31 August 2014 ~ 14 Comentarios

La reconquista de Al Andalus, entre la mística y la historia

por Arturo R. López-Abadía
Historiador español.

Al Andalus

El Estado Islámico de Irak y Siria tiene la firme voluntad de reconquistar España en nombre del Islam. Veamos los orígenes de esta fijación más mística que política práctica.

2 de enero del año 1492: tras siglos de conflicto por el territorio peninsular y años de guerra, el último bastión musulmán de la península Ibérica se rinde ante los Reyes Católicos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, con la presencia de Cristóbal Colón siempre cerca de la reina. La Reconquista de la península por parte de los cristianos ha terminado y el rey Mohamed XII parte al exilio en Fez. Así concluye el capítulo de la historia musulmana en España, que había comenzado con la invasión de Tariq ibn Ziyad en el año 711.

España, o como conocían (y aún conocen) los musulmanes más fervientes esa tierra, Al Andalus siempre ha tenido un significado especial para los moros o más propiamente los musulmanes, pues fue donde se refugió el único superviviente de la dinastía Omeya cuando se vio forzado a huir de Damasco, y donde siglos más tarde se establecería el Califato de Córdoba.

Fue Al Andalus tierra de tolerancia entre las tres religiones del libro, cristianos, judíos y musulmanes, y en tiempos del califato florecieron las artes y las ciencias, aportando al acervo cultural europeo sus grandes conocimientos de álgebra, geometría, astronomía, hidronomía y medicina. La tierra que fue mora durante más de siete siglos, dejó de serlo; pero los musulmanes más fanáticos todavía consideran una misión sagrada la restauración del dominio del Islam hasta su punto de máximo apogeo, cuando las banderas de la media luna ondeaban desde Uzbekistán hasta los el norte de España.

Valga para ilustrar este punto una pieza de la indumentaria tradicional árabe. Los jeques y emires lucen sobre sus cabezas unas tocas blancas ceñidas a sus sienes por una o más cintas negras. Estas cintas tienen ese color para representar el luto por la pérdida de Al Andalus, para que siempre pese sobre su cabeza la responsabilidad de restaurar el orden de los califas Omeyas y Abasíes.

A día de hoy, pensar en una nueva cruzada nos puede parecer anacrónico, más propio de la Edad Media que de los tiempos que corren; sin embargo, la jihad avanza a pasos agigantados gracias a grupos como los muyahidines, talibanes, o el Estado Islámico de Irak y Siria. No hablamos de guerras por el dominio de naciones ricas en recursos naturales, causa principal y más comprensible de la mayoría de las guerras que ha visto el mundo. Se trata de una guerra religiosa movida por una fe ciega y la convicción de que los que no sigan la fe de Mahoma merecen ser aniquilados o ver conculcadas sus creencias en nombre de la única fe verdadera.

Ante un escenario como éste nada puede hacer la razón, pues quien lucha convencido de que su causa está motivada por un ser de naturaleza no humana no atenderá a motivos que salgan de la mente de simples mortales. Ellos responden sólo ante la autoridad divina, que es quien les ordena cometer todas sus atrocidades, funcionando simultáneamente como causa y justificación: Deus vult, invocaban los cruzados en los siglos XII y XIII; Inch’Allah, claman ahora los guerreros musulmanes.

Pero volviendo al tema de la fijación con la reconquista de Al Andalus, de lo que se trata es de restablecer el orden pasado que nunca debió haber sido subvertido.

Curiosamente, cuando la reconquista cristiana de España tocaba a su fin y el Reino Nazarí de Granada agonizaba ante la presión de las superiores tácticas castellanas, los reyes de Granada no vieron respondidas sus peticiones de auxilio hechas a otros soberanos musulmanes como el sultán de Fez o el sultán otomano de Constantinopla, este último poseedor de un ejército y una marina de gran poder, temida por todo el Mediterráneo y que podía haber puesto en serios aprietos a los ejércitos de Castilla.

¿Por qué si en su momento no movieron un dedo por salvar el último reducto musulmán de España, se empeñan ahora en la dialéctica de la reconquista necesaria? Si en su momento histórico pertinente no quisieron hacer nada por salvar a sus hermanos musulmanes de Granada, no parece este el momento de fijaciones místicas por reconquistar esa especie de paraíso perdido que piensan que es Al Andalus. Una guerra religiosa es, de por sí, un anacronismo; pero si además le sumamos que, cuando pudieron, no quisieron, esta nueva situación toma tintes de farsa, como dijera en su momento Karl Marx en El 18 de Brumario de Luis Bonaparte.

La historia sucede siempre dos veces, la primera como tragedia y la segunda como farsa. Que comience la función.

14 Responses to “La reconquista de Al Andalus, entre la mística y la historia”

  1. Eraldo 31 August 2014 at 8:02 pm Permalink

    Dos notas pertinentes se merece este artículo: la primera,¿Quién es Arturo R. López-Abadía,que fuera de este blog jamás lo había oído mencionar ni he encontrado nada de él en la red?;segundo,¿Cómo es que un texto mesurado como el suyo pudo aparecer en la columna de CAM, quien nunca se ha caracterizado por matizaciones a la hora de hablar del mismo tema?

    • Angel 1 September 2014 at 1:38 am Permalink

      Eraldo: Busque de nuevo. Arturo Rodríguez López-Abadía es un historiador español. Aquí un articulo suyo: http://www.americanistas.es/biblo/textos/cu-07/cu07-07.pdf
      La otra pregunta: supongo que sepa -si es habitual del blog- que Montaner no acostumbra a contestar ataques de desconocidos. Saludos.

      • Eraldo 4 September 2014 at 1:14 am Permalink

        Ángel:No sé qué entiende Ud. por ataque.

    • Maximiliano 1 September 2014 at 7:55 am Permalink

      Quizas porque este es un sitio democratico y estan bienvenidos articulos que no necesariamente tienen que coincidir con las ideas de CAM. 😉 Hablo en general y no de este tema en particular.

      • Eraldo 4 September 2014 at 1:17 am Permalink

        Maximiliano,¿qué tan democrático es?

    • Arturo R López-Abadía 4 September 2014 at 8:32 pm Permalink

      Muy buenas. Soy el autor del artículo, y si no ha encontrado nada sobre mí es porque de momento he escrito poco, sobre todo artículos en revistas especializadas en literatura, historia y algunos congresos.
      Soy un conocido de CAM y espero seguir colaborando aquí. De hecho, la idea para esta pieza surgió de una conversación personal reciente.

  2. Sam Ramos 1 September 2014 at 10:01 am Permalink

    Autodecapitándonos

    El Estado Islámico es la pura antítesis, no ya del Estado de Derecho, sino de la Civilización

    IÑAKI EZKERRA

    Día 01/09/2014 – 13.09h

    Hay guerras, conflictos, litigios internacionales en los que no resulta fácil posicionarse, dirimir las razones o las culpas ya que éstas se reparten entre los bandos en pugna. Pero hay veces en que la cosa está muy clara y no admite vacilaciones. La carnicería que ha montado ese engendro religioso-ideológico llamado Estado Islámico en Siria e Irak no deja lugar para las dudas ni las ambigüedades: esas terribles imágenes que han mostrado estos días las televisiones de centenares de soldados apresados, desnudados y humillados ante unos captores que se burlaban de ellos imitando sádicamente el ruido de las ametralladoras («ratatatatá…») antes de darles muerte; esos éxodos masivos de la población civil; esos energúmenos que usan las modernas tecnologías de la comunicación para amenazarnos con entusiasmo y mostrar eufóricos las cabezas que han seccionado; este verano sangriento, en fin, de cabezas cortadas que en realidad ya se anunciaba desde que el ISIS tomó en junio la ciudad de Mosul y consiguió, al hacerse con el petróleo y con la sucursal del Banco Central de Irak, incrementar sus recursos de novecientos millones de dólares a dos billones y convertirse en la organización terrorista más rica del mundo.

    ¿Quién puede ver un mínimo y remoto asomo de justicia o justificación, de bondad o nobleza en esa amenaza y en todo ese horror? ¿A qué viene el mutismo de nuestra izquierda, o sus condenas en voz baja y con la boca pequeña? ¿Dónde están los manifiestos y manifestaciones de nuestros líderes progresistas, nuestros pacifistas, nuestra juventud y nuestros artistas concienciados con las grandes causas? Sorprende ese estruendoso silencio en esa izquierda que es tan aficionada a usar la palabras «nazi» y «fascista» contra cualquiera que no es de su cuerda; contra cualquier voz crítica en la política o en la prensa; contra el inquilino de la casa Blanca, sea quien sea, republicano o demócrata; contra el Estado de Israel, que ha sido el primero en aceptar una tregua con unos terroristas como los de Hamás a los que, por propia definición, no habría que dar ninguna tregua. Esa izquierda, sí, que hasta teoriza sobre un supuesto proceso en el que la víctima paradigmática del nazismo de ayer se habría convertido en el victimario de hoy perpetuando sobre los palestinos el horror cometido sobre ella. Yo no sé si se han dado cuenta quienes se dedican a urdir esa lúdica y barata clase de paradojas que comparar una guerra como la de Gaza con el Holocausto también es una forma de «negacionismo».

    No. No se pueden ver genocidios en un Estado pluralista, serio y democrático que se defiende en una guerra de las lluvias de misiles y a la vez callar ante los verdaderos y premeditados genocidios, como los de ese Estado Islámico que es la pura antítesis, no ya del Estado de Derecho, sino de la Civilización misma. Nunca hemos visto a ningún representante de Israel celebrar ninguna de las consecuencias trágicas de la guerra ni decir que hay que matar a todos los árabes y a todos los que no profesan el judaísmo. Pero, en cambio, sí vemos continuamente a representantes del Islam que dicen que hay que matar a los judíos por serlo, a los «infieles» por serlo, a los hijos de éstos sólo por serlo. Y eso sí es un programa genocida. Esos sí son crímenes contra la Humanidad. Ésas sí son violaciones de la Convención de Ginebra. Si hay algo que se parezca al nazismo son esas decapitaciones de civiles y de niños. Callar ante ellas es renunciar a usar la cabeza para pensar. Es autodecapitarnos nosotros mismos.

    Ahora lean esto para que vean de que forma solapada estan invadiendo tambien otros paises para imponer sus absurdas creencias. Desde Inglaterra donde ya dominan barrios enteros al igual que en Francia y Belgica, estan captando combatientes para afianzarse en en Siria e Irak y luego invadir otros paises:

    http://www.abc.es/sociedad/20140901/abci-mohamed-nombre-comun-oslo-201409011407.html

  3. Sam Ramos 1 September 2014 at 10:27 am Permalink

    POR QUÉ ESPAÑA EXPULSÓ A LOS MORISCOS
    Posted on August 31, 2014 by Nuevo Accion
    EXPULSIONDELOSMORISCOSDEESPANAPor José Javier Esparza-El Manifiesto. com

    Retrocedamos a 1492: los Reyes Católicos han tomado Granada y concluye la Reconquista. ¿Qué ocurre con la población mora? Las capitulaciones de la conquista permitían a los musulmanes mantener su religión, sus costumbres y sus leyes. Pronto, sin embargo, la situación se hace insostenible. En parte, por la intransigencia de los vencedores; en parte, por la deslealtad de algunos cabecillas vencidos del viejo Reino de Granada. Apenas diez años después, entre 1500 y 1502, el cardenal Cisneros, que ya es el hombre fuerte del país, decide forzar la conversión: que todos los musulmanes españoles –los llamados “mudéjares”- se hagan cristianos, y los que no quieran, que se vayan. Muchos se marcharán, pero la gran mayoría se quedará. Esos apresurados conversos son los moriscos.

    El viejo reino de Granada era el lugar donde más moriscos había, pero no era el único. La conquista había dejado grandes contingentes de mudéjares conversos en el reino de Valencia, en Murcia, en Extremadura, en Andalucía, en La Mancha… Se calcula que, a finales del siglo XVI, eran unos 275.000, para una población española que en conjunto sumaba unos siete millones de habitantes. Los moriscos conservaban todos los rasgos de la cultura árabe: vestimentas, ritos sociales, costumbres, escritura, lengua y según se vería después, en muchos casos, secretamente, también la religión. Pese a los decretos de conversión forzosa, el poder les había dejado en paz: la inmensa mayoría de los moriscos trabajaba en el campo, eran la base del sistema señorial en el sur, y ellos mismos, los moriscos, se las habían arreglado para agradar al emperador con sustanciosos donativos. De modo que, a lo largo del siglo XVI, los moriscos conforman una comunidad étnica singular, formalmente cristiana, pero de cultura musulmana y separada del resto del país.

    La rebelión de las Alpujarras
    La Corona habría podido mantener esta situación indefinidamente, pero en la época de Felipe II surgió un terrible contratiempo: el poder otomano se extendía al Mediterráneo occidental, los piratas berberiscos asolaban las costas españolas y el Rey temía seriamente que los musulmanes intentaran penetrar de nuevo en España. ¿En quién podrían apoyarse los musulmanes para esta invasión? En los moriscos, por supuesto. ¿Y era justo desconfiar de los moriscos? A partir de este momento, hacia 1560, sí. Las Alpujarras, una zona del reino de Granada mayoritariamente morisca, se habían convertido en un permanente escenario de conflicto. Todo empezó con la apariencia de bandas de salteadores de caminos, los llamados “monfíes”, que atacaban las posesiones de los cristianos viejos y asesinaban a los colonos. Felipe II, en respuesta, decidió prohibir las manifestaciones externas de la cultura musulmana: la lengua árabe, los atuendos, las ceremonias… Así comenzó la rebelión de las Alpujarras.

    Estamos en 1569. La rebelión de las Alpujarras no fue un motín callejero. Fue un levantamiento político y militar. Los moriscos eligieron rey: Fernando de Córdoba y Válor, descendiente de la familia califal cordobesa, que recuperó su nombre árabe de Abén Omeya. La sublevación estuvo apoyada económicamente desde Argelia. Contó con ayuda berebere y turca. Corrió como la pólvora por todas las zonas de mayoría musulmana. En 1569 los sublevados eran 4.000; al año siguiente ya eran 25.000. A Felipe II le sorprendió con todos sus ejércitos en Flandes. La población cristiana, indefensa, fue masacrada. El poeta y diplomático Diego Hurtado de Mendoza, testigo de los hechos, lo describió así en su Guerra de Granada.

    “Comenzaron por el Alpujarra, río de Almería, Boloduí, y otras partes a perseguir a los cristianos viejos, profanar y quemar las iglesias con el sacramento, martirizar religiosos y cristianos, que, o por ser contrarios a su ley, o por haberlos doctrinado en la nuestra, o por haberlos ofendido, les eran odiosos. En Guecija, lugar del río de Almería, quemaron por voto un convento de frailes agustinos, que se recogieron a la torre, echándoles por un agujero de lo alto aceite hirviendo, sirviéndose de la abundancia que Dios les dio en aquella tierra, para ahogar sus frailes. Inventaban nuevos géneros de tormentos: al cura de Mairena le hincharon de pólvora y pusiéronle fuego; al vicario enterraron vivo hasta la cintura, y lo asaetearon; a otros lo mismo, pero dejándolos morir de hambre. Cortaron a otros los miembros, y entregáronlos a las mujeres, que con agujas los matasen; a quién apedrearon, a quién hirieron con cañas, desollaron, despeñaron; y a los hijos de Arze, alcaide de La Peza, a uno lo degollaron, y al otro crucificaron, azotándole, e hiriéndole en el costado primero que muriese. Sufriólo el mozo, y mostró contentarse de la muerte conforme a la de Nuestro Redentor, aunque en la vida fue todo al contrario; y murió confortando al hermano que descabezaron. Estas crueldades hicieron los ofendidos por vengarse; los monfíes por costumbre convertida en naturaleza”.

    Hurtado de Mendoza no era un testigo imparcial: mandaba uno de los ejércitos españoles contra aquella rebelión. Pero no debía de andar muy descaminado, porque las crueldades de los moriscos constan de manera fehaciente. Tan fehaciente que incluso se las aplicaron a sí mismos. Hay que olvidar la imagen de unas comunidades de tranquilos campesinos que se sublevan porque quieren defender sus costumbres musulmanas. Cuando los moriscos sitian Granada, esperando que sus hermanos de la ciudad se les unan, éstos deciden ponerse del lado de la Corona: no se fiaban de la fama de sanguinarios que acompañaba a los contingentes de Abén Omeya. La rebelión de las Alpujarras fue una orgía de sangre que terminó volviéndose contra los propios moriscos, y así, apuñalado por sus hombres, muere su líder, Abén Omeya. Le sustituye su primo, Abén Abú.

    Para entonces la Corona ya ha podido movilizar un fuerte contingente de tercios traídos de Flandes y Levante, capitaneados nada menos que por Don Juan de Austria, el hermanastro del rey. Juan de Austria fue implacable: pasó a la ofensiva, tomó ciudades, trató al enemigo con enorme violencia. Consiguió su propósito, que no era sino descorazonar a los moriscos, desacreditar a sus jefes y forzarles a pactar una paz. Es mayo de 1570 cuando El Habaqui, uno de los líderes moriscos, firma la paz. Los últimos sublevados, reunidos en torno a Abén Abú, tratan de hacerse fuertes en las cuevas de la sierra, pero no son enemigos para los tercios; de hecho, pronto empiezan a pelearse entre sí. Primero, los hombres de Abén Abú matan a El Habaqui. Después, Abén Abú morirá a su vez, apuñalado por sus hombres, como murió Abén Omeya.

    Deportación y expulsión

    Felipe II, para conjurar cualquier nueva rebelión, ordena el destierro de los moriscos de las Alpujarras. No los expulsa de España, sino que los traslada a otras regiones de la península, sobre todo a Extremadura y La Mancha. Allí restablecen sus comunidades, ahora bajo extrema vigilancia. Hay que insistir en la descripción exacta de la situación: pese a la violencia de la guerra de las Alpujarras, Felipe II no expulsa a los moriscos, sino que deporta dentro de España a los sublevados y mantiene en sus tierras a los otros moriscos de Aragón y Valencia.

    ¿Ha terminado el problema? No. Los moriscos siguen siendo lo que son: comunidades de cristianos en superficie, que en realidad quieren ser musulmanes. En Valencia se organizan como reino de los “cristianos nuevos de moro”. Aspiran a una singularidad política en sus relaciones con los señores de la tierra y con la Corona, y al mismo tiempo tienden lazos con África, con Venecia, con Francia… enemigos de España. La Corona, es decir, Felipe II, nunca ha abandonado la idea de expulsarlos; es la presión de los señores, de los propietarios, la que los mantiene aquí. Pero la amenaza de los piratas berberiscos seguía existiendo, el recuerdo de la rebelión de las Alpujarras se mantenía muy vivo y la desconfianza de la población cristiana era invencible. Algunas interpretaciones históricas aluden a un fenómeno de racismo. No es verdad: nadie pensó en expulsar a los gitanos, por ejemplo, ni a los irlandeses. El problema era otro: de política interior y de política exterior. Y terminó reventando a finales del siglo XVII.

    Fue Felipe III quien tomó la decisión. En 1609. No será un proceso inmediato: la expulsión se realizará en fases sucesivas hasta 1616. La cifra exacta está sometida a discusión. En aquella época había en España unos 300.000 moriscos. Los expulsados del país fueron unos 275.000.
    ¿Se obró bien? ¿Se obró mal? ¿Fue bueno para el país? ¿Fue malo? Uno de los grandes historiadores de este periodo, el inglés John Elliot, cuyo libro La España Imperial sigue siendo fuente de autoridad, formula un juicio muy ponderado: “Resulta plausible la creencia de que la expulsión era la única solución posible. Fundamentalmente la cuestión morisca era la de una minoría racial no asimilada –y posiblemente no asimilable- que había ocasionado trastornos constantes desde la conquista de Granada. La dispersión de los moriscos por toda Castilla, después de la represión de la segunda rebelión de las Alpujarras, en 1570, sólo había complicado el problema extendiéndolo a áreas hasta entonces libres de población morisca. A partir de 1570 el problema morisco fue un problema tan castellano como valenciano o aragonés, aunque sus características variasen de una región a otra”.

    La pregunta no es si la expulsión fue buena o mala, sino si acaso había realmente otra opción. Otras naciones aniquilaron a sus minorías. España expulsó a los moriscos. ¿Había otra solución?

  4. Humberto Mondejar Gonzalez 1 September 2014 at 11:05 am Permalink

    Si, milagrosamente los gérmenes de la democracia occidental, de ese concepto, siempre se han salvado por el grosor de un pelo; pero podría no ser así ahora, porque hay enormes factores, internos y externos que se están alineado y podría no darse esas casualidades en el momento decisivo.
    -La espada de Damocles económica, es la enorme deuda pública y privada de occidente; casi toda con la China comunista. Deuda que cuando le preguntan a los tanques pensantes americanos, los pesos pesados de su economía: Como se podrá sacar al menos la cabeza de debajo de la espada? No saben y se quedan rascandoce su propia cabeza. Imaginate tu, si ellos que tienen todas las variables sobre la mesa, no saben, que se puede esperar de nosotros los simples mortales.
    Cliqueando algo sobre eso; aparecen ya cientos de artículos, u opiniones, en un sentido u otro, pero el problema esta ahi para todos.
    http://gazzettadelapocalipsis.com/2013/11/11/como-china-puede-provocar-la-muerte-del-dolar-y-de-todo-el-sistema-financiero-de-eeuu-al-completo/
    -La democracia de las ciudades griegas se salvó del gran imperio persa, por un pelo. Porque las dictaduras tienen gran poder de organización, de ordeno y mando, a corto plazo. Las democracias, son un desorden de idea, que si no la pones contra la espada y la pared, acaban haciendo poemas, con la soga al cuello.
    http://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_las_Term%C3%B3pilas
    -Los Hunos, estuvieron a punto de destruir a Roma y el cristianismos; tal vez a la distancia de un mosquito venenciano.
    http://es.wikipedia.org/wiki/Imperio_huno
    -La victoria de Washington en York Town; casi que se la debe a las joyas de las mujeres cubanas.
    http://www.autentico.org/oa09033.php
    Actualmente, en el interior de occidente, hay un creciente descontento y un elevado resentimiento hacia el sistema; que ciega la mente y el raciocinio de millones de occidentales. Y eso está pasando desapercibido, para las personas que están de alguna forma, en el poder economico y politico. Para mi eso es un asunto sumamente serio; porque no se trata de una discusion ideologica evolutiva, sino de odio visceral, por resentimientos acumulados en contra de las fisuras inhumanas del sistema. Una especie de ideología irracional, antioccidental, marginal, que es capaz de apoyar cualquier enemigo de los países occidentales de forma incondicional, sin importar quienes sean o si son mejores o peores. Es difícil que tantos intereses distintos (Rusia, China, Árabes extremistas y occidentales resentidos) se pongan de acuerdo, que esas personas se pongan de acuerdo ideológicamente; pero la historia ha demostrado que si lo logran en ocasiones, casi siempre si logran definir demagógicamente un enemigo común y surge un líder poderoso y carismaticamente maximizado. Solo hay que ver la punta de iceberg, aquí.
    http://actualidad.rt.com/
    Increible, que todo los esfuerzos de los gérmenes de occidente como concepto, al estar a punto de desaparecer, después al final; para que se incline la balanza, dependan de un solo hecho y ese milagro se haya dado. Aunque así ha sido; no tiene porque repetirse ahora.

  5. Humberto Mondejar Gonzalez 1 September 2014 at 11:10 am Permalink

    “Curiosamente, cuando la reconquista cristiana de España tocaba a su fin y el Reino Nazarí de Granada agonizaba ante la presión de las superiores tácticas castellanas, los reyes de Granada no vieron respondidas sus peticiones de auxilio hechas a otros soberanos musulmanes como el sultán de Fez o el sultán otomano de Constantinopla, este último poseedor de un ejército y una marina de gran poder, temida por todo el Mediterráneo y que podía haber puesto en serios aprietos a los ejércitos de Castilla.”

  6. Humberto Mondejar Gonzalez 1 September 2014 at 2:11 pm Permalink

    http://www.infobae.com/2014/09/01/1591690-video-el-estado-islamico-muestra-la-base-aerea-capturada-sangre-y-fuego-siria
    http://actualidad.rt.com/economia/view/138901-putin-fuerza-siberia-gasoducto-china

  7. Humberto Mondejar Gonzalez 2 September 2014 at 12:06 pm Permalink

    http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/09/02/oliver-stone-hace-trizas-la-historia-oficial-de-eeuu/


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