“«Volver a la ficción es tan importante para mí como el último deseo de un condenado a muerte”»
por Camilo Loret de Mola
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(Diario de Cuba)‘Otra vez adiós’ es tu última novela y ya está siendo clasificada como la más abarcadora, según los críticos, ¿a qué crees que se deba esto?
Tal vez a que es la más universal, la más internacional de todas por la época y el tema que refleja: la Segunda Guerra, el horror del nazismo y el exterminio de los judíos. Ese terrible episodio es visto desde Cuba en la segunda parte de la obra.
Y también porque trato un fenómeno que le dio forma y sentido al siglo XX: el éxodo de grandes masas, la dislocación de millones de personas. En ese sentido la novela es muy cubana.
¿Consideras que esta novela sea tu mejor obra?
No sé si es la mejor, pero es la más ambiciosa. Los lectores tienen sus preferencias, pero quizás este libro puede interesar a un círculo mucho mayor de personas. Al fin y al cabo, es una novela histórica, de aventuras, de amor, de suspense. Tiene varios ángulos.
No es una novela cubana, aunque parte de ella sucede en la Cuba de la primera mitad del siglo xx. ¿Se internacionaliza Montaner o toma distancia del anecdótico cubano?
El protagonista principal no es cubano, pero la segunda parte de la novela, la más extensa, transcurre en Cuba y todo lo que se cuenta en el libro afecta a Cuba directa o indirectamente. Cuba es uno de los ejes de la novela. Hay muchas anécdotas cubanas, algunas de ellas terribles, como el episodio del barco Saint Louis con sus casi mil judíos rechazados por los cubanos pese a que contaban con permisos para desembarcar.
La historia de varios judíos que abandonan Europa en medio del surgimiento del fascismo, las primeras horas de lo que luego sería el terrible holocausto. ¿A que se debe esta relación con la historia judía en un escritor siempre ligado a los temas latinoamericanos?
Se debe a que el Holocausto judío es el episodio más cruel y terrible de la historia y la destrucción de la judería europea el acto más estúpido y contraproducente del siglo XX. Hay que volver una y otra vez sobre esos hechos, desde distintos ángulos, para evitar que se repitan. No podemos olvidar, además, que la tradición judeo-cristiana es la cuna moral de Occidente. El antisemitismo debe ser visto como un ataque a nosotros mismos, aunque no seamos directamente judíos. Indirectamente, todos lo somos.
¿Consideras que existe algún paralelismo entre la diáspora hebrea y el exilio cubano?
Los emigrantes que deben huir de la irracionalidad y la persecución siempre están emparentados. Existe ese vínculo secreto entre las víctimas del odio absurdo. Los expatriados acaban formando una tribu muy particular.
Asombra el trasfondo histórico de la novela, juegas con personajes reales como el padre del psicoanálisis Sigmund Freud, Fulgencio Batista, Adolf Hitler, el ex presidente cubano Federico Laredo Brú y María Bonaparte, entre otros. ¿No es peligroso involucrar en tu ficción a estos personajes históricos?
Para eso está la novela. Para enlazar situaciones reales por medio de elementos de ficción. Freud estaba en Viena cuando los alemanes ocuparon Austria. Es legítimo imaginarse ese doloroso episodio desde la perspectiva de Freud. No pretendo haber escrito un libro de historia. He escrito una obra de ficción basada en la historia. Batista era el hombre fuerte de Cuba cuando rechazaron el barco Saint Louis o cuando detuvieron al espía Luni. Es legítimo tomar esos hechos y tratar de explicar cómo ocurrieron. No sé si construyo los hechos o si los reconstruyo, pero elaboro un tejido verosímil.
Esta época de la preguerra mundial, con similitud de personajes, ya ha sido tratada por escritores famosos como el checo Milán Kundera en ‘La inmortalidad’, o el británico Ken Follet en ‘La caída de los gigantes’. ¿Reconoces alguna influencia de ellos en tu obra?
Admiro y he leído a Kundera, pero no a Ken Follet. En esta obra ninguno de los dos ha tenido la menor influencia. De Kundera lo que me interesa no es la recreación histórica, sino la profundidad para acercarse a la psicología de los personajes, especialmente a los caracteres femeninos.
¿Por qué utilizas a un pintor, a un retratista, como protagonista de tu novela?
Porque eso me da la oportunidad de entrar en la intimidad de los otros personajes. David Benda debe pintar a Freud, a Batista, a Lezama Lima. Eso le confiere una capacidad única de conocerlos y describirlos. Los pintores retratistas tienen algo de psicoanalistas. Sus modelos les cuentan cosas increíbles.
Ernest Hemingway aparece en tu novela cazando submarinos nazis en los cayos del norte Cuba. Muchos críticos literarios dicen que la obra de los escritores cubanos no puede escapar a una especie de relación entre admiración y dependencia por el escritor norteamericano. ¿Es Carlos Alberto Montaner un ‘hemingweiano’?
Para la provinciana Cuba fue un hecho importante que Hemingway viviera en el país, aunque su trato con los escritores cubanos fuera muy escaso y distante. Hemingway apenas se mezcló con la cultura cubana. Le interesaban la pesca y el aislamiento. En Cuba prefería a los boxeadores y los pescadores antes que a los artistas, de la misma manera que en España se sentía mejor entre toreros que entre intelectuales. Sin embargo, fue al lecho de muerte de Baroja a rendirle pleitesía. Poca gente sabe, aunque se ha publicado, que una vez escribió un cuento sobre la muerte de Manolo Castro, The shot, en el que la alusión a Fidel era inevitable. A mí, con los años, me gusta cada vez más su prosa rápida y seca.
Elaboras una técnica de concatenar respuestas de los personajes, sin referir las preguntas, algo que por momentos recuerda el monólogo interior del ‘Ulises’, de James Joyce.
Me parecía que a veces debía romper la monotonía del relato. Eso le daba un ritmo distinto a la narración. Más que influencia de Joyce, cuyo Ulises tal vez no resiste una lectura contemporánea, es un recurso de los guiones cinematográficos. Cuando un actor habla por teléfono y no escuchas a su interlocutor, pero adivinas lo que le dice, estás ante un monólogo-diálogo utilísimo dentro de un relato.
Entre los hechos históricos de los que te apropias en tu novela está la captura del único espía nazi en el Caribe, se trata de Heinz August Lunning o Kunning, detenido y posteriormente fusilado en La Habana en 1942. ¿Por qué lo catalogas como el espía más inepto del mundo?
Porque lo era o se paseaba entre ellos. Nunca pudo encontrar ni comunicar una información relevante. Ni siquiera era un nazi fanático. Se trataba de un vividor que hacía su trabajo en los bares de mala muerte. Graham Greene se inspiró en él parcialmente cuando escribió Nuestro hombre en La Habana, una sátira sobre los servicios de espionaje. Como trabajó para el MI6 británico, Greene conoció el caso de Luni.
También te refieres a los sucesos del buque Saint Louis, que llegó a La Habana con 936 refugiados judíos que nunca pudieron desembarcar ni en Cuba ni en la Florida, y tuvieron que regresar a Europa. ¿Eran antisemitas los cubanos y norteamericanos de 1939?
El Saint Louis no fue el único episodio antijudío protagonizado por los cubanos. En 1948, durante el gobierno de Grau, Cuba fue el único país de América Latina que votó contra la creación del Estado de Israel. Fue un acto vergonzoso. Sin embargo, los cubanos, salvo un pequeño grupito que trató de crear un partido nazi dirigido por un tal Dr. Prohías, no eran antisemitas, pero sí eran nacionalistas y en los años treinta no querían extranjeros. No querían judíos ni españoles. No querían a nadie de fuera. También expulsaron a jamaicanos y otros negros caribeños. En La Habana hubo manifestaciones copiosas contra la inmigración de judíos. Las alentaban desde periódicos que a veces recibían dinero de los alemanes y de los fascistas.
En Estados Unidos era diferente. Sí había antisemitismo en aquellos tiempos. En los años treinta los judíos no podían ingresar a numerosas instituciones sociales norteamericanas, ni a los principales bufetes de abogados. Entraban en las buenas universidades a cuentagotas. A Cordell Hull, el Secretario del State Department, lo acusaban de antijudío. Roosevelt tenía presiones en las dos direcciones. No dejó que desembarcaran en Florida o en Nueva York los pasajeros del Saint Louis por razones electorales. No quería darles armas a los republicanos en las elecciones al Congreso y al Senado.
Has recorrido un camino como escritor que va de la novela erótica, con ‘La mujer del coronel’, a la novela histórica con ‘Otra vez adiós’. ¿Qué viene después?
Otra novela, también con un trasfondo histórico. La historia de Cuba es la de una sociedad en medio de todos los vendavales internacionales. Pero, como en el caso de Otra vez adiós, será una historia de amor y de suspense, esta vez con elementos de un crimen, o de varios crímenes. No será novela negra, pero tendrá un elemento policiaco.
‘Otra vez adiós’ es un libro triste, con un final triste, como el de ‘La mujer del coronel’. ¿Por qué esa tendencia, es pesimista Carlos Alberto Montaner?
Debe ser que me he tomado en serio la descripción del pesimista como un optimista bien informado. No hay muchas razones para ser optimistas.
¿Crees que el Montaner novelista está desplazando al Montaner activista por la libertad de Cuba?
Quiero dedicar los años y la salud que me queden a escribir unos cuantos libros de ficción y, probablemente, mis memorias. Nunca dejaré de ayudar a quienes luchan por la libertad de Cuba y la convivencia armónica entre los cubanos, pero mi prioridad, a estas alturas de mi vida, a punto de cumplir los setenta años, es contar historias. Fue mi primera y más enérgica vocación. Solo la ejercí a ratos. Volver a la literatura de ficción es tan importante para mí como el último deseo de un condenado a muerte.
¿Ves lo que digo? Esa es una frase muy pesimista.
No. ¿Por qué? Todos estamos condenados a muerte.
Tenía razón mi esposa en Santiago de Cuba: “mejor sería que Montaner se dedicara a la ficción y dejara la política, que en definitivas es inútil (más de 30 años con Castro lo demuestran)… y en la ficción es muy bueno” (casi sic).
Augusto
pd: ¿Qué diría ahora que ya son 53 añitos de “libertad”?
Creo que Montaner es bueno en las dos cosas; La literatura y la politica…
La verdadera razón de la aceptación general de esta novela, sin detrimento de la buena calidad, es que la escribe un tremendo periodista cubano, cuando este país apenas participó del conflicto y se relatan escasos sucesos de la isla que casi nadie había escuchado. SUmando unos puntos en este sentido, el autor es originario de un país-esclavizado relatando una epopeya por la libertad, en tiempos bastante anteriores.