor al pensamiento, a la variedad y riqueza de sus manifestaciones, y al espíritu creador, de búsqueda, independiente, que rechaza la rutina, y se levanta sobre sus propios pies. No pretendo idealizar nuestro medio intelectual o a los intelectuales cubanos. Absurdo sería hacerlo cuando, como ahora, apreciamos que el juego dialéctico de las contradicciones no cesa en ningún nivel, porque debo señalar que entiendo como el más alto, en el orden intelectual —y claro que no solo en éste— el que corresponde a un dirigente revolucionario.
Difícil será la situación espiritual de quienes, conservadoramente, esquivan el derecho y la necesidad de los hombres, de las masas, a la información y el estudio de las manifestaciones del pensamiento y del arte, el día en que «los medios intelectuales» sean algo más que una capa social en desarrollo, y se conviertan, como es lógico que suceda, en apreciable parte de la población.
Solo el pensamiento vivo, anti-rutinario, anti-dogmático, siempre innovador y creativo, respetuoso de su propia naturaleza, es capaz no solo de dar lugar a obras de arte verdadero sino también de asegurar el nivel de la producción y su desarrollo. Sin audacia intelectual no hay ni puede haber una eficaz tecnología. Y no será jamás un nuevo Índice la fuente de ese clima de libertad en que el pensamiento encuentra su verdadera dimensión, y la ciencia y el arte su pleno desarrollo.
Alfredo Guevara
21 de diciembre de 1963
IV Parte de respuesta a Alfredo Guevara
Después de exponer la necesidad de que la Revolución siga una política destinada a lograr que los escritores y artista honestos, aunque no sean revolucionarios, aunque no tengan una actitud revolucionaria ante la vida, marchen junto a ella, a la Revolución y a su obra, aun cuando no concuerden con su filosofía, el compañero Fidel establece la conclusión siguiente:
«Esto significa que dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada. Contra la Revolución, nada, porque la Revolución tiene también sus derechos y el primer derecho de la Revolución es el derecho a existir y frente al derecho de la Revolución de ser y existir, nadie.»
Para que quede más claro, pregunta:
«¿Cuáles son los derechos de los escritores y de los artistas revolucionarios o no revolucionarios?»
Y responde, categórico: «Dentro de la Revolución: todo; contra la Revolución, ningún derecho.»
Ése es un principio general. No se trata de ninguna excepción para el caso de los escritores y artistas, pues los contrarrevolucionarios, los enemigos de la Revolución, de su obra y de sus fines no tienen ningún derecho contra la Revolución.
Eso es un principio general que norma y determina todas las relaciones y todas las actitudes frente a sectores, fenómenos y personas.
«La Revolución no puede —explica Fidel— pretender asfixiar el arte o la cultura cuando una de las metas y uno de los propósitos fundamentales de la Revolución es desarrollar el arte y la cultura, precisamente para que el arte y la cultura lleguen a ser un real patrimonio del pueblo. Y al igual que nosotros hemos querido para el pueblo una vida mejor en orden material, queremos para el pueblo una vida mejor también en todos los órdenes espirituales; queremos para el pueblo una vida mejor en el orden cultural. Y lo mismo que la Revolución se preocupa por el desarrollo de las condiciones y de las fuerzas que permitan al pueblo la satisfacción de todas sus necesidades materiales, nosotros queremos desarrollar también las condiciones que permitan al pueblo la satisfacción de todas sus necesidades culturales.»
Debemos de luchar en todos los sentidos para que el creador produzca para el pueblo y el pueblo, a su vez, eleve su nivel cultural a fin de acercarse también a los creadores.
«Hay que esforzarse en todas las manifestaciones —expresa el compañero Fidel— por llegar al pueblo, pero a su vez hay que hacer todo lo que esté al alcance de nuestras manos para que el pueblo pueda comprender más y mejor. Creo que este principio no contradice las aspiraciones de ningún artista; y mucho menos si se tiene en cuenta que los hombres tienen que crear para sus contemporáneos.
»No se diga que hay artistas que viven pensando en la posteridad, porque, desde luego, sin el propósito de considerar nuestro juicio infalible ni mucho menos, creo que quien así proceda se está autosugestionando.»
Que cada cual se exprese en la forma que estime pertinente y que exprese libremente la idea que desea expresar. «Nosotros —dice el compañero Fidel— apreciaremos siempre su producción a través del prisma del cristal revolucionario. Ése también es un derecho del Gobierno Revolucionario, tan respetable como el derecho de cada cual a expresar lo que quiera expresar.»
Hay quienes se han quejado de lo extensas de nuestras citas del discurso de Fidel a los intelectuales.
Las hemos considerado una necesidad, que llenamos con placer, porque ya que se habla de ese discurso debe leerse y releerse, en la seguridad en que cada lectura aportará nueva claridad, enseñanza y comprensión de los temas tratados.
¿Qué conclusiones podemos sacar nosotros, en lo ateniente a esta respuesta, de las Palabras de los intelectuales?
Creemos que bastarán las siguientes:
1.- El cine, como la televisión, tienen una gran importancia en cuanto a la educación o formación ideológica del pueblo.
2.- El Gobierno Revolucionario tiene derecho a regular, revisar y fiscalizar las películas que se exhiban al pueblo y prohibir la exhibición de las que considere contrarias a la Revolución, a su obra, a sus fines, a sus principios.
3.- El Gobierno Revolucionario tiene derecho a fiscalizar, regular y orientar —a más de estimular, fomentar y desarrollar— lo artístico y lo cultural.
4.- El criterio revolucionario para juzgar la obra artística o cultural —sea película o libro, pintura o teatro— que debe ir al pueblo es si la tal obra está contra la Revolución, si daña o perjudica a la Revolución, si contradice la obra, fines y propósitos de la Revolución o si sirve a la Revolución y a sus fines, a su obra y a sus ideales.
Aquí usamos la expresión pueblo, como dice Fidel, en su sentido real, es decir, esa mayoría del pueblo que ha tenido que vivir oprimida y explotada y no la minoría de exprivilegiados, no las minorías que tuvieron acceso a todos los bienes de la sociedad. Pueblo en el sentido de las clases explotadas, de obreros y campesinos, de trabajadores que producen, que crean, con sudor, la base misma de la sociedad y su sustento.
5.- La Revolución garantiza y respeta la libertad formal. Que cada cual escriba, pinte, componga, etc., en la forma o estilo que prefiera, sobre el tema que más le agrade o convenga.
6.- La Revolución juzga el contenido de las obras —y forma su criterio sobre ellas— a través del prisma revolucionario, del interés de la Revolución, de lo que beneficie y sirva a las clases antes oprimidas y explotadas del pueblo, pues para nosotros será noble, bello y útil lo que sea noble, bello y útil para los trabajadores.
7.- El artista revolucionario logra sin conflictos que su obra o la que exhibe sea revolucionaria, se identifique con las necesidades y propósitos de la Revolución, pues todo lo ve desde el punto de vista del interés del avance y la victoria de la Revolución.
8.- El artista más Revolucionario es aquel que pone la Revolución por encima de todo lo demás; el que está dispuesto, incluso, a sacrificar su propia vocación artística —si ello es necesario— por la Revolución.
9.- La Revolución se esfuerza por mantener a los artistas y escritores honestos, aunque no sean propiamente revolucionarios, a su lado y en condiciones de que puedan producir y crear.
10.- La Revolución lucha en todos los sentidos porque el creador produzca para el pueblo y por elevar el nivel cultural del pueblo a fin de acercarlo a los creadores.
El 24 de diciembre, evidentemente alterado, Blas elevó el tono de la pelea dialéctica y sacó esta nota con su firma:
Declaraciones de Blas Roca
La columna «Aclaraciones» no es —y jamás se ha dicho ni insinuado que sea— editorial de este periódico.
Es una sección —como lo aprecia cualquiera en nuestro país— donde, en respuesta a preguntas de los lectores, se popularizan diversas cuestiones ya definidas o se debaten otras en que caben y se manifiestan diversos criterios.
Esta columna, por tanto, ni da órdenes, ni traza directivas, ni violenta decisiones.
Asumimos la plena responsabilidad de cuanto aparece en ella, como nos corresponde por el cargo de Director con que nos ha honrado la Dirección Nacional de nuestro Partido Unido de la Revolución Socialista.
No es Alfredo Guevara el llamado a juzgar sobre los derechos del Director de Hoy en el cumplimiento de los deberes y responsabilidades que le ha encomendado la Dirección del Partido.
Rechazamos todas las confusiones introducidas por Alfredo Guevara en un debate que él ha desbordado, al insinuar discrepancias entre nosotros y el Primer Secretario del Partido, compañero Fidel Castro, y presentarnos como adversarios de la libertad cultural y temerosos de los intelectuales.
Blas Roca
Ese mismo día, Roca añadía la quinta entrega de su texto.
V parte de respuesta a Alfredo Guevara
Reproducidos los criterios que el compañero Fidel expresó en su discurso a los intelectuales, criterios a los que ajustamos nuestra actividad porque los compartimos plenamente y sin reservas, con íntimo y profundo convencimiento, volvamos a las cuestiones planteadas por Alfredo Guevara:
El Presidente del ICAIC dice que a él no le concierne determinar si es posible o no juzgar el valor y significación de las cuatro películas mencionadas sin haberlas visto. «No se trata ahora de medir la autoridad de opiniones que no responden al conocimiento directo.»
No hemos juzgado nosotros acerca del «valor y significación» —valor y significación en abstracto, en general— de esas películas.
En el primer párrafo de nuestra respuesta —ACLARACIONES del 12 de diciembre— se dijo textualmente:
«No hemos visto las películas que relaciona, así que no podemos dar una opinión concreta acerca de ellas, aunque por los comentarios que hemos oído a TRABAJADORES que fueron a verlas no nos parecen recomendables para nuestro pueblo, en general, ni, en particular, para la juventud.»
En el penúltimo párrafo se dice:
«No son los Accatones ni los Gardelitos, modelos para nuestra juventud.»
Ésas y solamente ésas son las opiniones que hemos dado acerca de las películas mencionadas en nuestras ACLARACIONES del día 12, que tan grande e inesperado revuelo han provocado.
Creemos que esas opiniones tienen autoridad suficiente —aunque no hayamos visto previamente las películas— porque, como se ve, no nos basamos en las películas, ni juzgamos sus valores como tales, sino que nos basamos en las opiniones de trabajadores que las han visto, en los efectos que tienen sobre los espectadores.
Visitamos fábricas y talleres con alguna frecuencia, aunque no sea tanta como la que necesitamos y queremos.
Nos reunimos con los obreros cuando, invitados por ellos, asistimos a los cursos de sus escuelas o a los locales de sus instituciones para hablarles de temas que ellos escogen.
En esos contactos se nos plantean problemas y se nos hacen preguntas sobre los más variados temas.
No uno sino muchos trabajadores y no en un solo lugar sino en varios, en los últimos tiempos, se nos han quejado de algunas películas, nos han mostrado su disgusto con su contenido.
Pocos días antes del 12 de diciembre un obrero nos preguntó:
«¿Es justo que se gasten nuestras divisas en la película Accatone, desmoralizadora para nuestros hijos?»
Le pedí que me explicara por qué consideraba tan mala esa película y me refirió lo que él había visto.
Opiniones similares nos han dado de Alias Gardelito.
Sobre La dulce vida lo que nos dicen los obreros que la han visto es que no da salida y sobre El ángel exterminador que no la entienden. Por eso no las mencionamos nosotros, puesto que entendemos que el que no den salida o no se entiendan no hacen negativas a las películas.
Para mí, las opiniones de esos obreros, honrados, laboriosos, revolucionarios que con su esfuerzo, con su sudor, con su producción hacen revolución todos los días, tienen crédito y autoridad, son dignas de ser consideradas y tomadas en cuenta.
Creemos en ellos. Y por lo que nos han dicho nos hemos atrevido a afirmar que tales películas no nos parecen recomendables para nuestro pueblo y que los Accatone y los Gardelito no son modelo para nuestra juventud.
No son esos alegres, personalmente simpáticos, proxenetas, pervertidos, ladrones, vagos, irresponsables los que nosotros —creo yo— tenemos que exhibir a nuestros jóvenes trabajadores, a nuestros jóvenes becados, a nuestros jóvenes estudiantes, en quienes tenemos que despertar el interés por otros asuntos y por otros ejemplos.
Hace algún tiempo, creo que en el aniversario del 13 de marzo, el compañero Fidel Castro, justamente indignado por algunos hechos, condenaba ciertas manifestaciones de «elvispreslianismo» de jóvenes que, guitarra en mano, pelo caído sobre la frente, pantaloncitos apretados se exhibían en actitudes feminoides en diversos lugares de la capital y pretendían invadir la zona de nuestros estudiantes.
¿De dónde vino el «elvispreslianismo»?
De la divulgación, en Cuba, a través de todos los canales, del modelo nacido en el medio social de Estados Unidos.
Defendiendo por el creador a la obra, un lector nos dice, en su carta, que Pier Paolo Passolini, realizador de Accatone, es miembro del Partido Comunista.
Si ello fuera cierto no nos haría cambiar nuestra opinión sobre la cinta, pues independientemente de la afiliación política o la conducta personal de su autor o director, entendemos que la película en cuestión no es conveniente para nuestra juventud.
Pero, además, lo dicho no es cierto.
Passolini fue expulsado del Partido Comunista debido a un escándalo de su vida personal.
A consecuencia de ello adoptó una posición anticomunista, aunque luego volvió a declararse ideológicamente comunista.
Pero cualquiera que sea su posición personal y cualquiera sea el efecto de su película en otros países, aquí, entendemos nosotros, no nos hace ningún bien exhibirla a becados, estudiantes y jóvenes trabajadores.
La revista Bohemia, en su sección “En Cuba, Arte y Literatura”, también entró al trapo. En la edición fechada el 24 de diciembre apareció esta nota que revelaba su sintonía con los pronunciamientos de Guevara:
El arte puede y debe esclarecer la conciencia del hombre
En la sección «Aclaraciones», del periódico Hoy, ejemplar del día 12 de este mes, se expresaron opiniones generales sobre el arte y, en particular, sobre el cine. Según nuestro parecer, estas opiniones, lejos de proporcionar a la opinión pública los elementos de juicio indispensables a una justa apreciación del sentido de las funciones del arte, deforman los principios de la crítica, sin los cuales se hace imposible forjar, en la conciencia del pueblo, la actitud ante el arte que su afán de cultura reclama.
Vayan, pues, para esta leída sección de Hoy, las siguientes aclaraciones:
La dulce vida, Accatone, El ángel exterminador (mejicana, no española) y Alias Gardelito, cada una a su modo, con eficacia mayor y menor, constituyen visibles denuncias a las condiciones ominosas en que obliga a vivir a los hombres el régimen social capitalista. Sólo quien vea las ramas y no el árbol, puede considerarlas perjudiciales. Si, cuando la grave responsabilidad de orientar, es poco recomendable juzgar obras de arte sin haberlas conocido y estudiado, menos lo es todavía hacerlo en base de opiniones ajenas.
El cine es un arte. Sus valores de esparcimiento público provienen de su condición de arte y no de que pueda tener por objeto distraer a las masas. En tanto que arte, el cine no sólo «muestra» y «expone» sino que, además, «dice» y enjuicia. Si las funciones del arte se redujeran a «exaltar el ideal» y a propiciar el «recreo alegre, ligero», mal podríamos exigir responsabilidad a los artistas y mal podríamos ponerlo en consonancia con los fines que una sociedad en revolución persigue.
El arte, el reflejar la realidad en toda la riqueza de sus infinitas contradicciones, puede y debe esclarecer y profundizar la conciencia del hombre, del hombre que hace la Revolución, y por el rigor de la lógica y la plenitud de la fantasía, darle a este hombre una imagen cabal de sí mismo y del mundo en que vive. Reducir las funciones del arte a la «exaltación del ideal» y al «recreo alegre, ligero», equivale a castrarlo, a mellar groseramente este ejemplar instrumento del conocimiento, equivale, en suma, a convertirlo en vulgar propaganda y pasatiempo banal.
«En Cuba, Arte y Literatura», cree que esto debe tenerse muy en cuenta por todos.
Dos días más tarde, el director de Hoy abandonó por un rato su trifulca con el presidente del ICAIC y dedicó su “Aclaraciones” a responder al comunicado de los creadores cinematográficos que había sido publicado el 17 de diciembre en el diario Revolución.
Respuesta a los directores cinematográficos
Con una manifestación, advertencia o apelación a la opinión pública, los directores cinematográficos del Departamento de Programación del ICAIC, armados caballeros defensores del arte, arremeten, lanza en ristre, contra la columna ACLARACIONES porque ésta se atrevió a recoger aprobatoriamente opiniones de trabajadores contra algunas de las películas que ellos escogen, traen, exhiben, «critican», alaban y califican de mejores.
Pero si los antiguos caballeros, según sus cantores, se caracterizaban por usar armas limpias y buscar la victoria honrada en los combates, éstos del ICAIC demuestran preferir otras muy distintas al ejercicio honesto de la discusión para encontrar la verdad.
Tomar tres frases aisladas y, sobre ellas, afirmar que las opiniones de Juan XXIII, el Código Hays y ACLARACIONES coinciden al definir la función del cine es no sólo falta de seriedad, sino falta de honradez intelectual y política.
Es un recurso barato, de quienes quieren azuzar contra ACLARACIONES —y lo que ésta representa— a los partidarios de ciertas actitudes que no concuerdan con el sentido elevado y renovador del socialismo.
¿Se quiere discutir cuál es la función del cine en nuestra Revolución, dentro del actual período de transición, de construcción del socialismo?
Discútase con seriedad, con argumentos, con razones, no dirigidas a movilizar en son de guerra a una «opinión pública» en la que pueden insertarse —y se insertan— los enemigos de la Revolución, los representantes de la vieja sociedad, sino orientados a convencer al proletariado, a ilustrar a la opinión revolucionaria.
En respuesta a la pregunta, que ellos mismos formulan, ¿cuál debe ser la función del cine?, los directores cinematográficos del Departamento de Programación Artística del ICAIC ponen en boca del redactor de ACLARACIONES lo siguiente:
«Una obra de divertimiento, de recreo alegre, ligero, que ayuda al descanso, da nuevos bríos para el trabajo, nuevas fuerzas para la acción.»
¿Es eso lo que dijo ACLARACIONES?
¿Alguna persona, honradamente, puede sacar la conclusión, de lo publicado en esta columna, de que ésa sea la respuesta de su redactor a la pregunta sobre la función del cine?
Aparte de que este redactor no se planteó la función del cine en abstracto, para cualquier país, cualquier sociedad, cualquier clase, cualquier edad y cualquier tiempo, es claro que sólo tergiversando deliberadamente sus palabras, se puede afirmar que ésa sea nuestra respuesta a tal pregunta.
¿Qué dijimos en ACLARACIONES —sin pretender, ni mucho menos, dar una definición completa— acerca de la función del cine en la Cuba de hoy, revolucionaria, socialista?
El jueves 12 de diciembre expusimos lo siguiente.
Nuestro pueblo vive un momento de su historia que reclama la contribución de su heroísmo, de su laboriosidad, de su ingenio, de su espíritu de sacrificio.
Estamos en la defensa constante de la Patria ante las agresiones y amenazas del imperialismo yanqui, sus lacayos y sus gusanos.
Estamos en la construcción de una economía DESARROLLADA, de abundancia, para dar a TODO nuestro pueblo condiciones de vida verdaderamente humanas, bienestar y seguridad.
Estamos en la edificación de una nueva sociedad en la que el individualismo deje el sitio al colectivismo, en la que impere, en lugar del «cada uno para sí», el «todos para uno y uno para todos»; una nueva sociedad en que el orgullo sea el trabajo, la producción, el contribuir al bien de los demás, el compañerismo.
Entendemos nosotros que el arte —el cine incluido— debe participar en la batalla por esos trascendentales objetivos.
Esa participación es a veces directa, a veces indirecta.
Digamos que se puede ser por acción o por omisión.
Por acción cuando la obra artística —película, novela, pintura, canción— despierta el afán de trabajo, el ideal elevado, el heroísmo valiente, la fraternidad, el compañerismo, la abnegación.
Por omisión, cuando la obra artística o de entretenimiento evita hacerle propaganda al vago, al proxeneta, al egoísta o presentarlo simpático, atrayente, es decir cuando evita portar ideas e incitaciones contra la Revolución, contra los objetivos y los ideales de la Revolución.
Una obra de divertimiento, de recreo alegre, ligero, que ayuda al descanso, da nuevos bríos para el trabajo, nuevas fuerzas para la acción.
No son los Accatones ni los Gardelitos modelos para nuestra juventud.
¿Qué se puede sacar, de esas palabras, como opinión del redactor sobre la función del cine?
Se puede sacar la conclusión de que el redactor de ACLARACIONES cree que el cine —como arte o como divertimiento— debe participar en la batalla de NUESTRO PUEBLO por la defensa, por la economía, por la producción, por el socialismo, por las nuevas relaciones humanas que éste determina. Que la participación del cine en esa batalla puede ser directa o indirecta, por acción u omisión. Que aun la obra de divertimiento —sin mensaje— ayuda a esa lucha cuando no le hace propaganda al proxeneta, ni al pervertido, ni al vago ni al ladrón.
¿Dónde se puede, entonces, identificar esa opinión con la del Papa Juan XXIII o con el Código Hays?
El deleznable recurso tiene una sola finalidad: escamotear el pensamiento revolucionario, achacarle a ACLARACIONES actitudes que no tiene, promover la división, salir a defender lo que no atacamos, sembrar el confusionismo, y, a su amparo, justificar lo que no tiene justificación.
Si se quiere discutir seriamente y con provecho contéstese a las preguntas:
¿Qué función debemos asignarle, en el presente período, al cine en nuestra Cuba revolucionaria y socialista?
¿Debe el cine, como medio poderoso de influencia que es, participar o no participar en la batalla de nuestro pueblo por la defensa, la economía y la construcción del socialismo? Si participa, ¿cómo debe hacerlo?
La situación estaba candente, la polémica se había convertido en tema de conversación de la gente y todo parece indicar que la alta dirigencia de la revolución decidió que había llegado el momento de detenerla. El último segmento del escrito de Blas vio la luz el viernes 27 de diciembre.
Final de respuesta a Alfredo Guevara
«Es evidente que su redactor –de ACLARACIONES– siente un cierto, acaso profundo desprecio por los intelectuales. Cada opinión o manifestación es considerada un “alboroto” y esas referencias a “ciertos medios intelectuales” nos hacen meditar al respecto.» Tal expresa, textualmente, Alfredo Guevara.
No sentimos ningún desprecio por los intelectuales, pero sí por esos métodos con que Alfredo Guevara pretende presentarnos ante los intelectuales como su enemigo, del que tienen que cuidarse o defenderse y frente al cual tienen que apoyar a Alfredo Guevara —adalid del pensamiento libre— para su ciega lucha sin motivo, sin razón y sin principios contra nosotros.
No se trata aquí de levantar a los hombres de letras contra el zapatero que no tuvo oportunidad de adquirir la cultura de otros. Si de algo debemos tratar es de que zapateros y hombres de letras discutan con seriedad los problemas de la cultura y del arte en nuestra sociedad en transición, discutan cómo hacer más y de más alta calidad en pro del establecimiento de la nueva sociedad socialista.
Admiramos y apreciamos profundamente a los hombres de letras o intelectuales y artistas honrados, honestos, que, aunque no sean revolucionarios, aunque no sean socialistas (en
el sentido en que ambas palabras reflejan identificación plena, actividad consciente y decisión de poner revolución y socialismo por sobre todas las cosas) contribuyen con su creación, con su pensamiento, con su arte o, simplemente, con el prestigio y autoridad que su obra les ha ganado, a las tareas históricas de la Revolución, a la construcción del socialismo.
Despreciamos y combatimos a los hombres de letras o intelectuales y artistas que se han puesto activamente contra la Revolución y el socialismo, que abierta o encubiertamente, con su creación, con su pensamiento y con su arte o simplemente con sus intrigas y maniobras combaten a la Revolución y al socialismo.
Cada manifestación o cada opinión no la consideramos un alboroto.
Acogemos con respeto cada opinión o manifestación que se expresa correctamente —aunque no concuerde con las nuestras— y las discutimos con seriedad, con argumentos, con razones, procurando, siempre, encontrar la verdad, encontrar lo que es mejor para la Revolución, para la construcción del socialismo, para las masas trabajadoras.
Llamamos alboroto al escandalizarse sin motivo por una opinión emitida a la que se le achacan intenciones y sentido de los que carece en absoluto, a la fabricación de fantasmas para combatirlos ruidosamente, al corre-corre; al chuchuchú, a la recogedera de firmas, a las bolas irresponsables e irrespetuosas puestas a rodar como verdades sabidas de buena tinta, a las encuestas en que «el pueblo opina» por boca de los amigos del círculo, a la defensa frenética —¿no se podría escribir «enfrenecida», que expresa mejor mi pensamiento?— de algo que nadie ataca.
Es al alboroto «sin causa» a lo que llamamos alboroto y no a las opiniones o manifestaciones emitidas seriamente, con sentido revolucionario, para llegar a conclusiones revolucionarias.
Si hemos usado, en este caso, la frase «ciertos medios intelectuales» —frase que tanto hace meditar a Alfredo Guevara— fue simplemente porque no queríamos usar ninguna expresión que fuera a herir susceptibilidades.
Luego Alfredo Guevara nos achaca no desprecio, sino temor.
Copio sus palabras: «No queremos ser prejuiciosos pero, históricamente, hay que subrayar que ese estilo peyorativo suele reflejar más que desprecio temor.»
Alfredo Guevara no quiere ser prejuicioso, pero, por lo visto, no puede evitar el serlo, como lo ha demostrado, con creces, en esta polémica que, con gran sorpresa para nosotros, ha emprendido con tanto encono y a la que ha dado un tono y un alcance que no podíamos ni soñar.
No se crea, sin embargo, que Alfredo Guevara me achaca el tenerle miedo a los intelectuales como personas sino —precisa él— a su pensamiento, a la variedad y riqueza de sus manifestaciones, a su espíritu creador, de búsqueda, independiente, que rechaza la rutina y se levanta sobre sus propios pies.
Y esto cuando los intelectuales de los que únicamente pudiera tratarse, si es que se trata de algunos, son los amigos que trabajan con Alfredo Guevara en el ICAIC y en las páginas o secciones de diversas publicaciones.
¿No es ridículo todo eso?
¿No es de un mal gusto horroroso presentarme como sobrecogido de temor ante el «pensamiento, la variedad y riqueza de sus manifestaciones, el espíritu creador, de búsqueda, independiente, que rechaza la rutina, y se levanta sobre sus propios pies» de Jorge Fraga, Eduardo Manet, José Massip, Fausto Canel y otros?
En realidad, si algo me sobrecoge de temor, es la palabrería grandilocuente horra de sentido, la variedad y la riqueza de las bolas que se ponen a circular, el espíritu creador que manifiestan algunos en difundir intrigas, en sembrar cizaña, en fabricar fantasmas para movilizar, contra ellos, en son de guerra, a personas honestas, en tergiversar lo que uno dice para ganar fáciles triunfos dialécticos, en sacar de quicio la cuestión simple de una opinión adversa a una película y llevarla a no se sabe qué problemas, con propósitos que no alcanzamos a comprender.
Por lo visto, Alfredo Guevara se queja de que algunas ACLARACIONES hayan sido impresas en forma de folletos por el Comité Provincial del Partido Unido de la Revolución Socialista.
No creemos que las atribuciones de Alfredo Guevara incluyan la de discutirle a un Comité del Partido su decisión de imprimir textos que ha considerado conveniente difundir.
Ni siquiera a nosotros (es decir, al autor y editor de esos artículos), nos consultó el Comité que, además, en los primeros folletos hasta se olvidó —inexperiencia explicable sobre los «derechos de propiedad intelectual» o, en lo que pedimos, de mención del periódico— de indicar la procedencia de los escritos.
«Difícil será la situación espiritual de quienes, conservadoramente, esquivan el derecho y la necesidad de los hombres, de las masas, a la información y al estudio de las manifestaciones del pensamiento y del arte, el día en que “los medios intelectuales” sean algo más que una capa social en desarrollo, y se conviertan, como es lógico que suceda, en apreciable parte de la población.» Esto dice Alfredo Guevara, en párrafo que copiamos en todas sus palabras, comas y punto.
Confesamos, humildemente, que no comprendemos el sentido de eso de que los intelectuales se convertirán en una apreciable parte de la población.
Para nosotros los intelectuales son —y por tanto no tienen que convertirse en ello— una «parte importante de la población».
Lo que antecede, dentro de ese párrafo, tampoco está muy claro para nosotros, pero, si lo que quiere decir es que yo tendré una situación espiritual difícil por creer acertado el que en nuestro país se suprimieran las «manifestaciones del pensamiento» del Diario de la Marina y demás periódicos del viejo régimen; que se excluyeran de nuestras escuelas viejos textos que contenían «manifestaciones del pensamiento» contrarios a la verdad de nuestra historia, de la realidad, de la ciencia y de los fines liberadores de nuestra Revolución; que se impidiera, por ejemplo, la exhibición de una película que falseaba la realidad de un momento de nuestra Patria o que se negara el derecho a circular en Cuba a unos muñequitos en colores y a unas revistas que envenenaban —sí, envenenaban— la conciencia de nuestra niñez y nuestra juventud, puedo decir que no me sentiré en esa difícil situación espiritual.
Creo que, en cambio, sí me sentiría en una difícil situación espiritual si en el nombre de una abstracta «libertad de las manifestaciones del pensamiento», contribuyera, en cualquier forma o medida, a difundir las cosas que, en mi opinión, dañan a la Revolución, dañan a la juventud, dañan a la niñez, dañan a los trabajadores, al pueblo.
¿Es eso esquivar el derecho y la necesidad de los hombres, de las masas, a la información?
No. Eso es emplear nuestros recursos en dar a los hombres, a las masas, la información cabal que necesitan para conocer la verdad tanto tiempo ocultada y tergiversada, para limpiar
su mente de las rutinas, falsos enfoques y suciedades del pasado, para dar a los jóvenes que crecen ahora la posibilidad de darse, con su esfuerzo, una mente más sana.
Entendemos que no es deber nuestro difundir lo negativo con respecto a la verdad y a la lucha contra la explotación y la opresión del hombre por el hombre.
Entendemos que es nuestro deber difundir lo positivo, lo verdadero, lo que sirve al pueblo laborioso para su liberación.
Lo negativo que difunde el enemigo lo combatimos con nuestros conceptos.
Tratándose de películas hay que tener en cuenta lo siguiente: Antes los empresarios particulares traían las películas que, o bien les imponían ciertas empresas monopolistas, o bien consideraban que les producirían altas ganancias, que serían «taquilleras». Para ellos no regían otras consideraciones. Y todo el que iba al cine lo entendía así.
Ahora las películas las trae el Gobierno Revolucionario, que parte de criterios revolucionarios. Ahora no son los empresarios privados quienes determinan lo que se exhibe. Y todo el que va al cine lo entiende así.
«Sólo el pensamiento vivo, anti-rutinario, anti-dogmático, siempre innovador y creativo, respetuoso de su propia naturaleza, es capaz no sólo de dar lugar a obras de arte verdadero sino también de asegurar el nivel de la producción y su desarrollo. Sin audacia intelectual no hay ni puede haber una eficaz tecnología. Y no será jamás un nuevo Índice la fuente de ese clima de libertad en que el pensamiento encuentra su verdadera dimensión, y la ciencia y el arte su pleno desarrollo.»
De acuerdo estamos con estas palabras de Alfredo Guevara si se entiende que ese pensamiento vivo está animado por el espíritu del servicio a la Revolución, al pueblo, a los trabajadores, a la verdad o a la ciencia y si se entiende por clima de libertad el que crea la Revolución gracias a la expropiación de los expropiadores, gracias al establecimiento de la propiedad colectiva sobre los medios de producción y gracias a la privación de derechos y libertades a sus enemigos para atacarla y combatirla, abierta o encubiertamente, en su obra o en sus fines.
En esas palabras se enlazan y relacionan con el pensamiento vivo, anti-rutinario, anti-dogmático, siempre innovador y creativo, el arte verdadero, la producción y la tecnología.
Buena idea.
Pero, ¿qué tiene de anti-rutinario el proxenetismo que aparece, por ejemplo, en Accatone?
¿Qué muestra de audacia intelectual es robarle la cadena a un pequeño indefenso y confiado?
Índice no nos hace falta.
Aquí no hay propietarios privados cuyos intereses particulares se pongan por encima de la sociedad y los impulsen a propagar cosas contrarias a la sociedad.
Aquí un funcionario puede hacer algo que no responda a la calidad necesaria. Con llamarle la atención y procurar todos que esa calidad se logre tenemos suficiente.
Si una película que se trajo no resulta buena o adecuada, nadie debe ofenderse porque eso se diga o se discuta. Si de un intercambio de opiniones se llega a la conclusión de que ciertamente tal o más cual película no nos es conveniente, todo lo que hay que hacer es tomar las medidas necesarias para escoger mejor las próximas.
En nuestra respuesta a la discrepancia que en el tono revolucionariamente correcto planteó, «Siquitrilla», desde las páginas de Revolución, dijimos que queríamos, para nuestro pueblo, las mejores películas.
Entendemos que esas películas no pueden venirnos de un solo lado del mundo; que habremos de buscarla en todos los países en que ello sea posible.
Esas películas no pueden tener todas el mismo carácter, ni la misma temática, ni la misma factura, ni el mismo estilo. Creo se procurará que, en los marcos de una calidad dada y de los criterios revolucionarios y socialistas que informan nuestra sociedad, las diversas películas satisfagan los distintos gustos del pueblo y de los espectadores en general.
Creemos haber expuesto con claridad nuestras opiniones sobre el tema debatido. Pueden ser correctas o no.
Hemos dejado a un lado y sin respuesta algunas referencias a los problemas más generales y vastos de la cultura y el arte que se han planteado por otros a lo largo de este público debate, porque a los fines de la mejor comprensión de lo que verdaderamente se discutía entendimos que era preferible ceñirse, en lo posible, a ello.
Tiempo y oportunidad habrá, seguramente, para opinar sobre cultura y arte en general y confrontar opiniones sobre sus distintos aspectos.
ACLARANDO ACLARACIONES
En medio de la polémica, en «sus» «Aclaraciones» de diciembre 19, Blas Roca, sirviéndose de la descripción de un viejo campesino, combatiente de Realengo 18, desarrolla, como contrapartida, una imagen cuyo alcance e intenciones no logramos precisar.
No podemos sino rechazar y denunciar el carácter equívoco de estas oscuras frases que evidentemente persiguen, cuando menos, establecer un clima de sospecha, y denigrar ante la opinión pública a quien difiere de sus opiniones. No creemos que tales procedimientos sean propios de un dirigente como no lo son tampoco, seguramente, de la prensa revolucionaria.
Alfredo Guevara
En nuestro artículo del 21 de diciembre publicado bajo el título de «Declaraciones», situamos nuestro criterio alrededor de los términos en que se desarrolla esta discusión. No se trata de una polémica irregular entre una columna editorial del Partido y un funcionario del Gobierno Revolucionario, precisamente el director del Organismo de Gobierno responsable de las actividades cinematográficas. Se discuten, según ha logrado precisarse, el punto de vista de Blas Roca, Director del periódico Hoy, redactor de las «Aclaraciones» que tratamos de aclarar, y miembro de la Dirección Nacional del Partido, y los que nosotros desde el ICAIC sostenemos.
Como lo más importante es aclarar los fundamentos ideológicos y prácticos de las diferencias de principio que se han suscitado entre el redactor de la columna «Aclaraciones» y la Dirección del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, en cuanto concierne al arte cinematográfico, y a la cultura en general, nos damos precisamente a esa tarea.
No se trata de establecer un juicio crítico sobre algunas películas o de elaborar con este pretexto ciertas líneas generales de trabajo a título de proposición o estableciéndolas a través de una campaña de prensa, avalada equívocamente —en los primeros momentos— en el prestigio y autoridad del Partido. El curso de la polémica, la argumentación que estructura los seis artículos publicados como Respuestas al que estas líneas suscribe, y los dirigidos a los cineastas y redactores de otras publicaciones, y la tendencia a tergiversar textos y opiniones, y a situar como oculto trasfondo de la discusión oscuras intenciones, manejos turbios, sombríos «complots», y en definitiva un supuesto espíritu o tendencia de carácter reaccionario, antimarxista y contrarrevolucionario, nos revela hasta qué punto pueden llegar, y por qué caminos guía el dogmatismo a los que han caído en sus trampas.
Será conveniente en primer término situar algunas cosas en su lugar. La columna «Aclaraciones» abrió el fuego sirviéndose de la pregunta remitida por un lector, y de informaciones de terceros, y condenando de este modo no solo películas que no había visto sino la política de programación que orienta y dirige el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, que resultaba de ese modo puesta en entredicho bajo la cobertura de opiniones de algunos trabajadores, y mediante reflexiones y conclusiones que suponen muy estrechos criterios sobre el arte cinematográfico y la cultura. La columna «Aclaraciones», su redactor, se situaban así frente a la política que sigue y ratifica el Organismo del Gobierno Revolucionario que atiende este trabajo.
Lejos de discutir con el enemigo o con sus voceros abiertos o encubiertos, reales o convenientemente imaginarios y oportunamente imaginados, Blas Roca lo hace con nosotros.
¿Quiere esto decir que reprochamos al redactor de las «Aclaraciones» haber abierto la discusión sobre temas que conciernen al cine, a la cultura y en términos más generales y reales a la ideología? Todo lo contrario. La confrontación de opiniones, el desarrollo de puntos de vista y tesis que pueden reflejar o no problemas de principio, y que de un modo o de otro obligan a estudiar y profundizar en los temas sujetos a debate, nos parece no sólo conveniente y saludable sino además necesaria.
Lo que no podemos permitir, y no aceptamos, es que se conduzca la discusión de un modo unilateral y arbitrario, reservándose el derecho a la calumnia y la falsa, o la potestad de adjetivar impunemente sobre la base de la supuesta violación de un respeto que, en definitiva, no parece ser el que los hombres y los revolucionarios merecen, sino el que los dioses y santos reclaman.
Nuestra Revolución, y por ende nuestra ideología, el marxismo, no necesitan de santos.
El Comandante Dr. Fidel Castro Ruz, Primer Ministro de la República, nos dio hace ahora dos años y medio, una inolvidable y ejemplar lección. Ante una serie de inquietudes surgidas alrededor del trabajo creativo, artístico, Fidel convocó a los intelectuales y durante tres días discutió larga y pacientemente, trató de acercarse y comprender los puntos de vista más alejados o dispares, separó los conflictos y contradicciones reales de las situaciones menores o pasajeras, abordó los problemas en su complejidad y perspectiva, y lejos de lanzar excomuniones, sembrar un clima de desconfianza y sospechas, o decretar «fórmulas artísticas» para todo consumo, levantó puentes, afirmó el espíritu de comunicación, levantó todos los velos, y fijó con claridad el papel del Partido y del gobierno en el campo de la cultura.
Es por eso por lo que el Instituto (como Organismo del Gobierno), y nosotros, dirigentes del Organismo, no solo aceptamos los lineamientos del Discurso de Fidel a los Intelectuales sino que preferimos estudiarlo directamente, rechazando innecesarias glosas, que en nada lo aclaran. Fidel no necesita aclaraciones. Es por eso también que según se aprecia de su conducta y declaraciones, los intelectuales cubanos aceptan y entienden —nosotros con ellos— que son precisamente el Partido, y el Gobierno, responsables del trabajo y orientación del movimiento cultural, sin que nadie personalmente pueda apropiarse de tan delicada función, y deber.
La orientación y organización del trabajo cultural no supone por otra parte regimentación del mundo interior del artista o de su obra. Y esto lo dejó muy claramente definido Fidel. No hay pues dudas o reservas pendientes. No es éste, el papel del Partido y del Gobierno, lo que está en discusión. (En todo caso, según puede apreciarse, es un Secretario del Partido —y no un artista— el que discute, y sólo a título individual, la política de un Organismo de Gobierno.)
¿En qué consiste entonces el núcleo de nuestra inquietud, el centro de ese abismo que el 17 de diciembre nos separaba de Blas Roca en el orden de la cultura y en particular de la apreciación artística, y que la experiencia de una polémica ha extendido al campo ideológico más general y preciso, al punto de vista auténticamente marxista según nuestro modo de ver?
En sus palabras a los intelectuales Fidel señala: «dentro de la Revolución todo; contra la Revolución nada. Contra la Revolución nada, porque la Revolución tiene también sus derechos y el primer derecho de la Revolución es el derecho a existir y frente al derecho de la Revolución de ser y existir, nadie. Por cuanto la Revolución comprende los intereses del pueblo, por cuanto la Revolución significa los intereses de la Nación entera, nadie puede alegar con razón un derecho contra ella».
Estas palabras conservan todo su valor. Se trata de una política de principios. ¿Pueden sin embargo ser mecánicamente aplicadas a una realidad diversa, a una situación, a los términos y problemas que discuten dos años y medio después un Secretario del Partido, y el Director de un Organismo del Gobierno? Esto no nos parecería un procedimiento normal, y mucho menos justo.
No se trata ahora de definir si alguien puede esgrimir como un derecho el de estar o actuar contra la Revolución. Se trata de aclarar cuándo se está realmente —e independientemente las intenciones— a favor de ella, o cuando menos, cómo se la sirve con mayor eficacia.
Éste es el verdadero tema de la polémica. Porque es posible, inclusive en nombre del marxismo, de la Revolución, amortajar la ideología y deformar sus objetivos prácticos, concretos. Esto es lo que sucede cuando se restringe el campo del pensamiento y la información, y cuando se pretende subestimar al hombre, al ciudadano, y aún más al militante, al comunista, a quienes forman la vanguardia revolucionaria, administrando arbitrariamente sus lecturas o posibilidades de apreciación artística.
En un reciente discurso el Dr. Raúl Roa señalaba que «el primer deber de un comunista es pensar con su cabeza». ¿Y cómo ser un hombre, un hombre verdadero, sin cumplir esta elemental premisa? En la reunión con los intelectuales a que hemos hecho referencia, Fidel narró algunas experiencias personales para sacar esta conclusión: «Creo que cuando al hombre se le pretende truncar la capacidad de pensar y razonar se le convierte de un ser humano en un animal domesticado…».
La Revolución no tiene interés en forjar, como pudiera hacerlo una nueva Iglesia, animales domésticos. Ese marxismo de los miedos, debemos decirlo francamente, nos repugna: no es la ideología de la Revolución, sería su mortaja. Y refleja en realidad una profunda desconfianza en el hombre, y aún en la fuerza interna, y en el alcance de la dinámica misma de la ideología, cuya pureza, con la muerte pretenden conservar.
No logramos comprender cómo es posible invocar en repetidas ocasiones la opinión de algunos trabajadores, idealizando su condición como fuente espontánea de la verdad, y de cualidades críticas y agudezas de orden ideológico, y al mismo tiempo negar sus capacidades para discernir y apreciar las obras de arte, y proponer en consecuencia que se les niegue el acceso a esa fuente del conocimiento y la experiencia humana.
Y como no aceptamos que se nos conduzca demagógicamente al terreno del error, diremos, también, que rechazamos el culto de la espontaneidad como ajeno al marxismo. Los trabajadores en cuanto tales, o por tales, pueden o no tener razón en un juicio crítico estético, y aun político.
Sólo su grado de conciencia y lucidez ideológica, o su inteligencia y agudeza pueden determinar el valor de sus opiniones. Y esto es válido, inclusive, para los trabajadores —sí, trabajadores— del campo cultural.
Pero ¿cómo forjarse una conciencia aguda, alerta, crítica, condenados a la ignorancia, violentando para su ocultación, una parte de la vida, del mundo, del pensamiento? Carlos Marx señalaba que la producción de obras de arte «no crea solamente un objeto para el sujeto, sino un sujeto para el objeto». Y ése es en parte nuestro objetivo, el del Organismo que dirigimos: contribuir a que se forje en el ámbito y aliento de nuestra Revolución, el hombre nuevo, informado y rico de vida que pueda apreciar la obra de arte, o la que busca serlo y nos entrega un elemento de verdad.
Suponemos que se nos tratará de hacer aparecer como «revisionistas» o «liberales», y ya se insinúa en oscuros párrafos, que somos capaces de «abandonar nuestras posiciones ideológicas según el curso de los vientos» —¿qué vientos?—. Pues no: ni somos revisionistas ni retrocedemos a una posición liberal ni abandonamos nuestra ideología ante supuestos halagos de antiguos contrincantes. Lo que sí somos es marxistas, y por tales, no aceptamos las tergiversaciones dogmáticas, y retornamos a las fuentes, rechazando en el arte, y en todos los campos, esa enfermedad cancerosa que se propaga a título de intermediaria, y que suplanta el pensamiento vivo por las definiciones, y las obras fundamentales por el manualismo.
Es ese marxismo estático, copista y rutinario, que busca desesperadamente fórmulas para sintetizar en unos trazos las soluciones que «deben» aplicarse a los más tormentosos problemas, el que nosotros rechazamos. La experiencia ajena le sirve de permanente inspiración, y en su fuente busca no ya la explicación de la realidad inmediata o las líneas de su desarrollo perspectivo, sino lo que es más grave, el carácter mismo de la realidad: es este error, idealista, no-marxista, reaccionario, el que les lleva a confundir el vasto mundo real con un estrecho campo de acción y observación, en el que la experiencia psicológica e histórica, ya sistematizada, y no siempre justamente evaluada, les sirve de comodín.
Semejante punto de vista supone una humillación de la dignidad intelectual —de los trabajadores por ahora intelectuales y manuales— y un retraso de decenios. Por eso es inaceptable para el trabajo artístico, que va desde la creación al contacto con el espectador, y que en el espectador se confirma, o reduce a cenizas —en el de hoy, en el de mañana tal vez; nunca en el de ayer.
No es el marxismo lo que está en entredicho: lo que está en entredicho, y con razón, es la tergiversación del marxismo.
En nuestro artículo «Cine Cubano 1963», publicado por la revista del Cine Cubano (No. 14-15, octubre-noviembre 1963) señalábamos que «la vuelta a las fuentes es el retorno al método, o para mejor decirlo, a su plenitud». Y esto lo confirmamos ahora. Sin esa vuelta a las fuentes, y sin la consiguiente restitución de los derechos de la inteligencia en nosotros mismos, no podremos salir de esa trampa que es la crítica «sociologista», una de las tantas formas del facilismo.
No se buscan o aprecian las obras de arte como fuente de saber e inquietud, o como documento de una búsqueda, y de la angustia y tensión que ella comporta: se la juzga como a las fábulas semi-clásicas, por su moraleja. Y es así como, independientemente de que en ninguno de mis artículos había hecho referencia a la novelística o a la cinematografía soviéticas, aparece a modo de explícita contraposición a nuestros puntos de vista sobre la primitiva versión del realismo socialista que repiten algunos manuales, la cita de Los hombres de Panfilov. No dudo que la lectura de una novela, y más de una obra épica, pueda alentar el heroísmo de un combatiente, y ésta es una de las virtudes del arte, como lo puede ser también de los discursos revolucionarios.
¿Quiere esto decir que rechaza en el orden artístico los valores que la novela en cuestión pueda tener? No la he leído, no opino sobre lo que desconozco, no propondré que se la retire de la circulación: en consecuencia mi juicio personal carece de importancia. En cambio he leído otras muchas obras épico narrativas, algunas en ese estilo crudamente realista, de reportaje novelado. Tienen una significación, y no excluyen otras formas expresivas u otros modos de tratar la temática artísticamente.
Sería absurdo por ejemplo que ante los juicios que se han expresado sobre El ángel exterminador, de Luis Buñuel, proclamáramos como respuesta que el surrealismo resulta la forma expresiva propia de nuestra época socialista. Esto sería lindar en la locura. Pero en cambio creemos que es un acto propio de un artista marxista conocer, estudiar el surrealismo, cuyas experiencias son parte del arte contemporáneo, y lo han enriquecido apreciablemente. Y negarlo, condenándole al silencio, resultará como contrapartida una prueba de ignorancia, un acto cretinoide. Es así que, gracias a la apertura que en el arte soviético tuvo lugar como parte del «deshielo», un artista como Andrei Tarkovsky, pudo realizar La infancia de Iván, sirviéndose de los recursos que podía ofrecerle el surrealismo, y haciéndoles parte de su mundo poético.
No creemos posible levantar muros ante los caminos del arte, y la validez de una forma expresiva no puede ser, ni con mucho, razón que lleve a impedir la realización o circulación de otras. Estos muros han sido levantados en otras ocasiones: ése es el caso de la obra del escritor praguense Franz Kafka, mantenida en cuarentena durante largos años, o de la novelística de Fedor Dostoyevski, relegada al olvido por otros tantos. El escritor, el novelista, como el cineasta, puede avizorar una fuerza en desarrollo, positiva o negativa, y tratarla artística, críticamente, hasta revelarla. Es posible que, de acuerdo con las circunstancias, la irrealidad aparente dote a esa obra de un cierto hermetismo, y también que una crítica socio-facilista la condene por anti-popular hasta que la historia, y el desarrollo del conocimiento rompan los muros, y la hagan comprensible.
De esta crítica hemos tenido representantes en nuestro país, y aún hoy se amparan en tan fáciles juicios. La sustitución del método crítico por la copia de la experiencia sabida, escamotea la vida misma de la actividad creadora. Y es así que, siguiendo un canon internacional, establecido y repetido hasta el cansancio, hacen que sólo la obra de corte «balzaquiano» o «gorkiano» resulte aceptable, sumiendo a la novela y la narrativa contemporánea socialista en la línea que corre del realismo crítico clásico, a una definición socialista, que no acaba de precisarse.
Es a esto a lo que se refiere el poeta comunista francés Louis Aragon cuando en el prólogo del más reciente libro de Roger Garaudy, declara (y más que declarar, denuncia): «…No comprendían que en este caso el ejemplo de Engels no es el texto, la frase sobre Balzac, sino el comportamiento de Engels ante Balzac, y que seguir este ejemplo no es recitar una oración, sino ser capaz, ante otro hecho, de la inteligencia de Engels o de Marx.»
Esto es lo que parece faltar, la capacidad para apreciar las obras de arte a partir de su significación como tales y respecto a nuestra realidad, y de ninguna manera, empeñados en imponer como coyunda, opiniones que no nos conciernen, o que están en discusión.
No es posible imponer modelos épico-narrativos como fórmula lineal, obligada, y si en un momento se ha dado preferencia a una tendencia o escuela novelística en las ediciones, podrá decirse que se llenó un vacío, pero de ninguna manera que se trazó un camino. Esto sería deformar el carácter de las decisiones de Gobierno convirtiéndolas en dogmas, y hacerlas operar frente a circunstancias históricas diversas con un peso de lastre.
Ese copismo teorizante, idealista en suma, nos conduce a uno de los problemas fundamentales: la relación entre la teoría y la práctica. En nombre de la pureza teórica —sustituida por un sistema de fórmulas y por cuatro manuales— se violenta la práctica convirtiéndola en mimética. No se trata entonces de abordar los problemas a partir de su estructura y significación real, sirviéndose de un pensamiento vivo, fresco, escrutador, se trata de encontrar imágenes y calcos que no siempre resultan ni siquiera factibles. Por este camino se llega a la arbitrariedad. Y, para entrar en ese terreno, a la más absoluta ceguera.
Establecidos los modelos será necesario encontrar las semejanzas, o como en este caso, condenar una actividad artística y crítica que si en algún aspecto puede ser limitada, en ninguno resulta conservadora o al servicio de ideas reaccionarias.
El arte no es nunca indiferente a la realidad, pero se le acerca, la aborda y desentraña desde muy diversos caminos. Y ese no ser indiferente supone de algún modo una actividad de disección y reconstrucción cualitativamente característica: el proceso de reelaboración artística en cuya base encontraremos siempre una posición crítica, capaz de promover, a partir de una visión del mundo —de una visión ideológica artística— la aprehensión de sus elementos, y de expresarlos, lo que hace obligado un lenguaje.
¿Un lenguaje?: tantos como tendencias y épocas, tantos como estilos, y como artistas. No es la complejidad y variedad del mundo real lo que debe preocupar a la Revolución, sino cualquier riesgo de empobrecimiento: por eso rechazar o proponer el rechazo de obras de arte por virtud de que no corresponden al modelo aceptado (?) y sabido, comporta una limitación ideológica, y práctica, porque estrecha el campo de la experiencia, y hasta el ejercicio de la imaginación creadora.
Sólo una concepción burocrática libresca del marxismo puede ignorar los profundos cambios operados en la conciencia de nuestro pueblo en los últimos cinco años. ¿Es que no se aprecia y comprende que una abrumadora mayoría analiza y discute, busca soluciones, acierta y comete errores, rectifica y supera sus modos de ver y hacer, construye, crea, tomando por punto de referencia su aceptación más o menos profunda, y más o menos rica en matices, de las ideas marxistas fundamentales?
La Revolución no sólo ha ganado la batalla de la alfabetización y libra la de la superación obrera, desarrolla masivamente una generación de técnicos y prepara en las Universidades y centros de enseñanza superior y especializada, científicos y artistas, ingenieros, economistas y poetas. La Revolución cultural no es una frase-slogan: es un hecho real, y opera sobre la realidad, y propone un mundo real cada vez más extenso —pues va desde los microcosmos hasta los espacios estelares, y desde el conocimiento hasta la revisión crítica del pasado y la construcción del futuro: en la sociedad, en la naturaleza, y aun en la conciencia individual—.
No se puede forjar una generación de constructores, de creadores, no se puede promover un nuevo salto revolucionario con hombres encerrados en orejeras: de otro modo tendremos que entender que se propone una revolución mágica, en la que el protagonista de la historia ya no será el hombre sino alguna fuerza ignota y mesiánica, acaso oculta en tendencias que el devenir propone como ineludibles. Es un modo de ver las cosas, pero no el nuestro.
Nos sentimos profundamente involucrados, y actuamos como protagonistas —unos más entre millones— de la historia actual y concreta de nuestro país, y cada vez que nuestra Revolución da un paso adelante, en cada ocasión en que la conciencia abre una nueva brecha y el hombre se hace más pleno, nos sentimos obligados a entregarle el producto de nuestro trabajo, y en gran medida el de los creadores, el de los artistas avanzados de otros países pues nosotros apenas comenzamos.
¿Es fácil esta tarea?: de ninguna manera. La Revolución que ha abierto el camino de las posibilidades, nos impone, en el orden ideológico-artístico ineludibles deberes que obligan a tensiones extremas y a contribuir a que, como en la sociedad, se desencadenen en el hombre todas sus fuerzas creadoras, y entre ellas, primordialmente, el pensamiento vivo, activo, lúcido e innovador. Éste es el papel de nuestro movimiento cinematográfico.
No se trata de prohibir sino de liberar, y esto supone una responsabilidad, y la obligación de trabajar activa y consciente, organizadamente, por elevar el nivel intelectual medio, y asegurar la formación y consolidación de un público cada vez más exigente y crítico ante la obra artística, cinematográfica.
Si aceptáramos las limitaciones pretenciosamente «revolucionario-moralizantes» que se nos proponen en el debate, otros serían los resultados, y lejos de formar un público calificado nos expondríamos en el transcurso de unos años a encontrarnos ante verdaderos párvulos con bigote, y quedaríamos, como el cura en su parroquia, repartiendo muletas a los que no pueden sostenerse, o no acaban de echar a andar sobre sus pies.
Por eso no podemos aceptar, ni aceptamos, semejante línea y visión de la cultura, del arte cinematográfico, de nuestra ideología, de la vida, o del hombre.
::::::::::::::::::::::::::::
Finaliza así la serie de piezas que le he dedicado en mi blog a la confrontación pública que dos importantes personajes del régimen sostuvieron a finales de 1963. Las razones que me han hecho realizar estas publicaciones son las siguientes:
Porque me parece interesante.
Porque airear estos documentos, generalmente ocultos, permite establecer comparaciones entre la realidad de la Cuba de hace 58 años y la actual.
Porque hace mucho tiempo que la llamada revolución cubana optó por endurecer posiciones en el terreno ideológico y con ello cerró la oportunidad de que en los medios de comunicación que llegan a las grandes masas se discuta abiertamente y con pluralidad sobre las políticas que tienen que ver con el arte y la cultura.
Porque es ilustrativo comprobar que no existen hoy en día en la primera línea de mando personalidades de la talla intelectual y política de Blas Roca y Alfredo Guevara, con cuyos planteamientos se podía y se puede estar de acuerdo o no, pero en sus escritos revelaban un nivel de conocimientos y agudeza y una capacidad de exponer sus razonamientos que ni por asomo vemos en los mediocres dirigentes cubanos actuales.
para mí ACLARANDO ACLACIONES es un buen ejemplo de cuanto una persona talentosa y con mucho estudio puede terminar trabajando TODA SU VIDA para los fascistas. Seguramente de Hitler no haber cometido errores y tenido suerte, habríamos conocido a muchos de esos especímenes que durante 70 años habrían servido a una causa que les configuró las fabulosas conecciones mentales, poniendo un talento gigante al servicio del engendro
cada párrafo es una joya en este sentido.
Vean el último:
Si aceptáramos las limitaciones pretenciosamente «revolucionario-moralizantes» que se nos proponen en el debate, otros serían los resultados, y lejos de formar un público calificado nos expondríamos en el transcurso de unos años a encontrarnos ante verdaderos párvulos con bigote, y quedaríamos, como el cura en su parroquia, repartiendo muletas a los que no pueden sostenerse, o no acaban de echar a andar sobre sus pies. Por eso no podemos aceptar, ni aceptamos, semejante línea y visión de la cultura, del arte cinematográfico, de nuestra ideología, de la vida, o del hombre.
Cuánto aporte! Refuerce la risperidona.
Interesante polémica que no conocía, pero la mención de la sección ¨Siquitrilla¨, me hace recordar que el señor Fidel Castro se enfadó con esa sección (no recuerdo el motivo) y dijo que en vez de siquitrilla se debería llamar rabadilla ¨porque no son cosas del pecho y dicen que la siquitrilla está en el pecho¨.
Me parece que el asunto tuvo algo que ver con el suplemento cultural Lunes de Revolución y con el comienzo de la ruptura de Guillermo Cabrera Infante con el gobierno cubano.
Más fresco tengo la furia del comandante con la revista Opina (yo trabajaba en la Demanda Interna por aquel entonces. Dijo que los anuncios clasificados eran algo ¨asqueroso¨. Y se acabó Opina (está claro que, en Cuba, algo que se llamara ¨Opina¨ no podía durar mucho)
Pero en realidad en esos años en Cuba si se exhibían buenas películas de todos los países salvo USA. La única condición era que no tuvieran contenido político crítico al socialismo. Condición no muy difícil de satisfacer porque los intelectuales de occidente no suelen hacer ese tipo de cosas. Mas bien tienden a criticar el capitalismo.
el pedido que le hice came with strings attached, and you got to realize it.
al final es también un joya.
En muchos sentidos.
Tanto por lo que dijo, como por todo lo que no dijo.
Lo más importante:
esto es la Historia. La Historia es SIEMPRE todo lo que se dijo, lo que sucedió, contado por los miles de prismas que se decidieton a plasmarlo.
Y es tambien todo lo que nunca se dijo y nunca sucedió.
Mirando esa foto se tiene una idea de quien es quien. Miren la cara del buitre asesino, Raul. Obama tiene una carita de niño con un juguete nuevo. Muy buen articulo. Aqui tenemos al Granma de Miami con DeLaurentis hablando la misma cochina descarga de Obama, tratando de pasar a la historia, pisoteando al pueblo cubano y Otto Reich precisando todos los desastres cometidos con esa administración con Cuba. Obama, el traidor-mentiroso mayor que trato de utilizar el dolor del pueblo en su beneficio. Dijo Obama, cuando salió a la luz sus encuentros secretos con la dictadura, que jamas tocaría nada concerniente a las políticas de inmigración y el HP, unos días antes de entregar a Trump la jefatura del gobierno, quito la política de pies secos y pies mojados dandole gusto al pedido del asesino. Se han preguntado alguna vez por que Raul quería eliminar la politica de pies secos y pies mojados? Una de las entradas mayores de divisas de la dictadura cubana proviene de la comunidad cubana en Miami, mas de 3000 millones. El asunto era que la entrada de divisas provenientes de los medicos cubanos, trabajando como esclavos, en el extranjero es mas de 10,000 millones y eso es dificil de creer que no lo supiera el presidente Obama y que al eliminar la politica de pies secos y pies mojados le quitaba la oportunidad a esos médicos de salirse de la tiranía y emigrar a USA como lo habían hecho anteriormente miles de medicos cubanos.
como es posible que la población cubana en Miami
La primera vez que oi que Raul
para darle gusto al dictador cubano.
DeLaurentis Vs. Reich en el Miami Herald)
Disculpen por los 4 párrafos extras. Saludos.
Efectivamente, un articulo con un enfoque que se ha hecho inusual en este blog, lo cual es bienvenido. Aunque a Biden no se le menciona en el texto, el título lo equipara con Obama. Es un alivio ver un artículo así después de lo de Manuel Castro, que me imagino sigue poniendo links en su hilo y lo seguirá haciendo hasta la muerte térmica del universo (o hasta que el cambio climático nos mate a todos en 12 años, pues me imagino que se lo cree)
A lo mejor CAM vio el mensaje que le envié el último día de mi vida. O leyó el hilo de Manuel Castro y se horrorizó del elemento al que le estaba dando entrada entre sus invitados.
(Aún estoy medio turulato con lo de Manuel Castro. Entre el Fauci, lo de ¨defund the police¨ y ese señor, siento que ¨I am not in Kansas amymore¨, pero ni me di cuenta de cuándo me llevó el tornado ni encuentro a Toto)
https://www.youtube.com/watch?v=XW5nIlIfR5s
A nadie importa, pero encontré esa tierra prometida desde la cuna (donde se realizan todos los sueños) hace mucho tiempo, y supe en el acto que esa era, igual que cuando encontré a mi compañera de vida. Saludos.
Sí. Uno puede crearse su pedacito ¨over the rainbow¨, su espacio personal. Yo también lo hice. Pero muchos soñadores se creen que es extensible a la sociedad entera. Lennon extendió ¨Over the rainbow¨ con su ¨Imagine¨ y la cagó.
Sí, todos los que pueden construirse un espacio personal lo disfrutan, pero mi esquema ocupa de la tierra y la naturaleza, del espacio vital y fértil para todas las realizaciones, más allá incluso de las del ser. Se que soy un incapaz en lo musical, pero “Imagine” me repugnó desde que la oí. Los setentas fueron para mí una vorágine de negocios, tangas, caza, buseo, imágenes, dinero… pasaron sobre mi como un tren expreso. Nunca renuncié a esa vitalidad, pero la familia y responsabilidades me orientaron hacia lo productivo. Por sobre todo me hice un constructor. Saludos
A veces pienso que John Lennon se inspiró en ¨Over the rainbow¨. Soñar es bonito siempre que uno se mantenga consciente de que hay una línea de separación entre realidad y fantasía. Que el mundo ¨sucks¨ y ¨es ansi¨, como decía Pio Baroja. Que lo único que se puede hacer al respecto es tratar de aminorar los efectos y, sobre todo, comenzar por uno mismo antes de echarle la culpa a los demás. Lo sabían los fundadores, pero no Carlitos Marx no todos los que compran la utopía socialista.
Acompaño en su indignación y dolor a toda Europa y la cristiandad.
Me resultó gracioso, Paul Lafrague era cubano. Son esas curiosidades dialécticas de la historia.
https://www.bbc.com/mundo/amp/noticias-43970659
*Lafargue
Por qué será eso? La tenían comprada, la pereza y el comunismo.
Victor, gracias por ese link. En algun momento de los cursos de marxismo en la enseñanza media, a principios de revolución nos hablaron por arribita de Lafargue para resaltar cubanos cerca del marxismo desde sus primeros tiempos. Ya habia olvidado al personaje y fue muy grato conocer al real Lafargue y no al que me describieron en aquel entonces. “Es posible imaginar la impresión que causó en Marx ver llegar a su casa a ese joven apuesto, de piel morena , con acento y formas del trópico”, de risa la carta de Marx con ” ciertos excesos y toqueteos” Me imagino al mulato, oriental, toqueteando a la hija de Marx por donde podía y Marx, viejo racista alemán viendo como aquel mulato inculto, llegado del subdesarrollo, le agarraba los senos y otras cosas a su hija. Lafargue es el prototipo que llegaría despues con Fidel Castro, raro que los dos nacieran en Oriente, parece que algo andaba mal por esos lares. Fidel Castro con su comunismo instauro la pereza en cuba, donde nadie quiere trabajar y todo el mundo vivir del cuento. Marx que vivío del cuento sus últimos años tuvo “la desgracia-suerte” de encontrar a un cubano que lo supero en vivir del cuento ,explotando al propio Marx, sin trabajar, vacilarle a la hija, vivir en su casa siendo su alumno mas aventajado(no tenia mas ninguno) y ademas convertirlo en escritor con su panfleto : El derecho a la pereza” Se imagina que clase de punto era el tal Lafargue que envolvió a Marx de esa forma, jajajajaj. Esto me recuerda a un conocido que al llegar Miami le pregunte en que estaba trabajando y tranquilamente me dijo “yo no vine a USA a trabajar, vine para que me mantuvieran” Sin comentarios, este parece que era descendiente de Lafargue. Saludos
““yo no vine a USA a trabajar, vine para que me mantuvieran””
Me recordó a Manuel Carvajal.
“”Seamos perezosos en todas las cosas, excepto al amar y al beber, excepto al ser perezosos”.” Lessing
Tuvo un precursor Lafargue, este tal Lessing era un crítico de arte (bendito arte, gracias dios mío por dejarme encontrarlo). Ya los griegos priorizaban el ocio creativo, y en lo personal aunque amo el trabajo siento que es un desperdicio ejercerlo para otros. Eduqué a mis hijos bajo esa ley judia de trabajar solo para el padre, el hermano o para si mismos. Creo que fue un error, exige de una gran creatividad abrirse paso en forma independiente y es una condición muy poco frecuente. Me alegro que haya sido de su interés el link. Un saludo.
Si en el 58 hubieran muerto, por una pandemia, todos los que luchaban por “liberarnos”, todos esos chicos de la Revolución, hoy serian TODOS heroes y mártires de la patria. No habrían Verdaderos Revolucionarios y no habrían Traidores, pues todos estarían en el mismo saco.
Una lección de pensar la Historia. Cosa que no pasa en escuela alguna.
Lo único que sucede en TODAS las escuelas, ES LA REPETICIÓN burda, esquemática, parcializada de lo que NUNCA paso
Manuel, no hacía falta una pandemia. Bastaba con que Batista se los hubiera cargado (o los hubiera dejado pudriéndose en la cárcel) después del asalto al cuartel Moncada. Los tuvo en sus manos. Fidel Castro aprendió bien la lección y no cometió los mismos errores de su dictador predecesor. Cada peligro que aparecía lo eliminaba antes de que llegara a hacerse grande. Se llamara Huber Matos, Camilo Cienfuegos u Ochoa.
peor aun si se los carga Batista,
entonces si que tendriamos lloradera para 200 años
yo estoy de acuerdo con q
me parece bien que sacaran a Batista, y con muchas cosas que hicieron socialmente pero no con la dictadura aún peor bajo el paraguas del Socialismo Real europeo de la época, que ademas de que por poco nos borra del mapa con la Crisis de Octubre, convirtio al pais en el fascismo pronto a cumplir 62 años el próximo primero de enero, con toda la tortura, mediocridad y muerte que caracteriza a todo fascismo que se respete
estoy de acuerdo que sacaran a Batista, y con muchas cosas que hicieron socialmente, muchas de ellas revertidas a consecuencia del fascimo que pronto implantaron, que en la práctica ha sido un dictadura aún peor, primero 30 años bajo el paraguas del Socialismo Real europeo de la época, que ademas de que por poco nos borra del mapa con la Crisis de Octubre, convirtio al pais en el fascismo pronto a cumplir 62 años el próximo primero de enero, con toda la tortura, mediocridad y muerte que caracteriza a todo fascismo que se respete. Y como todo fascismo que se respeta, terminará a sangre y fuego o con la gente en las calles por semanas HASTA QUE CAIGAN LOS TRAIDORES
LO SABEN.
por eso van de escuela en escuela, de municipio en municipio prohibiendo lectura:
“In a meeting a few weeks ago with the Party members of the Jovellanos pre-university school, an appeal was made to teachers not to access the articles published in that medium because, according to the official, they were ‘corrosive criticism’ and ‘pure ideological subversion’.
Around the same time, another Matanzas official met with the History teachers in the municipality and insisted on the dangers of reading a medium such as LJC involves. He also made reference to how disrespectful it is to use the name of an organization created by Guiteras ‘for very contrary purposes’.
These kinds of orientations signal a true change of era. When I was young, I remember that in political circles people were urged to read texts considered to be ideologically subversive, and there was even a space for their analysis in each monthly meeting of the UJC (the Young Communist League) or the FEU (the Federation of University Students).
The slogan back then was: ‘the Revolution doesn’t tell you to believe, it tells you to read’. A lot of water has flowed under the bridge since then. The officials in the current ideological machinery don’t risk that much. Mistaken in their appraisal of reality, with a deformed outlook due to their arrogance and with scarce arguments, they have understood that it’s hard to be a censor when you can no longer control the digital sphere. They then go for self-censorship. Not to read, not to know; that’s their advice. They would rather have people with their eyes closed in the face of change, perhaps reckoning that, as the old saying goes, ‘in the land of the blind, the one-eyed man is king’.”
“En reunión de hace unas semanas con los militantes del núcleo del Partido del preuniversitario de Jovellanos, se hizo un llamado a los maestros para que no accedieran a los artículos publicados en ese medio pues, según el funcionario, eran «una crítica ácida» y «puro diversionismo ideológico».
En los mismos días, otro funcionario de Matanzas se reunió con los profesores de Historia del municipio e insistió en el peligro que supone leer un medio como LJC. Se refirió igualmente a lo irrespetuoso de tomar el nombre de una organización creada por Guiteras «para fines muy contrarios».
Ese tipo de orientaciones admite un verdadero cambio de época. Cuando era joven recuerdo que en los círculos políticos se instaba a leer los textos considerados portadores de diversionismo ideológico, incluso se dedicaba un espacio a su análisis en cada reunión mensual de la UJC o la FEU.
La consigna de aquellos años era: «La Revolución no te dice cree, te dice lee». Mucha agua ha pasado bajo los puentes. Los funcionarios del aparato ideológico actual no se arriesgan a tanto. Desacertados en su apreciación de la realidad, con una visión deformada por su prepotencia y con escasos argumentos, han comprendido que es difícil ser censores cuando ya no pueden controlar la esfera digital. Apuestan entonces porque las personas se autocensuren. No leer, no conocer, es su consejo. Los prefieren con ojos cerrados a los cambios, calculando tal vez, como dice el viejo refrán, que «en tierra de ciegos el tuerto es rey».’
a esto llaman los fascistas “Educación”
https://profesorcastro.jimdofree.com/archivo-cuba/
A nadie le parece mal que hayan tumbado a Batista, era un dictador sanguinario, eso estuvo bien y practicamente el 100% de la gente estaba contentísima cuando triunfó la revolución. La desgracia fue que los hermanos Castro se adueñaran del poder. Otros no habrían sustitudo una dictadura por otra peor. Batista se metía solamente con los que se le oponían. Los Castro le desgraciaron la vida a casi todo el mundo.
Batista se cargó a mucha gente. Pero lo peor que le hizo a Cuba fue no cargarse a los Castro cuando tuvo oportunidad de hacerlo.
Quizás Camilo Cienfuegos, José Antonio Echevarría o Frank País no hubieran hecho lo de los Castro. Camilo llegó vivo al triunfo de la revolución. Sus buenas razones tendría Fidel Castro para cargárselo, pues nadie duda que eso fue lo que pasó.
Y siempre he tenido la sospecha de que Fidel Castro dio el chivatazo del asalto al Palacio Presidencial para librarse de Manzanita, que era un peligro para sus ambiciones.
Y viceversa.
Si en vez de morir jóvenes, de 30, 40, 70, 100, murieran de 200 años hoy no habrían querido derribar muchas estatuas de esclavistas, pues como Carlos Manuel de Céspedes, Washington, Jefferson, y demás habrían dado libertad a sus esclavos y hoy serian adorados por ello, como Lincoln y los que si tuvieron tiempo de hacer algo al respecto
Y viceversa.
Si en vez de morir jóvenes (de 30, 40, 70, 100) murieran de 200 años, hoy no habrían querido derribar muchas estatuas de esclavistas, pues (como Carlos Manuel de Céspedes) Washington, Jefferson, y demás habrían dado libertad a sus esclavos y hoy serian adorados por ello, como Es adorado Lincoln y los que si tuvieron tiempo, o vivieron en el tiempo, que les permitía hacer algo al respecto
La historia es una disciplina extraordinaria, y solo puede ser interpretada por uno mismo. Saludos.